CAPITULO 82

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· DANIELA: ¿Qué tocó hoy? ─preguntó sin embargo, refiriéndose a mi comida.
POCHE: Uhm... Creo que es una especie de... ─Dudé mientras observaba el interior del recipiente ─algo así como... No tengo idea ─Decidí sonriendo y mostrándole la comida. Pero huele bien. Así que debe estar bueno. ¿Quieres?
Ella negó con la cabeza y yo comencé a comer, tratando de que no se creara ningún silencio incomodo a continuación. En ocasiones, olvido su enfermedad. Pero lo cierto, es que en el fondo me aterroriza saber que existen millones de incógnitas en cuanto a ello, que no sé si algún día podré descubrir. Cuando alcé la vista nuevamente, me di cuenta de que DANIELA había vuelto a concentrarse en la lectura. Pero lo que descubría al observar el libro que tenía entre sus manos, me dejó completamente atónita.
POCHE: ¡No puedo creer que ya hayas leído casi la mitad del libro! ─exclamé asombrada. Volvió a encontrar mis ojos y se encogió de hombros, quitándole importancia a mi perplejidad.
DANIELA: No es que tenga demasiadas cosas que hacer por aquí.
POCHE: A este paso, voy a tener que comprar una biblioteca sólo para ti.
Ella volvió a sonreír ante mi comentario. Como no deje de hacer eso, me va a resultar imposible borrar de mi rostro, la expresión estúpida que debe quedárseme, cada vez que en sus labios se dibuja esa tierna sonrisa.
POCHE: ¿Y te gusta? ─pregunté haciendo un gesto con la cabeza para señalar el libro.
DANIELA: Está muy interesante ─asintió ─Diste de lleno en el clavo.
Asentí, dejando que a continuación se creara el silencio que le permitiera regresar a su lectura, mientras yo terminaba de comer. Minutos más tarde, una vez los alimentos ya se encontraban en dirección a mi estómago y la manzana del día había sido cuidadosamente pelada, despedazada y colocada a su lado, abrí la funda de mi guitarra y saqué de ella un cuaderno y un bolígrafo para dejarlos abiertos sobre el césped, mientras acomodaba la guitarra entre mis brazos. Comencé presionando algunas cuerdas, asegurándome de que estuviera correctamente afinada y a continuación, recordé con sonidos, aquellas anotaciones de acordes que hice la última vez. Era exactamente como la recordaba. Y al mismo tiempo que la música llegaba a mis oídos, leía en mi mente la pequeña estrofa que hasta ahora había escrito. Continué repitiendo los mismos acordes, definiendo así, la melodía de este proyecto de canción. Cerré los ojos, dejando que la música me guiara hacia ese lugar de mi interior, donde debía esconderse la letra perfecta. Se me ocurrían algunas frases. O más bien, tenía bien claro lo que quería contar, pero no estaba siendo capaz de ordenarlo de una forma adecuada, ni encontraba las palabras exactas para expresarlo. Así que, sin dejar de tocar la melodía, abrí los ojos y encontré a DANIELA frente a mí, con su vista aun puesta sobre el libro. Aparentemente ajena a todo lo que ocurría a su alrededor y sumida en un mundo paralelo, en el que su vida, no era realmente su vida. Un mundo en el que podía ser quien ella quisiera y como ella quisiera. Un lugar en el que ni su enfermedad, ni su vacío, ni esas personas que no sabían verla realmente, existían. Ese es el poder de la lectura. Entonces, las palabras comenzaron a fluir por si solas, y fui apuntando cada una de ellas, mientras continuaba con la melodía y alternaba mi vista entre ella y la hoja de papel. {Míralo, es eso lo que ves, Acéptalo, puedes ser quien tú quieras ser. No tengas miedo, yo estoy aquí...} No sé exactamente cuánto tiempo transcurrió, mientras continué escribiendo las frases que poco a poco se fueron convirtiendo en estrofas. Sólo sé, que me encontraba completamente concentrada en mi labor y las palabras iban fluyendo acompañando a mi inspiración, cuando volví a escuchar su voz.
DANIELA: Estoy segura de que ya hasta olvidaste mi presencia. ─dijo consiguiendo que mi atención se desviara hacia ella.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora