XXIV. Corazón

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Atravesamos la base en silencio hasta llegar a mi cuartel.

El Capitán está congelado después de haber esperado en el frío, decido encender la estufa de la sala común para ayudarle a calentarse e iluminarnos sin necesidad de alumbrar toda la sala, a estas horas todos debemos estar dormidos.

Él se sienta en el sillón que hay justo frente a la estufa y yo me acerco una silla para estar delante de él.

―Quizás debería descansar, podemos hablar sobre la reunión mañana ―sugiero sentándome.

―No te preocupes, Lilith ―el oficial empieza a toser nada más decir mi nombre ―. Estoy bien.

Alzo una ceja, no hay quien se lo crea.

―No tiene que hacerse el duro ―digo mientras desabrocho mi capa ―. Si está enfermo tiene que cuidarse. Siento haberle hecho pasar tanto tiempo en el frío.

Me levanto y le ofrezco mi capa para resguardarse. Supongo que el tener que aguantar sin quejarse a través de situaciones adversas forma parte de ser un militar en este ejército.

―Sé que no quiere que le cure pero al menos déjeme ayudarle ―Le pido ofreciéndole mis manos tras sentarme.

El joven oficial duda pero acaba poniendo una de sus manos sobre el dorso de las mías, un poco confuso. Hago aparecer una pequeña llama que le ayude a calentar su gélida piel. Él mira al fuego arder en mis manos y termina cediendo, colocando su otra mano sobre la mía. La tímida luz anaranjada se refleja en su cara y sus ojos. El cosquilleo que sentí antes vuelve a conquistar a mi piel y mi corazón aletea como un colibrí encerrado entre mis huesos. No entiendo esta sensación, no sé si es buena o mala, pero empiezo a alarmarme.

―Gracias ―murmura con párpados pesados, sacándome súbitamente de mis pensamientos.

Apago la llama y sostengo sus manos entre las mías, dedicándole una sonrisa. Nuestras miradas se encuentran en la oscuridad, iluminadas por la poca luz que emite la estufa. Su cuerpo atrae al mío como si fuese un imán pero me mantengo en mi sitio.

El oficial comienza a toser de nuevo.

―Voy a traerle un vaso de agua ―digo tras deshacerme de sus manos y levantarme.

Cojo uno de los vasos que hay expuestos dentro del gran mueble del salón y subo al baño a por agua del grifo. Cuando me miro al espejo me percato de que mis mejillas se han vuelto rojas, por alguna razón mi cuerpo está completamente descontrolado.

Bajo las escaleras con rapidez, al llegar a la sala me encuentro con un capitán profundamente dormido. Sonrío y dejo el vaso sobre la mesita de café para, seguidamente, acomodar la capa de manera que le cubra el cuerpo.



Estoy en la habitación, la camiseta que estoy quitándome roza mi espalda cuando oigo un ruido detrás de mí.

―Edric, sé que estás ahí ―anuncio, terminando de quitarme la camiseta.

El chico se hace visible, está sentado con las piernas cruzadas sobre una de las camas y tapándose los ojos con sus manos.

―No estaba mirando, lo prometo ―contesta alarmado.

―No ibas a poder ver nada de todas formas ―Señalo las vendas que constriñen mi pecho.

Edric se cruza de brazos y frunce el ceño, ofendido.

―Duele que pienses que soy un pervertido.

―El Capitán está en la sala de enfrente, como te pille aquí despídete de tu vida ―Le aviso poniéndome una camiseta tres tallas más grande y quitándome los pantalones.

Lilith: ave de fuego [COMPLETA | SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora