En la memoria de mis sentimientos

En los valles de su pecho

En los valles de su pecho derramé mi primera lágrima ante su presencia (invadida por la nostalgia producto de mi acertada intuición), esa que se me escapó mientras nos comunicábamos sin emitir palabras, solo con la intensidad de nuestras miradas. A un solo latido, de dos corazones que marchaban en sentido contrario, carente de sentido.

En los valles de su pecho deseé quedarme y acurrucarme, aquel instante fue tan eterno como efímero, llevándose un fragmento de mi amor, de mi alma y de mi vida. Y quise, de verdad que quise, pernoctar ahí, convertir esa parada del tren frenético de mis sentimientos en mi hogar y su escasa caricia, a través de mi espalda, en mi andar.

En los valles de su pecho me tuve que despedir sin querer hacerlo, sabiendo que había llegado el momento, que sin importar mis argumentos era un hecho, que la entrega no fue suficiente y que el dolor era inevitable (!que eufemismo tan radical!).

En los valles de su pecho aún ruego por estar y terminar de derramar el agua de sal que mis heridas sanará, porque las palabras ya fueron dichas y aunque desee repetirlas no remediaran la marcha de toda una vida. Creo que me merezco ese instante robado al tiempo, que se niega hacer agendado por mi mano incluso si tan solo es en forma de verso; una despedida tangible, sin dudas, arrepentimiento o ahogo, sabiendo que el dolor seguirá ahí sosteniéndome y recordándome/le que vivo, respiro y ando a través de él, porque es él quien no me deja sola, es quien está mi lado como una sombra y es quién me cuida cuando arremetes sin excusa permitida.