CAPITULO 109

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DANIELA: Música ─respondió después de unos segundos ─Tocar música.
Esa respuesta me sorprendió bastante. Pues hubiera esperado muchas cosas, excepto que compartiéramos esa afición, ya que nunca había mencionado nada.
POCHE: ¿Tocas algún instrumento?
DANIELA:Me temo que esa moneda va a tener que estar de nuevo a tu favor, si quieres seguir averiguando. ─sentenció guiñándome un ojo con descaro. Desafiándola con la mirada y una sonrisa, volví a lanzar la moneda al aire.
POCHE: Te salvaste ─Informé dejándola a la vista ─Cruz.
Con una expresión de triunfo en su rostro, agarró el tenedor y lo llevó hacia mis labios, imitando el gesto que yo hice anteriormente. A pesar de lo ridículo de la situación, este momento tiene algo que simplemente me encanta. ─¿Has estado alguna vez con hombres?
Por un momento, sentí que la comida se atascaba al inicio de mi garganta, pero la sonrisa juguetona que expresaba, me hizo controlar los nervios y aparentar indiferencia. Una indiferencia con la que simplemente asentí, observando cómo sus ojos se abrían enormemente, al tampoco esperarse dicha respuesta. Sin darle tiempo a decir nada más, lancé la moneda nuevamente, recibiendo con orgullo la "cara" que me daba ventaja una vez más.
POCHE: ¿Tocas algún instrumento? ─Pregunté mientras llevaba el tenedor a sus labios.
DANIELA: Si.
La vi ingerir la comida, y sabiendo que sus respuestas iban a ser cortas y concretas, sin perder tiempo, volví a lanzar la moneda, que una vez más calló a mi favor.
POCHE: ¿Qué instrumento?
DANIELA: El piano.
Definitivamente, me sorprendió aún más esa confesión. Pero quería seguir averiguando. POCHE: Hay un piano aquí. ─le informé.
DANIELA: Lo sé. Lo vi cuando llegamos.
POCHE: Me gustaría escucharte tocar.
DANIELA: Hace mucho que no lo hago.

POCHE: Bueno, si decides que estos días, son un buen momento para volver a hacerlo, estaré encantada de escucharte.
Permaneció unos segundos observándome en silencio mientras llevaba un nuevo pedazo de comida hacia mi boca. En este momento, había conseguido olvidar un poco el juego y continuamos, dándonos comida inconscientemente.
DANIELA: ¿Sabes que es lo que más me gusta de ti? —preguntó de pronto. Me sorprendió tanto, que casi detengo el camino del tenedor hacia sus labios. Pero no.
POCHE: ¿Qué cosa?
DANIELA: Que nunca me presionas para hacer nada. Simplemente me ofreces la oportunidad de realizar las cosas y dejas en mis manos la libertad para hacerlo.
POCHE: Eso es porque confío en ti. Y sé que cuando estés preparada para hacer algo, lo harás, sin necesidad de que nadie te lo pida.
DANIELA: No creo que haya demasiada gente que haya confiado en mí, a lo largo de mi vida.
Sin siquiera pensarlo, me acerqué a ella y deposité un cálido e inesperado beso en su mejilla. Tan inesperado para ella, como para mí misma. Entonces, me alejé unos centímetros y la mire fijamente a los ojos.
POCHE:Pues esas personas nunca supieron a quién tenían delante.
Dicho esto, dirigí a propósito mi mirada hacia la fuente de ensalada, que de un momento a otro, había quedado completamente vacía. Volví a observarla y su expresión era de asombro, como si no creyera haber conseguido comerse toda la comida.
POCHE: ¿Lo ves? ─susurré recibiendo una vez más su mirada y observando un nuevo brillo en la misma.─
Puedes conseguir cualquier cosa que te propongas, DANI.
 Unas horas más tarde, estábamos de vuelta en el pueblo, donde elambiente de fiesta había dificultado un poco apacar el coche. La mayoría de lascalles estaban cortadas y el poco espacio de las mismas, lo ocupaban lospeatones. Aun así, después de varios minutos y alguna que otra vuelta,conseguimos aparcar en un buen lugar, desde el cual, accedíamos directamente ala plaza central. Avanzamos entre la multitud, observando todo a nuestroalrededor. Lo cierto, es que el pueblo estaba precioso en estos días. Lamúsica, otorgaba un ambiente diferente. Consiguiendo animar a cualquier persona que paseara, fuera cual fuese su estado de ánimo. En los alrededores, había pequeñas tiendas de artesanía, ropa e incluso artículos de segunda mano. Además, cada vecino organizaba su propio espacio, en el que ofrecían comida preparada por ellos mismos y completamente gratuita. Esa es una de las cosas que vuelven estas fiestas diferentes y especiales; Absolutamente todo el mundo, adquiere las bebidas en alguna de las pequeñas tiendas, y a medida que caminan, van probando las diferentes comidas que cada amigo y vecino, amablemente ofrece. A esta hora de la tarde, aún no resulta demasiado difícil transitar entre la multitud. Pero el sol está comenzando a caer y casi todo el mundo empezará a venir a partir de ahora. Ya que los eventos de la noche, son los más divertidos para la juventud y por lo tanto, los más concurridos. No obstante, quise traer a DANIELA un poco más pronto para que pudiera disfrutar del ambiente, pasear en tranquilidad y sobretodo, llenarse de la vida que contagia cada una de estas personas.

