CAPITULO 110

3.3K 168 1
                                    

Esperaba impaciente una reacción por su parte, de gusto o desagrado, cuando al mirarme, sus ojos se abrieron enormemente como si hubiera descubierto la cosa más deliciosa del mundo.
DANIELA: ¡No puede ser! ─exclamó incrédula.
POCHE: ¿A que es una delicia?
DANIELA:¿Cómo es posible que me haya perdido algo así durante tantos años?
POCHE: Eso me pregunto yo. ¿Vivías en una especie de urna aislada de la sociedad?
DANIELA: En una urna no lo sé, pero en una jaula de cristal, seguramente.
Aunque ella pareció no darle importancia, esa última frase suya, me confundió bastante. Por lo que no pude evitar quedarme observándola, mientras mis pensamientos amenazaban con dispersarse y ella continuaba con su guerra para despegar otro pedazo de algodón. Pero ni siquiera me dio tiempo a pensar en nada, pues sus manos se dirigieron con el dulce, esta vez hacia mi boca, que automáticamente se abrió para recibir la delicia. Su rostro, no transmitía otra cosa más, que pura e inocente emoción. Como una niña pequeña, cuando descubre por primera vez algo que le encanta. Probablemente, fuera ese hecho, el que me hacía olvidar preguntarme, cómo ha sido su infancia y su vida, para que nunca haya probado un simple y común algodón de azúcar, o nunca haya jugado a un juego tan habitual entre pequeños. Eran muchas las preguntas que tenía acerca de su existencia antes de conocerla, demasiadas. Pero el simple hecho de verla disfrutar este tipo de cosas, por primera vez, con esa ilusión y ese brillo en los ojos, que sólo pueden otorgar las nuevas experiencias, me era más que suficiente para dejar de hacerme dichas preguntas. Continuamos andando por aquellas calles cada vez más repletas de personas. Mientras yo transportaba el famoso algodón, ella se encargaba de desprender pedazos para ambas, volviendo sus dedos cada vez más pegajosos. Cosa que parecía no importarle. No obstante, no llegamos a terminar de comerlo entero. Creo que ella habrá ingerido dos pedazos más, como mucho. Los otros fueron a parar todos a mi boca, pero llegó un momento en el que ni siquiera yo pude más y decidimos dárselo a un niño que correteaba por el lugar, por supuesto con permiso de sus padres.

Paseamos junto a unos puestos de artesanía que venden diferentes objetos; prendas de vestir en uno, sombreros en otro, "souvenirs" del pueblo en otro, pulseras, collares, etc. Ambas, como si hubiera sido previamente pactado, nos detuvimos al mismo tiempo, observando una de las mesas que dejaban a la vista numerosos collares, hechos con caracolas marinas y rellenos con diferentes piedras que les daban color.. DANIELA: Son como el tuyo... ─comentó sorprendida, volviendo la vista hacia mi cuello. POCHE:Si. Mis abuelos me lo compraron aquí cuando era pequeña. DANIELA: ¿Por eso sólo te desprendes de él cuando es estrictamente necesario?

Esa pregunta me sorprendió bastante. O más bien, su apreciación.
POCHE: ¿Por qué dices eso?
DANIELA: Bueno, es que lo llevas cada mañana cuando llegas al centro vestida normal. Pero después, cuando te vuelvo a ver ya no lo tienes. Siempre supuse que no te permitían llevarlo en horas de trabajo.
POCHE: Tienes razón ─le confirmé con una sonrisa ─No me permiten llevar encima ningún tipo de joya, reloj, pulsera o collar. Puede ser peligroso si llega a ocurrir algo. Así que, sólo me lo quito en las horas de trabajo. Pero nunca imaginé que te hubieras dado cuenta de ello.
DANIELA: Ya te he dicho que soy muy observadora. ─sonrió con misterio ─¿Por qué es tan importante para ti? ¿Tiene algún significado? POCHE: No lo sé ─me encogí de hombros ─supongo que me acostumbré a tenerlo desde hace ya muchos años. De hecho, me lo compraron en una de estas fiestas. Aquel día me detuve justamente aquí, como mismo acabamos de hacer y me llamaron mucho la atención estos collares. Me parecieron diferentes al resto de productos. Y de entre todos, este era el único que no tenía relleno de ningún color. ¿Ves? ─se lo mostré ─Completamente blanco. Creo que por eso lo elegí. Me gustó su sencillez.
Observó fijamente el objeto. Un caparazón de caracol partido a la mitad, de forma que en la parte central, se ve una espiral hueca. Completamente blanco, con algún que otro destello amarillento, causado por los años. Cuelga de un cordón negro, que únicamente tiene dos pequeñas piedras de un tono verde oscuro y algunas otras negras para terminar de adornarlo. Absolutamente simple. Detuvo su análisis para mirarme.
DANIELA: Siempre he creído que ese collar, es como tú.
POCHE: ¿Cómo yo?
DANIELA: Sencillo, pero especial. Único. Exactamente igual que tú ─apartó la mirada seguidamente, dejándome con una especie de emoción, que no me permitió otra cosa más que continuar observándola, mientras ella volvía a analizar los collares con detenimiento ─Son muy bonitos.   Decidí acercarme a la vendedora bajo su, ahora atenta mirada, hice un intercambio con la mujer dándole la cantidad de dinero necesaria y escogí el collar que según mi gusto, creía que era el indicado.

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora