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A LITTLE CRAZY.

Ya cuando ambos terminamos de beber agua, él guardó cuidadosamente la espita

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Ya cuando ambos terminamos de beber agua, él guardó cuidadosamente la espita. Me alcanzó la rama de soporte, y pasó uno de mis brazos por su cuello. Y así, comenzamos a caminar por varios minutos. Si decía que me sentía mucho mejor, eso no era verdad. Tal vez la necesidad de tomar agua desapareció, pero los calores y temblores en mi cuerpo no lo hicieron. En este momento me gustaría saber si lo que pinchó es letal, porque si lo es, ¿Para qué me sigo esforzando por estar aquí? . La respuesta es: por las personas que me están viendo a través de la pantalla. Margaret, Kenny y también, Finnick, son los que me impulsan. Lucharé hasta donde pueda, por qué yo imagino que si alguno de ellos estuviera en una situación parecida a la mía, también lo harían.

—Yo soy de la época de las pastillas
potabilizadoras—dijo, tratando de establecer una conversación

—Creo que la mayoría de los que estamos aquí somos de esa época...

—Deberíamos parar, así le echamos agua a eso—soltó, mirando la picadura en mi cuello

—¿Cómo se ve?

—Más que horrible.

Chaff sé detuvo, me dejó apoyada en un árbol, y sacó la espita. Clavó su lanza en la corteza, para luego colocar el artefacto. Una vez listo, y que el agua comenzó a salir, se acercó hacia mí. Lentamente, me arrastró hacia el árbol. Me hizo agacharme un poco, y ladear mi cabeza. En cuánto las pequeñas gotas de agua hicieron contacto con mi piel, sentí un enorme ardor. Era horrible, para no quejarme, mordí mi labio inferior. Que a los minutos se volvió morado, gracias a la presión que ejercía. Cuando ya acabo, me dejó sentarme. Guardó todas las cosas en su respectivo lugar, y luego seguimos con nuestro pesado recorrido.
Estuvimos caminando por horas y horas, hasta que decidimos que era tiempo de parar. En todo ese transcurso, habíamos conseguido comida. A la primera vez que la vi, no se me apetito tanto. Pero Chaff dijo que ya los había probado, y no parecía tan asqueroso como se veía. Este hombre tenía muy buena vista, ya que en un árbol encontró unas pequeñas hojas llenas de unos gusanos grandes, blancos, del tamaño de un dedo. Me había dicho que se llamaban gusanos de chonta, y también, que estas larvas de escarabajo tenían muchas propiedades benefactoras. Supuestamente, servían para curar cualquier tipo de enfermedades. Si teníamos suerte, podría ayudarme a estar mejor. Estas cosas podían comerse crudas, pero no me gustó tanto la idea. Por eso, le aconsejé que podíamos cocinarlos en el campo de fuerza. Él aceptó, hicimos un pequeño campamento, y comenzamos a poner las manos a la obra.

—Se les quita la piel, y se come la grasa blanca de adentro. Son ricos, no los juzgues.

Cuando ya estuvimos cerca del campo de fuerza, nos sentamos al frente de él. Sacó las larvas que tenía guardadas, y lentamente comenzó a arrojarlas hacia el campo. Cuando hicieron contacto con este, hicieron chispas. No sé me habían quemado mucho, por eso, tomé uno. Recordé lo que hizo, y con uno de mis cuchillos lo abrí. Ignorando todos mis sentidos, metí esa grasita en mi boca. Pensé que me haría vomitar o algo parecido, pero estuvo buena. Tenía gusto a coco y carne.

𝐃𝐄𝐑𝐈𝐕𝐄| 𝐅𝐢𝐧𝐧𝐢𝐜𝐤 𝐎𝐝𝐚𝐢𝐫Where stories live. Discover now