CAPITULO 35

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· Seguramente, ahora mismo, ella tendría la palabra indicada para hacerme sentir mejor en cuanto a lo que me está ocurriendo, o al menos, sé que se esforzaría para que dejara de hacerme preguntas y de exigirme tantas respuestas a mí misma. Preguntas como; por qué cuando debía estar disfrutando de mi fin de semana libre, junto a mi familia, a la cual solo veo una vez al mes, mi mente no deja de pensar qué estará ocurriendo en "La cascada". Cómo se encontrarán los usuarios, y sobre todo, cómo habrá transcurrido el fin de semana para ella... para DANIELA. Las puertas del ascensor se abren en el primer piso de este centro de salud mental, como cada mañana de los últimos dos meses. Exactamente igual que aquel primer día en el que comenzaba nerviosa mis prácticas. Desde ese momento, todos los días, hago el mismo recorrido; me detengo en el primer piso y comienzo a avanzar por el pasillo, mientras los latidos de mi corazón se aceleran con cada paso. Es extraño, que siempre ocurra igual y que este órgano no se haya acostumbrado ya, a los acontecimientos. Me hace sentir como una adolescente nerviosa y llena de ansiedad. Exactamente igual que en este momento, en el que lo siento golpear mi pecho con fuerza, a medida que avanzo y escucho los pasos de alguien acercándose. Puedo saber de quién se trata, porque si no, él no latiría tan rápido. Es ella. Apenas transcurren unos segundos, cuando la veo aparecer por una esquina. Contengo involuntariamente la respiración, mientras la veo aproximarse con su mirada al frente y comienza a llegarme el olor que desprende su cabello recién lavado. Sonrío. No puedo controlar esa sonrisa que se dibuja en mis labios cuando camina a mi lado, dejando el aire impregnado con su aroma y continua andando como si ignorara mi presencia. En el fondo, sé que no lo hace. Ella sabe que estoy aquí. Siempre ocurre igual, nos encontramos cada mañana a primera hora y no me dirige ni siquiera una mirada. Pero por algún motivo, ambas continuamos haciendo lo mismo cada día.

Desde aquel primer momento, algo me hizo querer que sea ella, lo primero que vea al llegar a trabajar y quiero ser yo también, lo primero que ella "vea" al comienzo de su día. Aunque sus ojos ni siquiera me miren. Una vez volvió a desaparecer en la lejanía, continuo caminando hacia el ascensor, con una sonrisa y una sensación de bienestar que invade mi interior. La extrañaba. Curiosamente, la había extrañado mucho. Más incluso de lo que debería, y sé que es una locura, porque nunca he cruzado una sola palabra con ella, y desde aquella vez, nuestras miradas no se han vuelto tampoco a encontrar, a pesar de que sigo de cerca sus movimientos y actitudes. ¿Se puede extrañar a alguien con quien lo único que compartes es silencio? Ojalá tuviera la respuesta. Lo único de lo que estoy segura, es de que DANIELA ya me resulta familiar. Es una parte importante de mi vida actual y también de mí. Es mi proyecto. Entre tanto pensamiento, llego a la planta de despachos y antes de adentrarme en mi "guarida", decido ir al despacho de PAULA para saludarla. En estos dos meses, nuestra relación se ha vuelto bastante estrecha. Además de mi jefa y compañera, se ha convertido en una buena amiga con la que puedo contar para cualquier cosa que necesite.
PAULA: ¡Adelante! ─escucho desde el otro lado, segundos después de haber llamado a la puerta.
POCHE: Buenos días, doctora GALINDO.
PAULA: ¡Doctora GARZON ! ─alza la cabeza para recibirme con una sonrisa mientras me guiña un ojo ─
¿Ya regresó usted de su visita familiar?

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora