CAPITULO 57

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Considero que en este momento, soy absolutamente capaz de cerrar los ojos y recrear en mi mente, todas y cada una de las manchas y marcas que tiene el techo de mi habitación. Debo llevar horas en esta misma posición. Acostada boca arriba, como si estuviera observando el cielo estrellado más interesante del mundo. Ya he contado ovejas, cerditos, cabras, incluso leones, y ni siquiera esa granja ha conseguido que sea capaz de pegar ojo. Morfeo parece no querer visitarme esta noche y la desesperación comienza a impacientarme. Dado que además de eso, mi estómago comienza a crujir por el hambre, después de resoplar completamente resignada, decido levantarme a la cocina en busca de un vaso de agua y algo de comida, con la esperanza de que actúen como somnífero. Son las 4:03 de la mañana, eso quiere decir, que si me durmiera en este preciso instante, dormiría 2 horas y 57 minutos. Pero obviamente a eso debemos restarle el tiempo que tardaré en ir a la cocina, comer y volver. No, mejor no calculo el resultado. Además ¿Por qué demonios no puedo dormir, si no soy capaz ni de mantener los ojos abiertos cuando me levanto? Observo como RAMON está acostado sobre su cómoda cama para perros, situada en la sala y alza la cabeza en cuanto siente mi presencia.
POCHE: ¿Tú tampoco puedes dormir? ¿Será cierto eso de que las mascotas, concretamente los perros, son capaces de dejarse influenciar por el estado de ánimo de su dueño? ¿Y que reciben las buenas o malas vibraciones de cualquier ser humano? No sé si será cierto o no, pero si es así lo compadezco, pues sus únicas preocupaciones deberían ser; comer-dormir-salir a la CALLE, y no aguantar mi insomnio y mis quebraderos de cabeza.

Me sigue hasta la cocina, sabiendo que seguramente recibirá algo de comida él también. Así que lo primero que hago es servir un poco de ese pienso que tanto le gusta, en su recipiente, al que rápidamente ataca como si llevara semanas sin ser alimentado. Busco entre los armarios algo rápido y fácil que no precise de preparación, pero al ver que lo único apetecible son unas galletas a punto de acabarse, recuerdo que debo hacer la compra. Los supermercados deberían estar abiertos a esta hora, así al menos, mi insomnio resultaría productivo. Una vez de vuelta en la sala, decido tumbarme en el sillón y encender la tele mientras disfruto de mis últimas galletas y un vaso de leche caliente, que terminó siendo la sustituta del agua. En la televisión a estas horas no hay más que programas de tele-tienda en absolutamente todos los canales. Juegos de cuberterías, milagrosos aparatos que te hacen parecer culturista sin necesidad de pisar un gimnasio, otros extraños aparatos que no sé para lo que sirven, y dada su forma, prefiero no saberlo. Y así, un largo etcétera de productos que probablemente alguien esté comprando en estos momentos. RAMON no tarda sino unos minutos en aparecer de un salto sobre el sofá, dispuesto a hacerme compañía y apartar mi atención de esos anuncios publicitarios tan "interesantes", nótese la ironía.
POCHE: ¿Por qué no podemos dormir? ─Pregunto observando cómo recuesta su pequeña cabeza sobre mi estómago. Nunca he sufrido de insomnio, de hecho, mi capacidad para quedarme dormida es bastante rápida y profunda. Y no son muchas, por no decir ninguna, las ocasiones en que algo ha conseguido robarme el sueño. Aunque si es cierto, que siempre he sido una especie de ave nocturna, para quien la inspiración aflora en las noches con más intensidad.
Hace algunos años, cuando pasaba las vacaciones en la casa del lago, podía perfectamente estar despierta hasta las 3:00 y 4:00 de la mañana, escribiendo cualquier cosa que por mi mente pasara. Mi abuela solía despertarse en plena madrugada y al ver encendida la luz de la sala, siempre me preparaba un vaso de leche caliente y se sentaba a mi lado, esperando que le leyera lo que quiera que estuviera escribiendo. Adoraba compartir esos momentos con ella, porque era la persona más sincera que podía existir y siempre tenía tanto elogios, como críticas constructivas. Ella aseguraba que con el paso de los años, mi expresión y vocabulario mejorarían a la hora de escribir. Pero siempre me decía, que yo poseía algo que no se ganaba con los años, ni con la experiencia. "Escribes con el corazón ─Me decía. ─Consigues que con cada palabra, me sienta parte de ti y de tus emociones. Eres increíblemente sensible, POCHE... y la persona que consiga conquistar tu corazón, se estará llevando el mejor regalo que la vida le pueda dar." Claro que, era mi abuela, prácticamente como mi madre, ¿Qué podía pensar ella de su nieta favorita? Si me viera ahora, después de tantos años y sin haber encontrado aún a esa persona, seguramente tendría nuevas y alentadoras palabras que me impedirían perder la fe. No es que la haya perdido. Pero a veces pienso que he idealizado tanto el amor durante toda mi vida, creándolo en historias imaginarias, que si cuando alguien se acerca a mí, no siento eso, simplemente no pierdo el tiempo. Pero en ocasiones pienso... ¿Cómo voy a encontrarlo, si ni siquiera doy la oportunidad de que alguien entre en mi vida el suficiente tiempo para que pueda comprobarlo? A lo mejor me equivoco al pensar que es algo súbito e inesperado, algo que te controla sin que puedas controlarlo. Así como mismo no puedo controlar el hecho de llevar horas recordando todo lo sucedido el día de hoy, o el de ayer, dada la hora que es.

POCHE: Habló... ¿Sabes? ─Me dirijo al cachorro, dejando suaves caricias en su cabeza ─Y tiene una voz... perfecta. Perfecta para ella, igual de dulce y delicada que su apariencia. Definitivamente, no podría haber tenido otra voz que no fuera esa. ─No puedo evitar suspirar, con un sentimiento de preocupación, mientras observo a la nada ─
RAMON, es tan hermosa...tan frágil... ¿Cómo puedo ayudarla, pequeño? ¿Cómo puedo hacerla abandonar ese infierno que debe estar viviendo? Siento tantas ganas de protegerla cuando está a mi lado... cuando me mira, con esa tristeza que expresan sus ojos... con ese vacío, te juro que solo tengo ganas de abrazarla. Abrazarla y que nada ni nadie pueda dañarla mientras esté entre mis brazos.
Sin mucho ánimo de volver a la cama para continuar dando vueltas, recuesto mi cuerpo sobre el sofá, mientras continúo recreando en mi mente cada imagen de lo ocurrido hace apenas unas horas. Cada momento, cada palabra, cada mirada... POCHE: Esto es una locura... ─vuelvo a suspirar ─Déjame ayudarte, DANIELA... Permíteme intentar conseguir que veas el mundo con otros ojos. Déjame llegar a ti, déjame rescatarte.
8:00 de la mañana y aquí me encuentro un día más, andando por el pasillo de la primera planta, como si de un zombi me tratase. Debo haber dormido una hora en toda la noche. A ciencia cierta, no estoy segura, solo recuerdo que el sonido del despertador me sobresaltó haciéndome creer que hacía apenas cinco minutos que había cerrado los ojos. Gracias al café, estoy un poco más despierta en este momento, pero aun así, presiento que la trasnochada me pasará factura a lo largo del día.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora