Es cuestión de decepción.

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Es cuestión de decepción. De esperar lo que yo te di a ti y deseé tener una mínima parte de regreso, cuando la verdad es que no lo obtendría, nunca tuve ni la cuarta parte. Esa manía de mi alma de seguir preocupándome por ti, incluso cuando estoy molesta y trato -en vano- de ignorarte. Se trata de la molestia que arrastro de que no cumplas lo que dices, de que se te olvide lo que tiene tanta importancia dentro de mi ser; es verte y darme cuenta que no nos encontramos en el mismo camino, que lo que pudiste necesitar de mí ya lo obtuviste y es por eso que ya no tengo un lugar en tu vida. Es cuestión de decepción debido a que imaginé, pensé y sentí –en algún momento- que todo fue real y no un sueño que fue tan intenso y vivencial que se sintió verdadero. Siempre fue cuestión de percepción y de atención, entonces, cuando me voy diciendo que no espere nada más de ti, me sorprendes recordando cuestiones sencillas como que no me gusta el maní. Y lamentablemente sigo siendo el gato malherido que aunque necesite cobijo solo ataca a quién se le acerque, a quien desea ayudarle de alguna manera, incluso aunque mi parte maldita desee hacerte daño no es mi estilo y me niego a pagar de la misma manera. Es cuestión de desprenderme, de depurarme, de seguir dejándote ir; de volverme a perdonar y dejar de cuestionarme, de continuar con mi frente en alto, de volverme la mejor versión de mí resguardando esa parte vacía en mí que te entregué y no tendré de vuelta. Es cuestión de decepción por sentirme abandonada, porque sin importar cuantas veces me digas que estás para mí, que me tienes, que puedes sostenerme, ambas sabemos que es una verdad a medias y que no puedes mantener. Es cuestión de decepción por no saber de qué manera me amaste (¿o me amas?) y lo peor es no saber qué hiciste con todo el amor que te entregué.  

En la memoria de mis sentimientosWhere stories live. Discover now