Capítulo 19: Buscar

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Las nubes oscuras se alzaban en el aire, lanzando gotas de agua por toda la aldea. Una gota caía, acompañada de otras, se reflejaba el lugar, edificios gigantes, sin forma aparente, fabricadas en masa.

Las gotas no cayeron al suelo, sino, sobre unos cabellos azules, finas, húmedas. Ella avanzaba como si no le importara, solo levantando su brazo para cubrirle. Era bastante atractiva, un corto cabello lacio, unos ojos ámbar.

Konan parpadeaba, al mismo tiempo, las sombras púrpuras eran notables.

Tal vez porque no estaba en mucho tiempo, varios aldeanos, aún sin importar que se cubrieran de lluvia, la saludaban, como si estuvieran ante una estrella visible en un firmamento totalmente negro.

"Angel", eso era lo que decían sus bocas, pero no le tomaba importancia, simplemente daba un vistazo de reojo, para analizar que estuvieran en buen estado.

Subía por las escaleras, al mismo tiempo, con un ninjutsu ordenaba sus papeles, limpiaba su ropa de la humedad. Quería estar presentable frente a él, quien se encontraba en el último piso. La habitación estaba iluminada, con lámparas de elegantes diseño colgadas en el techo, y un gran espacio para observar la totalidad de Amegakure.

Pain hacía eso, solemne, con sus ojos sagrados, repasaba el lugar, miraba, analizaba. Cuando se percató de su presencia, ambos se saludaron, formalmente, como dos empleados que se acaban de conocer. Konan encontró en él, el rostro de alguien querido, y también, los movimientos de un revolucionario.

Los dos estaban de pie, Pain bajó la mirada mientras Konan se limitaba a contemplar su semblante, en sus manos recibió un pergamino desenrollado, leyó.

—Esto es importante —dijo Pain—. Por eso te lo encargo a ti.

—Lo tengo —Konan abrió la túnica para guardar el pergamino—. ¿Qué hago con el niño?

—Llévalo contigo —dijo Pain—. Tienes que seguir vigilando su comportamiento.

—Entiendo —dijo Konan, neutral, aunque inconforme—. Me iré entonces.

—Konan —dijo Pain, deteniendo que abra la puerta—. Incluso si eso significa fracasar en la misión, no te pongas en un riesgo del que no seas capaz de salir.

No giró la perilla, en vez de eso, movió su cabeza en dirección de Pain.

—Gracias, Nagato, no lo haré —dijo Konan, mostrando esa sonrisa leve.

Pain no contestó, volvió su espalda, para poder seguir vigilando.

Era obvio que no le iba a hacer caso, tal vez por eso no respondió. Para cumplir objetivos tan grandes, es necesario realizar sacrificios aún más grandes, eso lo sabía bien. No iba a dejar que su incompetencia arruine lo que Nagato se esforzaba tanto en conseguir, porque podía ver el potencial en él.

En cambio, este sujeto, Mitarashi Hajime, quien sobre el mueble, en posición fetal e interrumpiendo la llegada de la luz a sus ojos, desperdiciaba su vida con esa actitud tan sobrante, tan molesta.

—Despierta —Konan tiró el pergamino al mueble.

El cuerpo que parecía tan placido y dormido, sufrió espasmos por unos segundos, se sentó rápido y nervioso sobre la cama, no despierto del todo, e incluso amargo.

—Eso era innecesario —Hajime arregló su cabello—. ¿Q-Qué es esto?

Sus ojos entrecerrados todavía posaban su atención en el escrito.

—La razón por la que Pain nos ha llamado —contestó Konan—. Iremos a cazar a Kabuto, el ayudante de Orochimaru, que escapo durante el ataque de Konoha hace tres años.

—¿Razón? ¿Motivo? ¿Circunstancia?

—No tendría que dártela, simplemente deberías de aceptar. Pero, se trata sobre las investigaciones de Orochimaru, su ayudante Kabuto podría tener ideas que ayuden a derrocar al mundo que planea crear, queremos estar seguros que no haya problemas, además, puede ser una apuesta interesante.

—Aquí dice que esta en la aldea del cielo... ¿cómo va a estar ahí? ¿Los aldeanos le dan café para pasar el rato?

—No seas tonto, piensa un poco. Zetsu ha dicho que ha encontrado rastros frecuentes en ese lugar, aunque ciertamente, algo difusos e incorrectos. Tenemos que investigar el territorio, para que podamos saber si Kabuto tiene en realidad una sala oculta, o en el mejor de los casos, hacerlo confesar.

—... He de admitir que ese tipo me tiene un poco nervioso —dijo Hajime mientras cerraba el pergamino.

—Ya saldé tus dudas, partiremos en cinco minutos.

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Esta semana había sido muy agobiante para Tsunade, con toda la movida de Akatsuki. Ella apenas y ha tenido tiempo para respirar.

Conmoción tras conmoción, ella ha logrado mantener la calma en los casos que le requerían, podría ser porque eran cosas a las que no estaba atada de manera emocional.

Tal vez era por eso que esta noticia, bueno, este pedido le parecía tan... deprimente.

Karin estaba con una mochila verde en su espalda, un bulto enorme se podía notar, estaba cambiada como cada día de entrenamiento, pero esta vez no iría tan cerca.

Intentaba no verla directamente, porque ella podría notar que le causaba dolor.

—Repito —dijo Karin—. ¿Me podrías facilitar la ida hacia la Aldea de la Hierba?

Tsunade seguía escribiendo, fingía no prestar atención total, como si fuera ajena a esto.

—¿Por qué? ¿Una investigación?

—Necesito pensar en cosas, no puedo mantenerme en esta aldea.

«¿Es porque te hice sentir mal? Lo siento».

Tomó un papel sobre sus manos, comenzó a escribir como la última vez, firmó al final. Un documento que permitía su salida, así no sería ilegal.

Sostuvo la hoja con sus dos dedos, bajando los ojos a la altura de la hoja. Quería que ella no se lo quitara, pero no pudo hacerlo.

Ya no estaba en posesión de la hoja, pero ella no se iba, por varios segundos estuvo de pie, con murmureos, palabras inaudibles, como si estuviera meditando.

—... Hasta luego —dijo Karin, mientras se inclinaba.

Tsunade lo entendió, las dos eran tontas, por eso no la detuvo, ni la otra dijo gracias.

Naruto Shippuden / IridiscenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora