𝐃𝐄𝐑𝐈𝐕𝐄| 𝐅𝐢𝐧𝐧𝐢𝐜𝐤 𝐎𝐝𝐚𝐢𝐫

9

THE SAND

—Recuerden. Dejaran cosas muy cerca de la cornucopia, es para tentarlos. No vayan ahí, será un baño de sangre, tampoco salgan antes de su posición porque si no volarán en mil pedazos. Por último, suerte a los dos. Sé que pueden hacerlo, nos vemos a la vuelta.

Ambos mentores nos abrazaron.

Este era el momento en el que mis manos comenzaban a sudar, a la par de que mi respiración era más fuerte. Iba a entrar a la arena en menos de minutos, ya nada se podía evitar. Una vez que estaba ahí, adiós.

•

Nos subieron rápidamente al aerodeslizador, era la primera vez que me subía a uno. Era muy espacioso, y tenía varios asientos.

La gente que estaba adentro nos obligó a sentarnos, y a los segundos de eso comenzaron a acercarse con unas inyecciones en mano. Bueno, no eran eso, lo pude verificar en cuanto vi como una mujer colocaba un chip en el brazo de la chica del distrito número cinco.

—Esto es su rastreador, no tienen de que preocuparse — mencionó una.

Llego mi turno, la mujer estiró mi brazo e inyectó rápidamente el rastreador. Miré a Steven y suspiré entrecortadamente.

—Nos volveremos a ver, ¿No?—pregunte, tratando de sonreír

Él sonrío de lado y tomó mi mano.

—Tenemos las habilidades para salir del baño de sangre, y sobrevivir —Dijo él, antes de que la cosa comience a aterrizar.

Habíamos llegado muy rápido.

Luego nos separaron a todos, cada ayudante nos llevo hacia un cuarto en particular. Entré al mío y encontré a Hanna con la ropa que supuse que era para la arena. Ella estaba vestida con un traje color negro y dorado.

—Me alegra de que hayas sido tú y no tu hermana—Ella rió y se acercó a extenderme un conjunto de una campera y un pantalón. Impermeables, tal vez.

—Está tela sirve para mantener el calor del cuerpo, así que posiblemente tengas noches de mucho frío. O posiblemente, todos los días—tomé las prendas y comencé a cambiarme.

—Intenta ganar—su comentario me sorprendió—. Tendrás nuestro apoyo desde aquí, el de todos. No sé mucho de los juegos, pero sé que no es imposible ganar—Soltó, dejando una casta caricia en mi brazo izquierdo.

—Lo intentaré, además, debo probarme ese feo sombrero azul con plumas.

Una vez que terminé, ella señaló la cápsula que estaba detrás mío. Temerosa, me adentré a está y la miré por unos segundos. Esto me llevaría hacia la arena, en el peor de los casos, a mi muerte. Si fuera por mi, ni entraría.

—Suerte—susurró, antes de que la cápsula se cerrará y comenzará a subir lentamente.

Una pequeña luz se divisó desde lo oscuro de abajo, la cápsula terminó de ascender dejando ver lo que sería el campo de batalla. En ese momento mis ojos no creían lo que estaba ante mí, parecía ser la mismísima Antártida, obviamente, modificada. Pero, en el norte había un bosque lleno de nieve y unas inmensas montañas, ríos y glaciares que decoraban sus costados, en específico, de oeste a este.

El frío calaba cada parte de mi cuerpo.

Esto era inmenso, monstruoso, ¿Cómo nos mataríamos aquí?

En esos pequeños segundos que me quedaban también traté de buscar a Steven, que estaba casi en la otra punta que yo. Las plataformas eran de hielo, y estaban posicionadas en un semicírculo casi Perfecto. Era bellísimo, pero, todo lo lindo también tenía algo feo en el interior. Todo lo que estaba aquí era una caja de sorpresas, no sabías lo que te esperaba adentro. O tal vez si, pero con ayuda del que te dio la sorpresa. Algo que yo no tuve, pero otros tributos si. Como algunos profesionales.

Miré la cornucopia que estaba en frente de mi, ahí estaba la mayor parte de las provisiones, colocadas perfectamente a su alrededor. Era realmente tentador, pero no sería tan tonta de ir directo a mi muerte. O tal vez sí, era muy buena en tomar decisiones malas. Y si estaba a menos cero grados tampoco podía pensar también, mis pensamientos se congelaban.

La cuenta regresiva comenzó a escucharse.

Estaba demasiado nerviosa para pensar en otra cosa, lo único que debía hacer era escapar de ahí. "Bastante sencillo"

Doce, Once, Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno.

Un pitido sonó e inmediatamente todos comenzaron a correr. Corrí como si mi vida dependiera de ello, bueno, si lo hacía. Pero me costaba, nunca antes había corrido en la nieve; mis pies se atoraban en esta aunque lleve las botas especiales que nos habían dado.

A la lejanía divisé una mochila que tenía algunos cuchillos por la parte de afuera. Miré para mis costados, y la chica del tres también le había echado un ojo a esta. Traté de correr lo más rápido que pude, pero se me hacía casi imposible. Correr sobre la nieve era muy pesado y agotador. Pero, gracias a lo que sea que está allá arriba, logré llegar a la mochila. La tomé rápidamente, y desaparecí por los enormes árboles.

Luego de asegurarme de estar lo más lejos posible de la cornucopia, me recosté en un árbol, intentado recuperar el aliento. Nunca había corrido tanto en mi vida. Y esto, había sido muy cansador. La arena era horrible, te cansaba muy rápido; te hacía resbalar, te hacía tener mucho frío y sed.

En un momento de desesperación abrí la mochila, encontrándome: con dos cuchillos que desde lejos parecían ser mucho más grandes, una botella, una bolsa de dormir, unos cerillos, un alambre y por último una barra de comida deshidratada. Eran cosas buenas, debía admitirlo. Al instante guardé todo en la mochila. Tenía que seguir, y lo más importante, encontrar agua.

•

No se cuantos minutos estuve caminando, lo único que sabía es que estaba muriendo de sed. La escapada de la cornucopia y la caminata me habían dejado si aliento, y lo peor no era solo eso: la temperatura había bajado bruscamente, el poco sol que había estaba desapareciendo.

Mis pies ya me pedían un descanso a gritos, pero lastimosamente no podía. Habían pasado horas y no encontraba agua, estaba segura de que en poco tiempo sufriría una deshidratación profunda.

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