Capítulo 18: Avanzar

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Había salido de la cueva, pensativo.

La tarde iluminaba su rostro a naranja, el viento se hacía fuerte por estas épocas, su ropa se movió al compás de las hojas.

Giró a su derecha para encontrar a Temari, sentada y con miedo en sus ojos, acurrucada y sentada, con lágrimas que procedían de sus ojos, apoyada de espaldas en la montaña rocosa, el cuerpo de su hermano a un lado. No tenía que prestar atención a eso, tal vez no le importara a Hajime. Lo cierto era que falta bastante para llegar al final de la historia, varios recorridos que está cansado de seguir recorriendo, pero al fin y al cabo, algo que solo él podía hacer.

Konan a su izquierda, su pierna también apoyada pero de pie, al verlo salir, no dijo nada, era una costumbre, pero hizo algo que no esperaba, pasó de él, se acercó a Temari, se sentó junto a ella, sacó un pergamino, salieron hojas de papel, cubrieron el cuerpo del Kasekage. 

Luego, sin decir palabra, volvió a su lado, ambos caminaron, rumbo al siguiente destino.

Temari había sentido tantas veces sentimientos de alivio cuando estaba en combate, pero ninguno se comparaba al saber que sus figuras desaparecían en el horizonte. Cargó el cuerpo de su hermano en la espalda, sus pies ingresaron hacia la cueva, donde los cuerpos de sus acompañantes reposaban sobre el suelo, sin señal de ningún movimiento, todavía respiraban, lo cual era primordial.

Entonces, entre todos, observó a Naruto. Tenía palabras que decirle, cosas que sabe que tendrían ningún sentido. Quería gritarle por ilusionar e inundarla de pensamientos placenteros, por pensar que se podría lograr salvar a su hermano.

Pero era irracional, lo sabía. El que tenía la culpa era Mitarashi Hajime, eso era todo en lo que podía pensar. Pero luego, no se atrevía a hacer nada, porque no podía. Hacer algo a tal monstruo, que logró acabar con estos ninjas tan capaces, era algo inimaginable. Nunca se había sentido tan impotente, tan desolada.

Frotó sus parpados para evitar la quemadura que sentía en sus ojos. Tenía ganas de regresar a su casa, dormir por una eternidad y pensar cuando todo era mejor. Pero no podía cargar con todos ellos, dejarlos aquí no era una opción.

Golpeó el suelo, una, dos, tres veces. Su mano le dolía, pero estaba más relajada, más calmada. Había que esperar a que despierten. Solo lo hicieron al día siguiente.

Avanzaban por el desierto con la cabeza agachada, con sentimientos encontrados. Temari se había negado a colocar el cuerpo de su hermano dentro de un pergamino, por lo cual, lo llevaba en el hombro, todavía rodeado de papeles. Gente reunida en el desfiladero, rellenando los lugares. Antes tenían expresiones expectantes, ahora eran de dolor. Ni un solo ruido se hizo, todos dejaron espacio al ver a la figura rodeada de papeles, que cargaba su hermana.

Solo una persona se interpuso.

—Es una tragedia realmente... —dijo Chiyo—. Tendremos que colocarlo con los demás Kasekage, al menos ahora hay un cuerpo.

Chiyo hizo caso omiso a la fulminante mirada de Temari.

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Avanzaron por las calles silenciosas, sin ningún ruido, calles solitarias, entraron en el edificio provisional, donde la Kasekage Chiyo estaba echada en un mueble y Ebizo sobre la mesa.

Solo ninjas de Konoha estaban, Temari se había ido junto al cuerpo de Gaara. Dijo que hacer el reporte de daños, decirle a su hermano y tal vez descansar.

—Han fracasado —dijo Ebizo—. Es una lástima que hayan acabado así las cosas, por ello, la misión ha concluido, pueden quedarse por un rato o regresar a su aldea de inmediato.

Naruto rechazó la propuesta, se quedaría hasta que el funeral estuviera hecho. Los demás ninjas, al notar esto, algunos por una cuestión de respeto y otros por no dejarlo, aceptaron quedarse igualmente.

Se hospedaron en un hotel, un piso completo para ellos, con diferentes habitaciones. Era un lugar cómodo donde relajarse, pero varios fueron incapaces de lograr sentirse a gusto.

El día del funeral del Kasekage llovió en el desierto, algo que era impensable. Algunos pensaban que era la manifestación de los sentimientos de la aldea, otros solo lo atribuían a una coincidencia. Hacía frío, pero eso no evito que grandes grupos de gente se reunieran alrededor del monte.

Había cinco prismas de vidrios, algunos contenían el nombre del Kasekage en cuestión, pero estaban vacíos. Gaara estaba en la última, su cuerpo de pie, sus ojos cerrados, como si estuviera solo durmiendo.

Su hermana estaba llorando en la primera fila, siendo consolado por el hermano mayor. Naruto solo veía el cuerpo de Gaara, preocupado, molesto, reflexionando. Sasuke tocó su hombro, no dijo nada, pero tampoco había necesidad entre los dos. Sakura luego se acercó, mucho más suave que de costumbre. Kakashi también, diciendo algunas palabras, dando a entender un mensaje.

Anko se encontraba también en el lugar, en la primera fila, también viendo y reflexionando, al igual que Karin. Aunque siendo sinceros, en los últimos días, no sabía que es lo que pasaba por su cabeza.

Regresaron a Konaha, luego de unos días, un poco más alegres, con conversaciones ocasionales. Naruto había regresado a su forma habitual. Sasuke estoico. Sakura regañando a Naruto. Kakashi leyendo su libro.

Entraron en la oficina de Tsunade, dijeron los reportes y concluyó definitivamente. Todos volvieron a sus casas. En la puerta, Anko sacó la llave y lo abrió, dejando pasar primero a Karin.

—Ha sido un viaje largo... —dijo Anko—. ¿Quieres que te prepare algo?

—Es curioso, hace tiempo que no me preparas algo —dijo Karin, intentando evitar una risa.

—También para ti, te ves más alegre.

—¿Así? Pero... ¿no tienes que investigar sobre Hajime? —preguntó Karin—. No sé si deberías de quedarte si estás muy ocupada en eso.

—No te preocupes, esto es algo que puedo hacer ¿quieres algo liviano? ¿tú vas a entrenar?

—Está bien. No voy a entrenar, estoy cansada.

—Por fin haces caso a mis consejos.

—De hecho no voy a entrenar nunca más —Karin subió la escaleras—. Dejaré de ser ninja.

Anko detuvo su marcha a la cocina, siguió a Karin, quien cerró la puerta detrás de ella. En el cuarto, Karin estaba echada.

Abrió la puerta con éxito.

—¿No vas a volver a entrenar? —preguntó Anko, con cautela.

—Nop, no quiero tener esa responsabilidad. ¿Anko...?

—... Dime.

—No me gusta más Mitarashi Hajime, no tengo porque entrenar. No necesito seguir esforzándome, todas esas responsabilidades me tienen harta, solo quiero descansar en esta cama por un tiempo.

Karin no recibió respuesta, a lo cual levantó su cuerpo.

—¿Anko?

—Creo que deberías irte entonces —sonrió.

Naruto Shippuden / IridiscenciaWhere stories live. Discover now