CAPITULO 137

2.8K 167 0
                                    

· PAULA: ¿Todo bien? ─me preguntó preocupada en cuanto me vio llegar.
POCHE: Si ella llega a... ─me detuve ante el simple pensamiento y observé a mi amiga ─No voy a ser capaz de soportarlo, PAULA. No podré hacerlo.
Sé perfectamente que PAULA se refería a la conversación que acababa de tener con el padre de DANIELA. Pero lo cierto, es que ese es el menor de mis problemas ahora mismo. Lo único que me importa, lo único que me preocupa, es que la mujer de la que estoy enamorada, se encuentra inconsciente en una cama, peleando por su vida. Justo en el momento en que mi amiga se dispuso a responder, las puertas por donde anteriormente se la habían llevado, se abrieron, dando paso un doctor diferente al de la ambulancia. Eso sí, estaba acompañado por Marta, la enfermera.
Doctor: ¿Familiares de DANIELA CALLE? ─preguntó en cuanto se acercó a nosotros. ─
GERMAN: Yo soy su padre! ─intervino GERMAN CALLE, apareciendo por detrás ─
¿Cómo está mi hija?
El suspense que de pronto se había creado, me obligó a apretar con fuerza los puños, tratando de retener lo máximo posible, esas lágrimas de terror que vuelven a amenazar con salir. Mi corazón late a toda velocidad y ya ni siquiera siento el oxígeno llegar a mis pulmones. Creo que llevo segundos reteniendo el aire sin apenas darme cuenta, sin querer siquiera observar al doctor. Limitándome a mirar al suelo, hasta que dé la noticia que tenga que dar.
Doctor: Fuera de peligro ─informó consiguiendo, que esta vez sí, el alma regresara a mi cuerpo. Me llevé ambas manos al rostro y en apenas unos segundos, agradecí al cielo, al Universo, a Dios, o a quien sea que haya allá arriba, las palabras que devolvieron el aire a mis pulmones. ─
Por suerte, mis compañeros llegaron a tiempo para practicarle la reanimación cardiaca. Y aunque parece un auténtico milagro, DANIELA se encuentra recuperándose fuera de peligro, aunque aún no ha recuperado la conciencia. En las pruebas que le realizamos, no hemos encontrado daños cerebrales aparentes. Pero su corazón estuvo demasiado tiempo sin bombear y sin llevar oxígeno a su cerebro. Hay que esperar a que despierte, para comprobar si hay daños.
GERMAN: ¿Qué daños? Doctor: Pérdida de memoria, parálisis parcial, déficit del habla. Es imposible saberlo con exactitud. Aunque en las pruebas no se refleje, es posible que alguna parte mínima de su cerebro se haya visto afectada por la falta de oxígeno y hasta que no despierte, no podremos averiguarlo. Pero no se preocupen por eso ahora. Lo más grave ya pasó. DANIELA despertará en cualquier momento y mientras más pronto lo haga, mejor.
GERMAN: ¿Pero que fue exactamente lo que le sucedió? ¿Una parada cardiaca, así, de la nada?

Doctor: No fue "De la nada", señor CALLE. Es algo que desde hace tiempo se veía venir, según nuestros informes. Si no era la misma DANIELA la que volvía a atentar contra su vida, iba a ser su cuerpo el que solicitara un descanso. Cualquier ser humano necesita una serie de nutrientes, de los cuales, su hija carece en este momento. Y desgraciadamente, su corazón no pudo resistir más. Se rindió, cuando vio que ella también lo hacía. Es muy difícil anticiparse a ese hecho, saber cuándo va a suceder. Hay personas que aguantan más que otras. Pero DANIELA ha llegado a un punto, en el que está demasiado débil. Parece incluso, que no hubiera probado bocado durante semanas. Así que, sinceramente les repito, que es prácticamente un milagro haber conseguido reanimar el corazón de alguien que ya se había rendido.
POCHE: Eso es porque aún no lo ha hecho ─irrumpí por primera vez, consiguiendo que todos me miraran ─Aún no se ha rendido. ─susurré─ ¿Podemos pasar a verla?
Doctor: Sí, pero solamente uno de sus familiares.
En este momento, todas mis esperanzas de volver a verla cuanto antes, cayeron al piso, sabiendo perfectamente, que sería su padre el que podría pasar a estar con ella.
GERMAN: POCHE... ─escuché con su tono de voz ─Entra tú. ─mi sorpresa, al igual que la de casi todos los presentes, fue más que obvia al mirarlo con el ceño fruncido, confundida ante lo que acababa de pedir. ─
Estoy seguro, de que eso es lo que mi hija querría.
Lo observé con seriedad, sin saber muy bien qué hacer o qué decir. Pero agradeciéndole en silencio y con cada poro de mi cuerpo, ese gesto que en este momento tanto significa.
Doctor: Discúlpenme ─intervino el doctor ─Pero las reglas del hospital indican, que solo puede pasar un familiar ¿Es usted familia de la paciente?
GERMAN: Esta chica ha demostrado ser más familia de mi hija, de lo que he sido yo en toda su vida. Así que, como padre, autorizo que sea ella quien es esté a su lado.
Se volvió a producir otro silencio, durante el cual, yo simplemente puedo observar a GERMAN CALLE, aún incrédula. Y el doctor, parece estar sopesando la situación, no muy convencido. Doctor: Está bien ─aceptó por fin ─Entonces acompáñeme, señorita. El padre de DANIELA asintió, indicándome que era el momento de seguir al doctor.
POCHE: Gracias... ─le susurré antes de apartar definitivamente la mirada, y pude ver un atisbo de sonrisa en su rostro siempre serio. Aunque lo cierto es que no presté demasiada atención, pues sin perder más tiempo, seguí al doctor y a la enfermera, hasta la habitación donde ella se encontraba. Una vez allí, él abrió gentilmente la puerta, invitándome a entrar.
Doctor: Si llegara a despertar mientras está usted aquí, no dude en avisar a alguna de mis compañeras ─indicó señalando a Marta, que recibió mi mirada con una sonrisa ─Estarán por la zona y enseguida se pondrán en contacto conmigo para revisar a DANIELA. Es importante que no se altere si despierta. Debe estar tranquila.
POCHE: No se preocupe ─asentí simplemente, deseosa por entrar ya en esa habitación.
Doctor: Muy bien, entonces pasaré por aquí en un rato, a ver cómo va todo.
POCHE: Gracias.
Marta: Si necesitas algo ─intervino la chica, captando una vez más mi mirada ─Estaré por aquí cerca.
Asentí, ofreciéndole lo más parecido que pude a una sonrisa de agradecimiento. Pero realmente, creo que mis labios ni siquiera llegaron a moverse un milímetro. Y ambos se marcharon, dejándome sola frente a una puerta, que una vez más, era lo único que me separaba de ella.
Entré sigilosamente en la habitación y mi corazón comenzó a latir desesperado, a medida que me acercaba a la cama e iba descubriendo su cuerpo recostado. Una imagen algo distinta a la que tuve en la ambulancia, porque en esta ocasión no hay ninguna mascarilla que la ayude a respirar y su cuerpo está cubierto por unas impecables sábanas blancas. Aunque igual que antes, sigue conectada a una pequeña máquina que refleja el ritmo de sus latidos. Ya junto a ella, me permito a mí misma unos segundos de tregua para simplemente observarla.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora