Capítulo 45: Miserable

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Maravillosa nueva vida: Día veintiuno

Hoy no había soñado nada, solo era ella quien levantó las sábanas y se cambió de inmediato, pero ahora se quedó sentada en el mueble.

«¿Ahora qué?», pensó Karin.

Acompañar a Kitei en su rutina de ir al mercado a las ocho de la mañana era aburrido, tener a esa gente que la rodeaba era lo peor... ¿Debería de cazar si así se distrae? No, esto solo la calmaría por un momento...

«¡Vamos mujer!», pensó Karin, «Maravillosa nueva vida, algo tengo que encontrar».

Karin vestida con un polo verde y unos pantalones, eran cómodos para andar por casa. Su cuerpo echado en el mueble, con sus brazos cruzados en la cabeza, pensativa sobre las decisiones que haría de ahora en adelante.

Entonces, una idea tomó forma dentro de su mente, esperaría dos horas a que regrese Kitei, luego entraría en su casa, conversarían, se haría la interesante, hasta que algo surja.

«Así es como funciona una amistad», pensó Karin.

Fueron dos horas tormentosas, Karin vio bajar y subir el minutero, hasta que marcó las nueve de la mañana.

En realidad, escuchó el sonido de Kitei en la puerta hace media hora, pero una promesa es una promesa.

Aprovechó el momento, de todos modos, ella la llamaría. Cuando tocó la puerta, Kitei abrió.

—¡Vecina! ¿Qué le trae por aquí? —dijo Kitei, sus manos sobre su rostro

—Ya, ya, deja que entre —dijo Karin, haciendo un ademán.

—El desayuno está casi listo, ¿ya te lavaste las manos?

—Hace tiempo —Karin caminó dentro del lugar, se echó en el mueble—. Te espero, entonces.

La casa era una de estilo hogareña, mesas de color marrón, muebles de color mostaza, una lampara que iluminaba el salón, una escalera hacia arriba y varias entradas a distintas habitaciones.

Kitei ingresó a la cocina, Karin pensó en su mente que pasaría si ella entrara, no era muy buena cocinando, al menos al nivel de Anko... o él, sin embargo, todavía era una buena ayudante.

Las palabras que diría... "¿Cómo te fue?, Te ayudaré por que te demoras mucho"... demasiado informal, incluso algo desagradecida, "Te ayudaré, quiero saber como una gorila puede cocina", no... esa sería mi condena, seguro se le ocurre algo para contraatacar.

Kitei salió de la cocina con dos platos en la mesa, eran dos Onigiri en cada uno.

Al momento de sentarse, pensó en porque le era tan difícil hablar abiertamente.

Los Onigiri consumidos, los platos lavados y sin nada más que hacer, Kitei se acercó a ella, sus manos en la cintura.

—Entonces... —dijo Kitei.

—¿Puedes sentarte un rato? —preguntó Karin.

Kitei pareció no ir con esa intención en ese lugar, se sentó a un costado de Karin en el mueble.

—Estoy aburrida, no sé que hacer —dijo Karin.

—Jum... amargada, a pesar de todo, no esperaba que hablaras así —dijo Kitei, ambos brazos encima del mueble—. De todos modos, supongo que es una etapa.

—¿Tú crees? Siento que es una enfermedad, incluso me duele la cabeza —dijo Karin, riendo un poco.

—Eso tal vez sea otra cosa —dijo Kitei, burlona.

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