Andamos algunos metros en completo silencio. Así somos nosotras. Así hemos sido desde que nos conocimos, cada una sumida en sus pensamientos, disfrutando de lo que sucede alrededor, sin dejar de sentir la compañía de la otra. Siempre me ha encantado, y más aún cuando observo de reojo su sonrisa, mientras ve corretear a los niños, atravesándose en nuestro camino sin ningún cuidado. Le gusta esto, puedo sentirlo, y eso me hace inmensamente feliz. Llegamos hasta el centro de la plaza con la intención de husmear un poco lo que ocurre en el interior de un círculo humano que de pronto se había formado. Descubrimos en él, a un grupo de niños jugando al juego del avión, ese en el que se dibujan cuadrados con números en el piso y cada uno debe ir saltándolos. Me sorprendió verla observando con expresión de sorpresa e incluso emoción, como si jamás lo hubiera visto. Algo muy curioso, pues creo que es el juego más antiguo de la historia infantil.
DANIELA: Siempre quise jugar a eso ─confesó dejándome perpleja.
POCHE: ¿Nunca has jugado al avión?
DANIELA: Te sorprendería saber lo aburrida que fue mi infancia.
La observé un instante, tratando de averiguar cuanta verdad tenían sus palabras. Pero entonces, algo vino a mi mente.
POCHE: ¿Alguna vez has comido algodón de azúcar?
DANIELA: Ni siquiera sé que es eso ─se encogió de hombros.. POCHE: ¡No puede ser!
Completamente asombrada, agarré su mano y a toda prisa, comencé a dirigirla entre la multitud. Llegamos a un pequeño puesto, donde un señor, ya algo mayor, nos recibió con una amable sonrisa. No tardé en indicarle lo que deseaba y él seguidamente, comenzó a preparar un rosado y gran, algodón de azúcar que dos minutos después, estaba entre mis manos.
DANIELA: Eso tiene todo el aspecto de ser muy dulce y muy pringoso ─comentó mirándolo con extrañeza.
POCHE: Ambas cosas ─confirmé ─Y lo de pringoso, es lo más divertido. Después de comerlo, sientes como si te hubieras pintado los labios con pegamento.
DANIELA: Oh, suena divertidísimo. ─sonrió con ironía.
POCHE: Anda, coge un poco y pruébalo

Se quedó completamente inmóvil, observando el algodón como si fuera un extraterrestre que de un momento a otro iba a saltar sobre su cuello.
POCHE: ¿Qué pasa? ─le pregunté al tiempo que desprendía un pedazo de algodón y acercaba mis labios a su oído para susurrarle ─
¿Hay por ahí, alguna parte de ti, diciéndote que el algodón es tu enemigo número uno? Porque puedo pasarme el resto de la tarde susurrándote al oído lo increíblemente delicioso que es, hasta que dejes de oírla a ella y sólo puedas escucharme a mí.
Giró su rostro encontrando el mío más cerca de lo que esperaba. O quizás ella sí lo esperaba, fui yo la que me puse nerviosa al ver sus labios tan próximos a los míos de un momento a otro. DANIELA: Estaba pensando que no sé cómo hacerlo, porque si metía mi boca ahí, iba a terminar pareciendo la versión rosa de Pitufina. Pero oye, si te apetece pasarte toda la tarde susurrándome al oído, lo increíblemente delicioso que está, yo no tengo problema.
En ese momento, no sabía si reírme o asesinarla con la mirada por estar vacilándome y de paso, poniéndome nerviosa con esa sonrisa de triunfo tan irritante que tiene. Sin embargo, decidí callar esa chulería, llevando el pedazo de algodón hacia sus labios. En cuanto mis dedos llegaron a su destino, abrió la boca y atrapó el pedazo de dulce. Parecía una misión imposible que el algodón abandonara mis dedos y se quedara en su boca, debido a lo pegajoso que está. Creo que nos sentimos tan idiotas durante esa pequeña batalla, que no pudimos evitar reírnos de nosotras mismas.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora