Capítulo 46: Es inútil

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Lavó su cara y las gotas se derramaban todavía, sus ojos estaban todavía rojos y le dolía la cabeza, mucho más que antes.

«Es solo un sueño», pensó Karin.

Se levantó a las cuatro de la mañana, todavía en camisón, era imposible para ella dormirse. Mordía sus uñas y caminaba de derecha a izquierda en la sala, sin prender ninguna luz.

Le quería explicar estas cosas a Kitei, este temblor que sentía en su cuerpo no era común, merecía ser tratado, conversar con ella podría solucionar las cosas.

Abrió la puerta y el viento helado cubrió todo su ser, se abrigó juntando sus dos brazos sobre su pecho.

«¿Cómo se verá a estas horas?», pensó Karin, con una sonrisa.

La estatua seguía ahí, Karin le dio un rápido vistazo antes de salir, dio unos pasos y se detuvo. Las luces de la casa de Kitei estaban prendidas.

Inhaló, ella estaba en la sala, moviéndose, de algún modo peculiar, pero que de alguna manera parecía lógica.

Así que, mejor cambió el rumbo de los planes, en vez de dirigirse a la puerta, se dirigió hacia la ventana, el sonido de una música resonaba en sus oídos, una música de baile.

En silencio, sin dejar que ella lo notara, encontró un agujero que permitió la visibilidad del otro lado.

Allí la encontró, Kitei se movía por la sala, su cuerpo se balanceaba como si llevara pasos coreografiados, una canción lenta, que requería precisión.

Kitei levantó su brazo y retrajo su piel, con una delicadeza asombrosa. Sus brazos se levantaron como si fuera un débil lamento.

Ella bailaba en ese tipo de tono.

«Esta mujer madura, descarada y agresiva», pensó Karin, «Rebajarse a ese nivel... patético».

Y sin embargo, esos pasos hacían que ella contuviera algo que intentaba salir de sus ojos, Karin tenía el rostro confundió, inexacto.

Sin mucho más que hacer, se retrajo, no quiso molestarla. Regresó a su casa, con el máximo cuidado posible, para que ella no lo notara.

Frente al espejo, se colocó la casaca ninja, los lentes rojos en su lugar, las vendas también. Se vio ahí por un largo rato, eran las siete de la mañana.

Sonrió, para observarse, era bonita de algún modo y esperaba que eso fuera suficiente.

Le había dicho a Tsunade que no demoraría mucho, así que esas palabras serían verdad. Las cosas empacadas en su mochila, ajustó el amarre que ejercía sobre su hombro.

—¡Karin! ¡Ven a comer! —escuchó el grito en el piso de abajo.

Bajó la escaleras lo más rápido que pudo y abrió la puerta, Kitei se encontraba ahí, ella abrió la ojos y luego frunció el ceño.

—¿Vas a trabajar? —preguntó Kitei—. Ya era hora, haragana.

—No... creo que voy a regresar a Konoha —dijo Karin.

—Oh... —dijo Kitei, con el semblante contraído—. ¿Te vas?

—Sí.

—¿No vas a comer siquiera? Que esa sea tu despedida por lo menos.

—No gracias.

—¿Por qué te vas? —preguntó Kitei.

—Tengo cosas que resolver todavía en Konoha —dijo Karin—. No puedo huir de nada, yo soy la que tiene que resolver los desastres que he hecho.

Karin salió de la habitación, giró su cabeza y observó de nuevo a la estatua, Kitei estaba detrás de ella.

—Jaja, eres la peor vecina que alguna vez haya tenido —dijo Kitei.

—En Konoha estaba triste, aquí lo estoy incluso más, estoy eligiendo el mal menor.

—De todas formas estarás triste —dijo Kitei.

—... Sí, aunque tendré amigos allá —dijo Karin.

—Vamos... —Kitei hizo un ademán con su mano—. No me puedes dejar con la comida, se está enfriando, quédate un rato más.

—¡Bueno! —Karin aplaudió una vez con su mano—. Como dice una rubia ¡Adiós tonta!

Karin fue hasta la carretera, su semblante decidido.

—Espero, que tu esposo vuelva —gritó Karin—. Tal vez vuelva algún día.

—¿Por qué no esperas? No... te vayas, me siento un tanto sola.

—Ese no es mi estilo, nunca lo fue —dijo Karin—. Es por mi maestra, también, a veces es difícil entenderla pero... ahora, creo que me estoy acercando a ella. Voy a hacer las cosas bien.

Karin corrió por la carretera, por el puente, para volver a Konoha

Naruto Shippuden / IridiscenciaWhere stories live. Discover now