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DISTRICT EIGHT

El transcurso fue silencioso, ninguno de los presentes cruzó ni una palabra

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El transcurso fue silencioso, ninguno de los presentes cruzó ni una palabra. Cuando el aerodeslizador paró, supe que ya estábamos en el ocho. Rápidamente, todos salieron de sus asientos. Boggs nos dió una pequeña indicaciones para poder estar ordenados, y luego, salimos. Las compuertas se abrieron, dejando ver miles de edificios destruidos. Era algo parecido al doce, la única diferencia es que aquí si quedó algo. En el distrito minero no quedó nada, hasta esta deshabitado.

Debo admitir que estas situaciones me hacían poner un poco mal, la sangre se me enervaba de furia. Y en mi cuello se formaba un nudo que por más que intentará no podía sacar. Frente a nosotros estaba la realidad que sucedía si desafiabas al Capitolio. No iba a salir nada bueno, Snow manipula con esto. Tiene el pensamiento de que si nos inculca el miedo, dejaremos este juego. Pero creo que esta vez las cosas no serán así, la realidad, es que veo muy fuerte este movimiento. La gente está cansada de sufrir todas estas injusticias, no dejará patas una más. Esta gente luchará hasta que Panem esté libre, y aunque no me guste admitirlo, yo también lo haré.

Todos bajamos del aerodeslizador, y comenzamos a caminar en línea recta. Me daba un poco de cosa, ya que hace unos días el distrito fue bombardeado. No sabíamos si aún habían agentes de la Paz o si nos estaban mintiendo. Como siempre, nuestro futuro colgaba de un pequeño hilo incierto.

Caminamos unas diez cuadras hasta que unas personas se acercaron al grupo. Eran días hombres y una mujer. La última rápidamente se acercó a Katniss, a lo que yo la imité. Debía acompañarla y protegerla de cualquier cosa, ¿No? Ese era el trato.

—Están vivas, no sabíamos—habló una mujer, sin dejar de separar sus ojos de ambas

—Es la comandante Paylor, distrito ocho—presentó Boggs—Estaban en recuperación, pero, insistieron en venir a ver a sus heridos.

—Bueno, tenemos muchos—ironizó

Ella comenzó a caminar en línea recta, a lo que todos comenzamos a seguirla. No dimos tantos pasos hasta llegar a un edifico un poco mejor que los demás, que estaban destruidos. Cuando cruce el pedazo de material que era la entrada, un horrible hedor invadió mis fosas nasales. Era tan fuerte que te daba ganas de vomitar.

—Hay una fosa común a unas cuantas cuadras, pero no tengo hombres para trasladarlos. El hospital está detrás de esa cortina—señaló —Es bueno que les den una esperanza, el Capitolio los ha desmoralizado.

—¿No es malo tener a todos en el mismo sitio?—preguntó Gale, preocupado.

—Es mejor que dejarlos morir solos, que sus cuerpos también lo estén.

—No me refería a eso—trató de defender

—Es la única opción, si se te ocurre otra, Dímelo—él se quedó callado, por lo que ella continuó—Es por aquí.

𝐃𝐄𝐑𝐈𝐕𝐄| 𝐅𝐢𝐧𝐧𝐢𝐜𝐤 𝐎𝐝𝐚𝐢𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora