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THE PARADE

Al sentir que los caballos habían comenzado a moverse, le di una última mirada a los dos

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Al sentir que los caballos habían comenzado a moverse, le di una última mirada a los dos.
Todo estaba repleto de gente: gritando, saludando, tirando flores y llorando. Aunque lo último se me hacía bastante raro, ¿Quién lloraba al ver a los tributos que morirían en la arena solo por darle un entretenimiento a ellos? Definitivamente esta loca población, para toda esta gente era una bendición poder ir a los juegos del hambre. Algo majestuoso. Pero para nosotros, para la mayoría era una desgracia porque muy pocos pueden acceder a tener una preparación para esto. Para nosotros esto era una obligación, para ellos una diversión más que los alimentaba.

Sentía que todo ocurría en cámara lenta, podía observar a toda esa multitud y a las carrozas que iban por delante nosotros. Justo en ese momento recordé lo que Finnick nos había dicho, debíamos atraer  la atención de los capitolinos. Aunque no me gustaba, ellos serían la gran parte de esto, ellos podrían ser nuestros patrocinadores y salvarnos la vida en un momento crucial adentro de la arena.
Sin pensarlo mucho, coloqué mis dedos en la mano de Steven. Cruzamos una pequeña mirada, antes de que él decidiera levantarla, haciendo que la gente comenzará a descontrolarse. Había funcionado.

Poco a poco los caballos fueron posicionándose en sus respectivos lugares, desde aquí pude ver como el presidente salía de su balcón y hacía un gesto para que todos sus seguidores se callen. Hasta de esta posición su aspecto daba miedo, parecía un hombre peligroso, mejor dicho, lo era. Era nuestro máximo dictador.

—Bienvenidos tributos, a los Sexagésimos octavos juegos del hambre.

Los minutos pasaron, y el presidente Snow cerró todo con un pequeño discurso acerca de los juegos, como siempre lo hacía. Luego los caballos volvieron al lugar de salida.

—Lo hicieron estupendo, creo que Lea tendrá bastantes patrocinadores—Aseguró Finnick con una sonrisa ladina en sus labios.

Por fin se había aprendido mi nombre.

—¿Por qué los tendré?—pregunté, confundida—No hice completamente nada. Solo levantamos nuestras manos y fingimos, como tú nos lo ordenaste.

—Una cara bonita siempre tendrá patrocinadores, apuesto que ya te tienen como una pequeña muñeca de porcelana que ellos podrán aprovechar— se burló

Levanté una de mis cejas, y me acerqué a Mags.

—Supongo que eso nos servirá de mucho, ¿no?

Mi respuesta no fue respondida, Finnick hizo una seña para que lo sigamos hacia al ascensor.

—Estamos en el piso número cuatro, ahí nos quedaremos. Deben ir a descansar, mañana será el primer día de entrenamiento.

Mags marco el piso número cuatro. Una vez que las puertas se abrieron, al instante se pudo observar lo lujoso que era nuestro piso, nada comparado con las cosas de nuestro distrito. Nada se podía comparar con eso.

—Sus habitaciones están al fondo—informó, antes de desaparecer por la oscuridad del pasillo.

Fui directamente a mi habitación. Estaba cansada y sin ganas de hacer nada más, había sido un día demasiado movido para mi.
Me obligué a cambiarme la ropa por un pijama que estaba arriba de la cama, una vez que terminé, me acosté y solté un gran suspiró. A la noche siempre tenía pequeñas crisis, y en este momento estaba ocurriendo eso, lo único que mi cabeza se preguntan era: ¿Qué haría yo aquí? ¿Cómo pretendía sobrevivir sin saber nada? ¿Cómo estaría mamá? ¿Estaría triste por mi? ¿Me extrañaría? ¿Alguien verdaderamente recordaría el nombre de Lea Sprintkount? .
Esas preguntas carcomieron mí cabeza por el resto de la noche, me impedían descansar porque ahora realmente me preguntaba, ¿Qué sería de mi vida a partir de esto?

Debía tratar de despejarme un poco, por eso decidí ir al comedor. Visualicé un sillón a lo lejos y me fui silenciosamente a sentar. Estaba en plena oscuridad pero eso era lo que menos importaba, solo quería estar sola y tratar de pensar en otra cosa que sea estar aquí.

—Deberías estar durmiendo.

Coloqué una mano en mi pecho al escuchar esa voz. Giré mi cabeza y encontré a Finnick saliendo del ascensor, con su camisa alborotada al igual que su cabello.

—No puedo, tengo mil cosas en la cabeza—susurré por lo bajo

Él se sentó en frente de donde estaba mi sillón.

—La mayoría de las personas comenzamos a tener insomnio cuando entramos aquí, y vamos directo a una matanza.

Lo miré de reojo y suspiré.

—Nunca en mi vida imaginé que mi nombre salga de esa urna, planeaba que esta sea mi ante última cosecha. Luego sería completamente libre, pero no—mi voz se rompió y pequeñas lágrimas intentaron salir a flote. Estaba muy sensible en ese momento—.No quiero ser una del montón, una vida más con la que juega el Capitolio, con la que juega Snow—recosté mi cabeza en el sillón—.Quiero ser positiva, pero no puedo—confesé.

Quería tratar de pensar en que podía salir viva de esa arena, que podía convertirme en una vencedora más. Pero se me hacía imposible. Todo sonaba como una utopía.

—Era un niño cuando mi nombre salió en la cosecha, hice creer a todos que sería el pequeño indefenso. Que sería el primero en caer, que ellos me matarían, pero, fue todo lo contrario porque ellos cayeron primero—.Yo te ayudaré a hacer eso, entrenarás los pocos días que tenemos. Los harás pensar que eres una muñequita de porcelana que todos pueden dañar y moldear a su antojo, pero que por dentro es todo lo contrario—.Te ayudaré a que regreses con vida, puedes ganar. Todos tienen esa oportunidad, solo que algunos más que otros. Propóntelo, ponte la meta de que ganaras los sexagésimos juegos del hambre. Además, rubia yo te tengo fé.

 Además, rubia yo te tengo fé

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Holi💖

𝐃𝐄𝐑𝐈𝐕𝐄| 𝐅𝐢𝐧𝐧𝐢𝐜𝐤 𝐎𝐝𝐚𝐢𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora