CAPITULO 134

3K 190 10
                                    

DANIELA: ¡Mira lo que tienes frente a ti! ─gritó desesperada, señalándose a sí misma ─¿Cómo puedes estar enamorada de esto? ¿Cómo puedes siquiera, continuar mirándome con esa expresión de amor, a pesar de lo que ven tus ojos? ¿Por qué, POCHE? ¿Por qué me haces sentir culpable de lo que he estado pensando durante dos semanas? Soy una basura... ¿A caso no lo ves? ¿No ves que destruyo todo lo que me importa? ¿Qué te estoy destruyendo también a ti? ¿Cómo puedes amar eso?
POCHE: ¿Sabes? En este momento, ni siquiera sé quién destruye más a quien. Creía que con simples gestos de amor, verías a la persona que realmente eres y aprenderías a quererte. Pero creo que eso, sólo te ha conseguido una excusa para seguir hundida. Tú sabes perfectamente el motivo por el cual me marché. Sabías que había ocurrido algo y que si no fuera grave, no me habría marchado. Pero claro... fue más fácil dejar que se te nublara la mente y aferrarte a eso para no luchar, ¿no?. Porque pelear cuesta, DANIELA. Los brazos se cansan, las piernas a veces no resisten tanto camino, el corazón, no aguanta tanto resentimiento hacia sí mismo. Así que, es más fácil rendirse, dejarse morir... Yo no te hago bien ─acepté entre lágrimas ─creía que sí... Pero lo cierto, es que ponerte las cosas tan fáciles, no funciona. Ahora lo comprendo. El amor, por muy grande que sea, no puede salvar a quien no quiere ser salvado.
Traté de volver a secarme las lágrimas y negando continuamente con la cabeza, sin mirarla, decidí marcharme definitivamente. DANIELA: POCHE, no te vayas ─suplicó llorando ─
Cuando estoy a tu lado, todo es fácil. Cualquier lucha es insignificante. Pero cuanto tú no estás, me siento perdida, ─se llevó ambas manos a la cabeza ─Enloquezco... Todo es ruido y no sé quién soy.
POCHE: Ahí está el problema, mi amor ─susurré, sintiendo como cada palabra me rompía en mil pedazos por dentro ─tienes que encontrarte tú misma.
Ella me miró fijamente. Siento su mirada ida, perdida, está aquí, me está escuchando, pero no está entendiendo. Su corazón no es capaz de comprender lo que le quiero decir.

DANIELA: Te necesito, POCHE.
Me acerqué a ella y agarré suavemente sus mejillas, sintiendo como el recorrido de sus lágrimas llegaba hasta mis manos. La miré a los ojos durante unos segundos, y no me hizo falta sacar fuerza para volver a hablar. Las palabras ya salen solas. Porque no puedo más.
POCHE: Pero yo no quiero, ni merezco que me necesites, DANIELA... sino que me ames. ─volví a sentir como mis lágrimas comenzaban a descender nuevamente ─
No puedo siquiera soportar, el pensamiento de una vida en la que tú no existas. No puedo. Y lo peor de todo esto, es que sé, que puedes salir adelante... Sé que puedes conseguirlo, porque lo he visto con mis propios ojos, porque yo conozco a la verdadera DANIELA. La que se esconde detrás de ese miedo, detrás de ese resentimiento, la que se ilusiona con unos farolillos de luz, la que disfruta plantando un bambú, nadando en un lago, a la que le brillan los ojos cuando observa las estrellas, la que ríe a carcajadas hasta quedarse sin aire cuando le hago cosquillas, o incluso a esa, que tiembla cuando le hago el amor ─me detuve unos segundos, antes de soltar su rostro y volver a separarme ─Pero está claro que no quieres hacerlo. Y yo no puedo seguir aquí parada, viendo cómo te apagas... como se te va la vida... y la mía se va contigo. Necesitas la ayuda de alguien, que no sienta lo que yo siento por ti. Alguien a quien no te aferres como a un salvavidas. Que sea firme, que sea duro. El amor no sirve... Mi amor no te sirve. ─
DANIELA: Dijiste que no lo harías... Dijiste que nunca me abandonarías.

POCHE: No lo estoy haciendo. Te estoy dejando libre, para qué elijas qué camino quieres tomar. Pero por ti misma y no por mí. Las opciones son únicamente dos; Vivir o morir. La primera, quizás sea la más difícil, implica una lucha constante, eterna, de la que no tendrás descanso y en la que sentirás la tentación de rendirte, en innumerables ocasiones. Pero a cambio de todo eso, experimentarás momentos que llenarán tu corazón de felicidad, cómo sé que has comprobado. En cambio la segunda, morir... es algo más fácil. Sólo tienes que bajar los brazos, dejar de pelear, limitarte a existir, hasta que llegue el día, en el que todo se detenga, en el que nada exista. Ni felicidad, ni yo... ni siquiera tú misma.
Después del silencio que se produjo, en el que ella no parecía tener nada más que decir, sacudí ligeramente la cabeza y con un suspiro abandoné la habitación, dando por finalizada la conversación y... todo. Pero antes de que pudiera siquiera dar dos pasos en el pasillo, sentí que sus brazos me volvían a retener, obligándome a dar la vuelta.
DANIELA: ¡Estamos hablando! ─gritó mirándome con desespero ─No puedes irte si estamos hablando.
POCHE: ¡No estamos hablando, DANIELA! ¡Me estás gritando! Eso no es hablar. Ni siquiera estás escuchando lo que te digo. Hace unos minutos me dijiste que te ibas y ahora no me dejas marchar a mí. No sabes lo que quieres, nunca lo has sabido.
DANIELA: Quiero... ─comenzó llevándose ambas manos a la cabeza ─Quiero que pares. Quiero que pares de sermonearme. Sólo necesito que estés aquí.
POCHE: ¿Lo ves? ─pregunté con dolor ─No has escuchado ni una sola palabra de las que te he dicho. Yo no soy tu padre, DANI. No soy una doctora ni tampoco una nutricionista. No te estoy regañando porque no comas, porque vomites o porque tus análisis sean un desastre. Estoy llorando, delante de ti. Me acabo de derrumbar frente a tus ojos y no fuiste capaz de abandonar esa postura ni un minuto. Te estoy suplicando que pares. Estoy sufriendo...porque te estás matando.
DANIELA: ¡Está bien! ─ exclamó con rabia, dejando a la vista el collar que le regalé, el cual se encontraba escondido entre el pijama y su cuello, y con un gesto forzado, lo arrancó lanzándolo a mi pecho. ─
¡Lárgate! ¡Vete si es lo que quieres! Al fin y al cabo, resultas ser como todos... No sé qué me hizo pensar, que podía esperar más de ti.
Al finalizar esa frase, observé como apartaba la mirada y volvía a llevarse ambas manos a la cabeza. Es la tercera vez que lo hace en lo que llevamos de "conversación", y su silencio de ahora consigue preocuparme.
POCHE: ¿Qué ocurre? ─le pregunté acercándome, pero ella me empujo ligeramente, con la poca fuerza que tenía y se apartó aún más, mirándome con rabia.
DANIELA: Márchate. ─pidió ─Es lo que estabas haciendo.
Y antes de que pudiera volver a decir nada más, se desplomó entre mis brazos. Haciéndome sentir, que todo mi mundo se desmoronaba en ese instante, junto a su cuerpo.
POCHE: ¡DANIELA! ─grité desesperada, colocándola sobre el suelo para intentar hacerla reaccionar. Acaricié sus mejillas, sin saber qué hacer ─
¡Mi amor! ─las golpeé a continuación, con algo más de fuerza, dejando que el pánico se apoderara de mi cuerpo ─
¡Una ambulancia! Sin saber cómo, ni de dónde había salido, PAULA apareció a mi lado, agarrando mis mejillas para obligarme a mirarla. Aunque por algún extraño motivo, mis ojos veían como sus labios se movían, pero mis oídos no escuchaban ni una sola de las palabras que con desesperación me decía.
Volví mi vista hacia DANIELA, encontrándola aún entre mis brazos, con los ojos cerrados y sin ningún signo vital aparente. Fue entonces, cuando al observar su cuerpo, el latido de mi corazón comenzó a volverse cada vez más lento, débil, convirtiéndose en el único sonido que soy capaz de escuchar en el espacio que me rodea.

De un momento a otro, al sentir que alguien aparta su cuerpo de mis brazos, recupero la conciencia de dónde estoy. No sé cuánto tiempo a transcurrido. No he sido capaz de hacer otra cosa más que observarla, inconsciente entre mis brazos, su rostro empapándose con mis lágrimas y sin poder hacer algo más que llorar. Resulta curioso descubrir, cómo un acontecimiento puede paralizar tu cuerpo de tal forma, que ya no eres dueña de él. Sabes lo que está ocurriendo, ves a la persona que amas desfallecida entre tus brazos, notas la humedad de las lágrimas al caer por tus mejillas, sientes el nudo que de un momento a otro se formó en tu garganta. Pero eres absolutamente incapaz de articular una palabra o de mover un solo músculo, perdiendo incluso la noción del tiempo. Hasta que llega alguien, que automáticamente te hace volver al mundo real. Ese en el que te encuentras rodeada de extraños, que gritan a tu alrededor cosas sin sentido, cosas que tu no entiendes. Y es entonces cuando lo escucho:
Xxx: ¡¡Parada cardiaca!! Ese grito, esa frase. Me hace sentir exactamente igual, que si dos manos estuvieran estrujando mi corazón. El dolor en mi pecho es insoportable. No puedo respirar. Siento unos brazos rodeándome desde algún lado, mientras observo fijamente como una de las personas agolpadas sobre el cuerpo de DANIELA, utiliza un aparato que produce descargas en su cuerpo. Sintiendo a la vez, como en cada uno de esos brincos sin reacción, una parte de mí, muere lentamente.
POCHE: No te vayas... ─suplico en un susurro ─Por favor, mi amor, no te vayas... El médico decide abandonar las placas metálicas y coloca ambas manos en su pecho, ejerciendo presión sobre el lugar exacto en el que debe encontrarse su corazón. Presiona numerosas veces, dejando caer el peso de todo su cuerpo sobre sus brazos, tratando de que esas manos, vuelvan a poner en marcha su corazón. Él no desiste. No se rinde.
Xxx:Doctor... Una voz femenina trata de interrumpirlo, pero él no hace caso. Continúa, continúa presionando su pecho sin parar. En ese momento, mi cuerpo reacciona, haciendo que me suelte de los brazos que han estado sosteniéndome.

Me arrodillo junto a su rostro pálido e inmóvil, deseando con todo mi corazón, estar viendo en este momento sus OJOS CAFES y no sus párpados cerrados. Apoyo mis labios en su frente y cierro los ojos, siendo completamente consciente de que mis lágrimas están empapando su rostro.
POCHE: Vuelve... ─susurro ─vuelve, vuelve, vuelve... ─es lo único que soy capaz de decir, de suplicar continuamente, como si en mi vocabulario sólo existiera esa palabra ─
vuelve, vuelve, vuelve... Por favor, vuelve.
De pronto, su cuerpo deja de moverse, haciéndome entender que el médico cesó en la presión que estaba haciendo sobre su pecho. Mi respiración se detiene, mi cuerpo tiembla y el sonido de mi corazón acelerado, es lo único que invade mis oídos.
Xxx: Hay latido... ─escucho en un susurro ¡Hay latido! ─exclama un poco más fuerte, consiguiendo que alce la vista para mirarlo. Él también me mira y asiente, consiguiendo que en ese momento, la respiración regrese a mi cuerpo. Xxx: Bien hecho, muchacha. Bien hecho... ─le susurra esta vez a ella. Vamos a trasladarla al hospital, enseguida!

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora