CAPITULO 154

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· La observé fijamente, completamente intrigada y ella me ofreció la misma dulce sonrisa de siempre. Asentí, completamente de acuerdo con su propuesta. El principio. Comencemos por el principio. La cena transcurrió entre risas y anécdotas. Me sorprende darme cuenta de la cantidad de cosas que tenemos en común Cris y yo. El hecho de haber estudiado la misma carrera, en la misma universidad, mismos profesores y además, haber trabajado en el mismo lugar, hace que podamos hablar de muchas cosas. Entre ellas, el futuro; me contó que al acabar psicología, no tenía ni la más mínima idea de hacia dónde encaminarse. Estuvo trabajando en un colegio, como orientadora de adolescentes y me aseguró que vivió más cosas durante ese periodo, que el resto de su vida. Y que ahí conoció a una niña, que sufría violencia intrafamiliar, la cual le hizo soñar con algún día poder montar su propio centro de día. Un lugar al que los niños y niñas con problemas familiares, pudieran acudir para realizar talleres, recibir apoyo en sus tareas y organizar actividades con las cuales pudieran expresarse y descargar todas esas emociones que llevan dentro. La idea me pareció alucinante y admirable. Ella asegura que no es algo fácil. Tiene que conseguir los recursos necesarios y el dinero suficiente, además de un equipo de profesionales que estén dispuestos a prestar sus servicios sin recibir nada a cambio. Por eso abrió su propia consulta y por eso más tarde, aceptó la propuesta de PAULA. Puede que sea difícil, que le vaya a llevar años de trabajo, pero estoy segura, por la convicción y el brillo que veo en su mirada, que lo va a lograr. Hay algo en lo que me recuerda a PAULA y es precisamente en ese brillo que desprenden sus ojos al hablar de su profesión y de lo que pretende hacer con ella. Ve un millón de posibilidades en la psicología y me sorprende saber que no siempre fue así. Que fue el propio camino, el que la llevo a ir definiendo sus sueños.
Sin duda, es una mujer mucho más interesante de lo que creía.
Llegamos al bar en cuestión de minutos. Ni siquiera tuvimos que ir en coche, porque el restaurante estaba muy cerca. Al entrar, nos percatamos de lo vacío que se encuentra. Supongo que aún es demasiado temprano y un viernes por la noche, el mundo empieza a emborracharse más tarde. No tardamos ni treinta segundos, en divisar a PAULA y JUANA, esperándonos en el lugar donde nos solemos poner.
JUANA: ¡Dichosos los ojos! ─exclama JUANA en cuanto llegamos hasta ellas ─
¡POCHE la ermitaña!. POCHE: Mal empezamos ─advertí asesinándola con la mirada.
JUANA: Ni se te ocurra quejarte. Que esta noche te va a costar compensar tu abandono.

POCHE: Que comience la tortura ─me resigné rondando los ojos ─
¿Qué están tomando?
JUANA::Yo, mi segundo gin tonic, y PAULA ... ─hizo una pausa para mirarla ─
Coctel San Francisco . ─informó resoplando.
POCHE: ¿Sin alcohol? ─pregunté perpleja.
JUANA se encogió de hombros y mi mirada fue a parar rápidamente sobre PAULA, que por primera vez desde que entré, también me miró. Sin expresión alguna, eso sí. Simplemente me miró fijamente.
PAULA: ¿Tienen algún problema en que no me apetezca tomar alcohol?
JUANA: Nosotras no. Pero tú, debes tenerlo ─aseguró JUANA─Eres PAULA . Te bebes hasta el agua de los floreros ─PAULA le dirigió una mirada asesina que no me hubiera gustado nada que fuera para mí. Pero a JUANA le es indiferente y vuelve mirarme
JUANA: Yo creo que está enamorada. Y debe haber discutido con su amor, pero no quiere contármelo. Porque eso de no querer alcohol, PAULA... es como si POCHE no quisiera a RAMON ─concluyó muy segura ─
Cosas que anticipan el fin del mundo.
No pude evitar reír mientras niego con la cabeza. JUANA y sus ocurrencias... Nunca cambiará.
POCHE: ¿Qué quieres tomar? ─le pregunto a Cristina, que ha estado observando la escena con una sonrisa eterna. No tuve que hacer presentaciones porque ellas se conocen casi más de lo que la conozco yo. A eso se refería JUANA con lo de mi abandono. Desde que me mudé al lago, son escasas las veces que he venido hasta la ciudad para salir con ellas. Ha habido alguna que otra ocasión, pero muy pocas. Básicamente, porque si salgo y tengo que conducir hasta el lago a altas horas de la madrugada, no puedo beber. Así que, suelo venir a cenar y pronto me voy a casa. Sin embargo, en mis ausencias, Cris si ha estado saliendo con ellas, prácticamente cada fin de semana. Así que, como digo, se conocen a la perfección.
Cristina: Creo que me apunto al cóctel San Francisco ─respondió.
JUANA: No me lo puedo creer ─intervino JUANA
¿Otra enamorada? POCHEn, no me falles ─me suplicó con la mirada.
POCHE: ¡Ah! ¿Ya no soy POCHE la ermitaña? ─mi burla la obligó a poner expresión de cachorrito desvalido. Alcé mi mano frente a ella ─
¿Equipo alcohol? JUANA: ¡Alco-ho-li-zate! ─exclamó en tono cantarín chocando su palma con la mía. Me decanté por una cerveza y aunque a JUANA no le parecía suficiente, es lo que más me apetece en este momento. Creo que con el vino de la cena y esta cerveza, es alcohol más que suficiente para una noche. Hace mucho que no bebo hasta el punto de emborracharme, de hecho, hace más de un año, que no voy más allá de una cerveza o una copa de vino. El alcohol es un depresor y aunque bien es cierto, que cuando comienzas a sentir su efecto, te produce una euforia divertida y adictiva, más tarde, cuando realmente ha invadido cada parte de tu organismo, todos tus sentimientos y emociones afloran de una manera incontrolable. Te vuelves más cariñoso, más sexual, más desinhibido. Tu amor aumenta y tu tristeza también. De pronto, sientes unas ganas inmensas de demostrar afecto y al segundo siguiente, quieres llorar desconsoladamente. Si extrañas a alguien, el alcohol te hará extrañarla el doble, desear con todo tu corazón que estuviera ahí contigo y no dónde quiera que esté. Y eso te lleva de nuevo a la tristeza, a la melancolía y al final, ¿de qué sirve aquella euforia del principio, si mañana vas a estar peor?.

Porque desgraciadamente, esos sentimientos, no se marchan cuando se va su efecto. Continúan ahí, haciéndote sentir un vacío insoportable. El alcohol es como la llave de nuestra caja de pandora; cuando consigue abrirla, todas esas emociones se alborotan y descontrolan. No importa cuánto o durante cuánto tiempo te hayas esforzado para mantenerlas controladas, bajo llave. Si por un momento flaqueas, si por un momento permites que salgan, al día siguiente, todo será como volver a empezar con el doble de esfuerzo. Porque si algo te hace daño una vez, puedes soportarlo, pero si después de un tiempo, te das cuenta de que no has avanzado nada, de que eso sigue doliendo como el primer día, la sensación de frustración se suma a la tristeza y tu peso cae sobre tus propios hombros. Así que, no. No voy a dejar que el alcohol abra mi caja de pandora. Porque no sé si sería capaz de resistirlo. Pasamos el resto de la noche hablando, riendo de vez en cuando. Aunque bueno, realmente, las únicas que se han estado riendo, son Cris y JUANA, porque PAULA y yo tenemos una cara de pocos amigos que no sé ni cómo nos aguantan. No he hablado con ella desde la última vez que estuve en La Cascada. Lo único que nos hemos dirigido, han sido unos mensajes cuando le informé la fecha que me habían dado para la presentación y cuando le sugerí lo de esta noche. Sus respuestas fueron escuetas y aunque traté de no darle importancia al tema, esta noche me está confirmando que algo le pasa conmigo. Algo que tengo que averiguar. POCHE: ¿Podemos hablar un momento? ─aprovecho para preguntarle, en un instante en el que las chicas parecen distraídas con otra cosa. Su mirada se dirige hacia mí, probablemente por segunda vez en toda esta noche, y sin decir más, asiente y se levanta para dirigirse hacia la salida del local. Una vez en el exterior, lo primero que hace es llevarse un cigarrillo a la boca y encenderlo. Esta imagen me resulta tan familiar. Desde que la conozco, sólo he visto a PAULA fumar en dos ocasiones. No puedo evitar que el recuerdo de aquel día, me invada de manera súbita. Aquel día en el que, DANIELA y yo nos olvidamos del mundo en el jardín de La Cascada. Aquel primer día en el que, con un ataque de cosquillas, me hice adicta a su risa. Y el mismo día, en el que jugó a querer besarme, consiguiendo por un momento, que me quedara sin aliento y estuviera al borde del paro cardiaco. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que unos simples recuerdos, me provoquen las mismas sensaciones que me provocaba ella? ¿Cómo es posible que mi corazón quiera salir disparado, al recordarla encima de mí, jugando como si el mundo no existiera? Suspiro. Y al alzar la vista, me doy cuenta de que PAULA me está mirando seriamente.
POCHE: ¿Qué ocurre? ─me atrevo a preguntar por fin.
PAULA: ¿Y a ti? ¿Qué te ocurre?
POCHE: A mí, nada ─me encogí de hombros ─
Llevo toda la noche tratando de divertirme.
PAULA: ¿Y lo has conseguido?
POCHE: Si. ─volví a encogerme de hombros despreocupada ─
He estado bien.
Su sonrisa irónica y su negación con la cabeza, me confundió todavía más.
Por favor, PAULA, ¿Me vas a decir qué te pasa? Llevas tiempo muy extraña. Estás como enfadada conmigo y no entiendo por qué.
PAULA: No estoy enfada contigo, POCHE. Estoy preocupada por ti, que es distinto. POCHE: ¿Preocupada por qué? ¡Estoy bien! PAULA: ¡Por dios, POCHE! ¡Deja de decir que estás bien! ─exclamó clavándome su mirada ─
Deja de tomarme por imbécil.
POCHE: ¡No te estoy tomando por imbécil! ─exclamé, esta vez yo, comenzando a impacientarme ─
Pero es que no entiendo lo que te pasa.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora