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THE TRIP

Luego de ese momento lleno de emociones, unos agentes nos escoltaron hacia el departamento de la justicia

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Luego de ese momento lleno de emociones, unos agentes nos escoltaron hacia el departamento de la justicia. Nos hicieron entrar a ambos a un cuarto y nos dejaron ahí. El ambiente era tenso, parecía que ninguno de los dos se atrevía a decir algo. Por eso, decidí sentarme en uno de los  pequeños sillones blanco aterciopelados—eran bastantes cómodos—.Agaché mi cabeza y comencé a jugar con la pulsera que estaba en mi mano derecha. Así estuve  por unos cinco minutos más, hasta que unos murmullos a la par del rechinado de la puerta  se pudo oír, justo en este momento habían entrado los señores Gray. Estos abrazaban y lloraban al lado de su hijo, pobres, los entendía. Unos años atrás  Thomas fue cosechado y cruelmente asesinado.

Thomas era su difunto hijo.

—El tiempo acabó, siguiente.—informó el agente de la Paz.

—No hay más personas, puede usar mi tiempo. No lo necesito—solté, mirando al hombre.

Puedo jurar que los ojos de la madre de Steven se iluminaron al escucharme, aunque, los de su padre también. Ambos me dedicaron una sonrisa, también debo admitir que me sentía muy incómoda en ese momento. Era su momento y lastimosamente yo no iba a tener el mío porque a mamá no le gusta acompañarme.

Decidí levantarme y salir por esa puerta, al instante, dos agentes de la Paz me detuvieron. No era tan tonta, sabía que no iba a poder escapar, era imposible hacerlo.

—Solo quiero estar afuera.

—No puede, debe quedarse junto a su compañero.—contestó rápidamente uno de estos hombres

—Ella no se va a escapar, vendrá conmigo, ¿No Sprintkount?

Me di la vuelta al escuchar eso, encontrándome con un joven de no más de veinte años. Bueno, no sé porque me hacía la misteriosa, en realidad, lo conocía. Él era Finnick Odair, ante mí se encontraba el ganador de los sexagésimos quintos juegos del hambre, y también mi futuro mentor.

—Si, voy con él...mi mentor—murmuré, mientras mis ojos aún observaban al rubio de ojos verde mar.

—Camina—ordenó, comenzado a caminar

—¿A dónde vamos?—me atreví a preguntar

Él se dio la vuelta, levantó una de sus cejas y soltó una suave carcajada. No entendía que era lo que le dio risa, o tal vez yo era antipática.

—Al tren, niña.

Me limité a decir algo, seguí dando pasos cortos y en silencio hasta que llegamos a la plataforma del tren. Nunca lo había visto de tan cerca, era demasiado largo y brilloso, no me imaginó cómo será por dentro. Seguramente muy lujoso y lleno de cosas que nunca tendremos en nuestra vida, a no ser de pertenecer al Capitolio o ganar los juegos. Y así es como lo pude verificar, al entrar pude observar una mesa llena de comida y unos muebles demasiado elegantes para mi gusto.

𝐃𝐄𝐑𝐈𝐕𝐄| 𝐅𝐢𝐧𝐧𝐢𝐜𝐤 𝐎𝐝𝐚𝐢𝐫Место, где живут истории. Откройте их для себя