Cap 39: Despedida

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Alaska's POV

Hay ocasiones en que la percepción que tenemos del tiempo no es la misma que tienen los demás. A veces sentimos que todo va demasiado despacio, tan despacio que nos da la sensación de que somos incapaces de avanzar y nos quedamos atrapados en el momento o situación que estamos viviendo. En otras ocasiones por el contrario sentimos que todo va demasiado deprisa, tan deprisa que no terminamos de reaccionar ante lo que estamos viviendo. Como si en vez de ser partícipes de la situación que nos rodea, somos simples espectadores.

Así me sentí durante los últimos días de la semana pasada.

Después de que Izan me diera la noticia me quedé en blanco, creo que me olvidé hasta de respirar. Sólo reaccioné cuando lo vi echarse para atrás en la silla con la mirada perdida y sin ser capaz de decir nada más.

Camine hasta que llegué a él y me senté en su regazo abrazándolo, apretándolo con fuerza. El me devolvió el abrazo con la misma fuerza, ambos necesitábamos sostenernos el uno al otro.

Respirando profundamente primero me contó todo lo que le había dicho el abogado de su abuelo que fue quien lo contactó. Estaban almorzando juntos cuando de repente Mishenka se empezó a sentir mal y tuvieron que llevarlo al hospital. Al parecer sucedió algo parecido a lo de la última vez, pero los médicos no pudieron hacer nada.

Sólo derramó una lágrima antes de pedirme que me pusiera en contacto con los miembros de su familia y algunos amigos importantes, el funeral se haría temprano por la mañana al día siguiente. Él tendría que llamar a sus padres y asegurarse de que todo estuviera listo. Yo asentí y dejé que limpiara las lágrimas que había derramado para luego darme un casto beso en los labios.

Me quedé sentada en el sofá de su oficina, no me creía con la fuerza suficiente para hacer esas llamadas estando sentada en mi escritorio sin él a mí alrededor. Lo primero que hice fue llamar a Mikel sabiendo que Izan lo necesitaría cerca con todo lo que tenía por delante, el rubio demoró solo cinco minutos antes de llegar.

Después llamé a mi papá, no tenía el valor de ser yo quien le dijera a mi abuelo que su amigo del alma había muerto, mucho menos de una manera tan impersonal como lo era a través del teléfono. Papá me dijo que él se lo diría a mis abuelos pero que estos estaban de visita en casa de uno de mis tíos, entre eso y el tiempo que les llevaría volar hasta New York haría imposible que pudieran llegar a tiempo para el funeral mañana.

Cuando terminé de hablar con él empecé con la agotadora tarea de tener que informar de lo que había pasado. Me llevó al menos dos horas hacerlo.

Para cuando Izan y yo pudimos dejar la empresa era bastante tarde. Avisé a mis hermanos de que me quedaría en su casa cuando pasé a nuestro apartamento para tomar ropa para el funeral.

Estuvimos toda la noche abrazados, apenas dormimos pero permanecimos en silencio. Cada uno encontrando las fuerzas suficientes para lidiar con esa tormenta que se formaba sobre nuestras cabezas.

A la mañana siguiente solo intercambiamos un par de palabras mientras nos preparábamos. De desayuno solo tomamos un café bien cargado. Cuando salimos de la casa ambos íbamos vestidos de negro y llevando lentes del mismo color para cubrir las pronunciadas ojeras.

En la entrada del edificio nos esperaba un extremadamente serio Benjamín para llevarnos a la funeraria. Izan lo saludó con un asentimiento de cabeza, yo me acerqué y le di un corto pero emotivo abrazo. Sé que aunque mantenga su habitual profesionalidad está igual de afectado que nosotros.

Cuando terminamos el abrazo subo al auto junto a Izan, él permanece todo el camino en silencio y mirando por la ventana, pero sostiene una de mis manos con fuerza sobre su regazo.

¡Quiero matar a mi jefe! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora