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El desfile terminó más rápido de lo que yo esperaba, también pensé que se haría bastante agobiador. Pero no lo fue, sucedió de lo siempre; miles de capitolinos gritando hacia ti, las típicas palabras de Snow que eran: bienvenidos, y felices juegos del hambre. Luego se despidió y cada carruaje fue al lugar de salida. En cuanto nosotros llegamos ahí, Kenny nos llevó a conocer lo que sería nuestro piso. Que como siempre, era el número cuatro. Lo único que cambiaba era que esta vez todo era más lujoso, todos nos dábamos cuenta que no estimaron en gastos. Y tenía que ser así, era el súper vasallaje de los vencedores. Para muchos, esto sería demasiado épico. Esta vez tuvimos el gusto de elegir las habitaciones que se nos antojaran, pues, eran muchas. Yo como casi siempre, había elegido la que estaba alejada de todas. Aún me gustaba tener un poco de privacidad, y si me quedaba en la primera escucharía los gritos quejosos de Kenny regañando a Finnick, si es que aún se seguían comportando así. Al entrar a lo que iba a ser mi habitación, fui directamente a tirarme sobre la cama. Se podía decir que ya no aguantaba estar más de pie, estas cosas me hacían agotar de una manera increíble. Pero bueno, no me iba a acostar sucia. Debía ducharme primero, luego, dormiría todo lo que sea posible. Con pereza, me fui a duchar. Fue muy relajante y placentera, por lo que me quedé casi una hora adentro de la ducha. Ya al terminar, salí y vestí con el pijama que estaba guardado en el armario. Siendo sincera, ya se me habían ido las ganas de descansar. Esa ducha me despertó completamente.
La inmensa habitación en la que me hospedaba, tenía un un balcón, con una hermosa vista hacia la ciudad. Aunque siempre me quejó de la gente que vive aquí, debo admitir, que las vistas a la noche son fantásticas. Hay luces de todos los colores, edificios gigantescos. La ciudad estaba toda iluminada y, claramente, despierta, pese a que eran pasadas las doce de la noche. Al acerqué al balcón, una ventolera golpeó mi cara, hacia bastante frió. Pero no importaba, estos momentos a solas me servían para reflexionar, y pensar: qué diablos voy a hacer adentro de esa arena. Pensar el porcentaje de posibilidades de sobrevivir, en buscar los aliados correctos. Que sepa que no me van a apuñalar la espalda la espalda cuando yo esté distraída.
—¿Buenas vistas?
Al escuchar esa pregunta, me asusté. Inmediatamente, miré hacia atrás, pero allí no había nadie. Pensé que estaba sola, pero veo que no era así. Si no me equivocaba, esa voz era del mismísimo Finnick Odair. Con mis ojos, comencé a buscarlo por todo el lugar. Tal vez estaba escondido adentro del armario, o algo así. Pero me llevé la sorpresa de que nadie estaba adentro de mi habitación. Lo que me hizo dudar, ¿Si no hay nadie aquí, por qué estoy escuchando a Finnick? ¿Seré que ya habré excedido con mi locura?
—Arriba, Sprintkount.
Al escucharlo, rápidamente fui corriendo hacia donde estaba el balcón. Coloqué mis manos sobre el barandal, y extendí mi cuerpo hacia delante, para así poder ver hacia arriba. Y si, verifiqué que estaba muy cómodo arriba del tejado. Mis ojos se abrieron con sorpresa al verlo sentado tan tranquilo ahí.
