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VOLUNTEERS

 Debía pensar rápido, sólo teníamos una opción: que era escapar de ahí

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 Debía pensar rápido, sólo teníamos una opción: que era escapar de ahí. Así que como pude, escapé de esa muerte asegurada.

Estaba empapada de la cabeza a los pies, al igual que Triana. No sabíamos cuándo diablos las bombas iban a parar, parecía que continuaban y continuaban. Cada vez rompían más la corteza del trece. Algunos pedazos de materiales ya habían comenzado a caer, los tuve que esquivar rápidamente. De otra manera, ya estuviéramos las dos bajo cien metros de material y tierra mojada.

Seguí bajando las escaleras, con la niña en brazos. Ella no decía nada, lo único que hacía era aferrarse a mi y a su conejito de peluche. Era raro que nadie haya parado las compuertas para buscar a esta niña, estoy segura de que su familia se dió cuenta que no estaba junto a ellos. Tenias que darte cuenta de que faltaba un integrante de tu familia.

Mis piernas ya estaban cansadas de subir y bajar escaleras, por lo que decidí desviarme por uno de los pasillos. Era uno de los pocos que no estaba destruido, el que estaba más cerca del piso número cuarenta. Tal vez si hacíamos un poco de ruido nos puedan escuchar. Esa fue la primera idea que se me vino a la cabeza, pero inmediatamente desapareció. El ruido que producían las explosiones no dejaría que nadie nos escuche.

—¿Qué haremos?—habló por primera vez

Sinceramente, no sabía qué hacer.

—Esperar.

Luego de decir eso, me senté en el piso. Ella se acomodó arriba de mí, al igual que su muñeco.

—¿Cómo se llama?

Ella levantó su cara.

—Copito.

Cuando pensé que las cosas no podrían empeorar más, así fue. La luz se cortó, dejando todo en una inmensa oscuridad. Daba miedo mirar hacia el final del pasillo, tu cabeza podía imaginar miles de cosas.

Lo único que se podía escuchar eran las bombas, acompañadas de la pequeña lluvia que aún estaba cayendo sobre nosotras.

Triana, asustada, gritó. Intenté calmarla, pero no sirvió de mucho, ella se largo a llorar. Su llanto era tan débil e inocente, que a mi también se me escaparon un par de lagrimas. No podía ser, sentía que todo me sucedía a mi. Tal vez era una señal, tal vez debería alejarme de todo esto. Es lo primero que debí hacer desde el primer momento porque, ahora, me estaría ahorrando estos malos momentos. Si me hubiera ido al bosque, estaría viviendo mucho mejor que aquí.

La niña lloró unos minutos más, hasta que poco a poco se quedó callada.

—¿Alguien nos vendrá a buscar?

—Seguramente—mentí, ya no me quedaban tantas esperanzas

—Mamá dice que eres importante para esta revolución, que eres fuerte.

𝐃𝐄𝐑𝐈𝐕𝐄| 𝐅𝐢𝐧𝐧𝐢𝐜𝐤 𝐎𝐝𝐚𝐢𝐫Où les histoires vivent. Découvrez maintenant