CAPITULO 147

2.8K 187 0
                                    

· El aroma que desprende ese lugar, me transporta directamente a la floristería del pueblo, a mi infancia y también me lleva un mes atrás, cuando regresé después de tanto tiempo, para comprarle el bambú a doña Olga. Es agradable el olor de las flores. Y también es una buena forma de sentirte en paz y tranquilidad, antes de entrar a un lugar tan complicado como es cualquier hospital. Al igual que todos los días, adquirí una rosa blanca, que en apenas unos minutos se uniría a las anteriores, para adornar y otorgarle algo de vida al pequeño espacio que habíamos creado en la habitación. La rosa blanca, además de ser mi favorita, es símbolo de pureza. Otorga calma y esperanza. Dos estados, que según mi punto de vista, deberían priorizar la vida de DANIELA. Avanzo apresuradamente por los pasillos del hospital, tomo el ascensor hasta la tercera planta y una vez en la puerta, me detengo a suspirar, sintiendo cómo los latidos de mi corazón se aceleran, sabiendo que en unos segundos volveré a verla. Es increíble, cómo después de tantos meses y de estar llevando a cabo cada día la misma rutina, ninguno de mis órganos se acostumbra a esta extraña emoción previa a encontrarla. Abro la puerta con sigilo, esperando hallarla acostada en la cama, esperándome como cada día. Pero me sorprendo, cuando la primera imagen que observo, es la de su padre, de pie junto a una maleta abierta que hay sobre la cama. El señor CALLE ha estado viniendo todos los días desde que la ingresaron. En un primer momento, permanecía en la sala de espera para que fuera yo quien le informara sobre las novedades. Pero poco a poco, fue adquiriendo el valor necesario para volver a enfrentarse a su hija. Hasta el momento no han tenido la conversación que después de tantos años deberían tener. Ni siquiera sé si quieren tenerla. Creo que no están preparados y supongo que no tiene importancia. Las cosas deben ir poco a poco. Por el momento, me parece un avance enorme que logren estar en una misma habitación sin discutir. Creo que a DANIELA le hace bien su presencia. Sentirlo cerca. Y yo, poco a poco he ido aprendiendo a controlar mis palabras. a mí me da igual como sea o deje de ser este hombre. Lo que me importa, es su forma de tratar a DANIELA. Mientras eso vaya bien, estaremos en paz. Él, se da cuenta de mi presencia y me mira en silencio, dejándome observar en su rostro, una expresión de no saber muy bien lo que decir. Pero es entonces, cuando la figura de DANIELA se adentra en mi campo visual, a medida que se acerca hacia esa mencionada maleta, con algo de ropa doblada entre sus manos. Al percibir el repentino silencio, observa confusa a su padre y la mirada de este, la lleva directamente hacia mí. Conozco su mirada y sé perfectamente, que le sorprende verme, a pesar de que siempre vengo a la misma hora. Parece haber perdido incluso la noción del tiempo. Y yo... continuo confundía. Creo que mi cerebro aún no es capaz de asimilar lo que está pasando, o quizás no quiere hacerlo, porque un extraño sentimiento me abarca. Por primera vez, este no es un silencio que me haga sentir cómoda. Reúno algo de valor, para cerrar la puerta tras de mí y terminar de adentrarme en la habitación, acercándome unos pasos hacia ella, que aún me mira fijamente. POCHE: ¿Qué está ocurriendo?
Ella suspira y aparta la mirada para continuar con su labor.
DANIELA: Acaban de darme el alta. ─informa. Vuelve a crearse un instante de silencio. En teoría, esa noticia debería ser motivo de felicidad, pero la tensión que se respira en el ambiente, me hace ver que hay algo más. Algo está sucediendo.
POCHE: Pero eso debería ser bueno, ¿no? ─pregunto confundida ─¿No estás contenta?
Ella no responde, simplemente decide colocar las prendas dobladas en el interior de la maleta y se toma unos segundos antes de volver a enfrentar mi mirada. Pero lo hace. Lo hace y en su expresión me lleva a comprender, que necesita tomar fuerza para lo que quiera que esté a punto de decir.

DANIELA: Me voy, POCHE. ─dice sin más. Mi expresión permanece estática. Es obvio que se va, le acaban de dar el alta. Pero no entiendo por qué hay tristeza en su mirada. ─
Unos meses, dos años... o quizás uno, puede que incluso tres ─se encogió de hombros ─Quien sabe.
En ese instante, la confusión me asalta. Los latidos de mi antes acelerado corazón, parecen ralentizarse, aunque aun no entiendo del todo lo que está sucediendo.
POCHE: ¿Co... como que te vas?
GERMAN: Bueno... ─interrumpió GERMAN CALLE ─
Yo las voy a dejar a solas, para que puedan hablar. En unos minutos vuelvo a recogerte.
Con esa indicación a su hija, la cual simplemente asintió, el señor CALLE abandonó la habitación, pasando a mi lado y cerrando la puerta a su paso. Ahora sí, estábamos solamente, ella y yo... y algo debía ser aclarado.
POCHE: ¿Puedes explicarme lo que está sucediendo? Porque los dos tienen cara de pánico y no lo entiendo. ¿Cómo que te vas a ir durante tanto tiempo? ¿A dónde? DANIELA: A un centro especializado en trastornos de la conducta alimenticia. ─confesó rápidamente, como si quisiera soltar la bomba completa antes de arrepentirse en alguna palabra ─
Una residencia alejada de la ciudad. En medio de la nada... Sin visitas... sin contacto con el exterior. Un lugar donde mi única compañía serán profesionales especializados en mi enfermedad, personas que la padecen, naturaleza y lo más importante; Yo, aprendiendo a convivir conmigo misma.
POCHE: Pe...pero eso es algo increíble ─exclamé emocionada ─
Vas a recibir la ayuda que necesitas. Por fin decidiste luchar por ti misma. Es... es lo que debías hacer. ¿Por qué parece que no es lo que realmente quieres?
DANIELA: Sin contacto con el exterior, POCHE ─repitió, como si se me hubiera pasado por alto ese hecho, cosa que terminó de confirmar con mi expresión, algo por lo que además suspiró. Mi corazón comenzó a latir más rápido, debido al repentino estado de nervios en el que me sumió entender sus palabras ─
Lo último que quiero en esta vida, es cualquier cosa que me haga alejarme de ti, te lo aseguro. Pero es lo que necesito. ─volvió a suspirar ─Es lo que necesitamos. Lo repitió dos veces, como si quisiera convencerse a sí misma. Y lo puede repetir veinte, que creo que no terminaré de asimilarlo.
POCHE: Bueno... Quizás sean solamente unos meses, o un año... o dos, pero yo voy... DANIELA: No ─interrumpió moviendo su cabeza a modo de negación, al tiempo que fruncía el ceño ─
No voy a permitir que te quedes esperándome. ─ahora sí, cierto atisbo de pánico comenzó a ascender por mi estómago, instalándose en mi pecho, temiendo absolutamente las palabras que estuviera a punto de decir ─
No voy a dejar que detengas tu vida por mí. Por primera vez, voy a dejar de ser egoísta contigo; te estoy dejando libre. ─sentenció ─
Sean cuales sean los motivos que te unen a mí, tienes que romper las cadenas. Seguir viviendo. Porque yo no podré vivir en el presente, si sé que me estás esperando, que estarás sufriendo. No voy a ser capaz de soportar 700 días de ansiedad por volver a verte. Necesito aprender a vivir el día a día, superando cada hora y cada minuto, sin pensar en el siguiente. Saldré de ese lugar convertida en una persona diferente, POCHE. La DANIELA que conoces, habrá dejado de existir. Así que, por favor te suplico, que no la esperes.
Me detuve a observarla unos segundos, permitiéndome un tiempo a mí misma, para analizar cada una de sus palabras y asegurarme de que no era un sueño. Sus ojos habían comenzado a volverse brillantes, indicando que unas lágrimas querían escapar en cualquier momento. POCHE: ¿Y qué pasa si esa es una decisión que yo no puedo tomar? ¿Qué ocurre si unos años no son tiempo suficiente para olvidarnos?
DANIELA: Nada es eterno... ─suspiró apartando la mirada ─Ni siquiera el amor. Si no se alimenta ─se encogió de hombros ─
en cualquier momento morirá.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora