CAPITULO 138

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· Observarla dormir profundamente, ajena a todo lo que acaba de suceder. Ajena al miedo que probablemente no desaparecerá de mi cuerpo hasta que la vea con los ojos abiertos. Aunque a decir verdad, parece estar durmiendo de una forma tan profunda y tranquila, que dicha imagen, otorga a mi cuerpo casi la misma paz que me producía verla dormir en la casa del lago. Sonrío, sintiendo como a mi corazón llega un soplo de aire fresco entre tanto pánico y siento la enorme necesidad de acariciar suavemente su mejilla, apenas rozando su piel.
POCHE: Aquí estoy, mi preciosa ─susurro sintiendo como mis ojos vuelven a cristalizarse, difuminando su imagen ─
Gracias... gracias por luchar. Gracias por no dejarme.
Me inclino ligeramente para depositar un cálido beso en su frente y no puedo evitar quedarme en esa posición un instante, sintiendo la suavidad de su piel en mis labios. La última vez que lo hice, su cuerpo se había desconectado de la vida, por unos instantes que a mí me resultaron eternos, y yo le suplicaba entre lágrimas que volviera. Esa imagen en mi mente, sigue haciéndome temblar, pero verla ahora, aparente y plácidamente dormida, me hace continuar agradeciéndole a quien sea, el hecho de que siga aquí. Después de unos segundos, suspiro y me alejo. Aproximando una silla que hay junto a la cama para sentarme más cerca de ella. Continúa inmóvil, sin ninguna intención de despertar. Agarro su mano con cuidado, quiero sentirla, necesito hacerle sentir mi calor. Necesito que sepa que estoy aquí, junto a ella y que no voy a abandonarla. Entonces, vuelve a mi mente todo lo sucedido hace tan poco tiempo; la recuerdo a ella, llorando, reclamando mi abandono. Y me recuerdo a mí, también llorando, sin saber de qué forma hacerle entender que la amo. Que nunca pretendí irme así. Si no hubiéramos discutido, si no se hubiera alterado, esto no estaría pasando. Observo fijamente nuestras manos entrelazadas durante algunos segundos, recordando aquella primera noche en el lago, después de la fiesta. Dormimos así. Con nuestras manos entrelazadas, sin necesidad de hacer nada más. Con un gesto tan simple, sabíamos que estábamos ahí, la una para la otra. Nunca, nos ha hecho falta nada más. Y es entonces, cuando, sin ningún detonante aparente, me derrumbo. Igual que hice en su habitación. Por el simple motivo, de tener tanto acumulado dentro de mí, tantas lágrimas y sentimientos retenidos. Me encuentro absolutamente superada por toda esta situación. Su sufrimiento, su dolor, es algo que se vuelve cada vez más insoportable. ¿Por qué no puedo borrarlo de un plumazo? ¿Por qué tiene que pasar por todo esto? Millones de preguntas y ninguna respuesta. Simplemente, la continua sucesión de lágrimas descontroladas, empapando mis mejillas. Durante minutos, durante horas. No lo sé. No sé cuánto tiempo transcurre entre sollozos y lágrimas de impotencia. Siento mi mano temblar mientras sostengo la suya. Pero poco a poco, el temblor va desapareciendo, la sensación de desahogo comienza a llegar, y con ella, siento un ligero movimiento en la mano que estoy sosteniendo, cosa que me pone alerta y casi en un acto reflejo, dirijo mi mirada hacia su rostro, el cual detiene de súbito mi respiración, al encontrarla con los ojos abiertos. Esos ojos que por un momento pensé que no volvería a ver. Esa mirada cristalizada, que no sé cuánto tiempo lleva observándome, pero está emocionada. Absolutamente todo en mí, vuelve a perder conciencia. Solo soy capaz de mirarla, grabando en mi retina esta imagen en la que sus ojos están abiertos. Ella, hace un pequeño movimiento con los labios, que consigue despertarme. Rápida y asustada me pongo en pie, y como si intentara hacer que nada sucede, comienzo a secar mis mejillas.
POCHE: Voy a llamar al doctor ─es lo primero que mis labios son capaces de decir, mientras me dispongo a llevarlo a cabo. Pero ella, que aún sostiene mi mano, ejerce una ligera fuerza sobre la misma, que me hace detenerme y mirarla. Continua moviendo los labios, como tratando de decirme algo.
DANIELA: A... agua... ─pronuncia por fin.

Claro, me percato de que sus labios están blanquecinos y absolutamente secos. Pero por suerte, en la pequeña mesilla que tiene a su lado, hay una botella de agua. Ni siquiera sé si puede beber, supongo que sí. Pero como no estoy segura aún del estado de sus funciones, suelto su mano para maniobrar con mayor facilidad y decido empapar una de las gasas que encuentro en la misma mesilla. Con sumo cuidado, comienzo a mojar sus labios, dando pequeños toques para que se empapen, mientras ella aspira, tratando de absorber el agua. Lo repito varias veces, hasta que me hace un señal de asentimiento, indicándome que ya es suficiente. Por lo que, vuelvo a poner el agua y la gasa sobre la mesilla y la miro.
POCHE: ¿Mejor? ─ella vuelve a asentir, sin pronunciar palabra
Voy a buscar al doctor.
DANIELA: No ─pronunció débilmente ─Que...quédate conmigo.
Sintiendo cómo todo mi cuerpo temblaba igual que si fuera la primera vez que hablo con ella, volví a sentarme, aunque no muy segura de que eso fuera lo que debía hacer. Pero lo cierto, es que sólo deseo mirarla y que esté tranquila.
DANIELA:¿Qué... sucedió?
POCHE: ¿Qué es lo último que recuerdas?
Se quedó en silencio algunos segundos, como si estuviera pensando detenidamente la respuesta.
DANIELA: Discutimos. ─confirmó, dejándome claro que su memoria estaba intacta ─Ibas a marcharte y... todo se volvió borroso. Perdí fuerza.
POCHE: Y te desmayaste ─continué ─Por eso estás aquí, en el hospital.
Trató de asentir como si lo estuviera comprendiendo todo. Como si ese hecho no fuera nada desconocido para ella. Como si en cierta forma, lo supiera. Y se volvió a crear un ambiente silencioso, en el que simplemente nos mirábamos, sin tener mucho que decir. Pero en el transcurso de ese silencio, las lágrimas volvieron a rebelarse, empañando mis ojos, aunque trato de retenerlas ahí con todas mis fuerzas.
DANIELA: ¿Y tú? ─preguntó rompiendo el silencio ─¿Por qué estás aquí?
POCHE: Porque te quiero.
Esta vez, fueron sus lágrimas las que comenzaron a descender por un lateral de sus ojos.
DANIELA: Lo siento... ─me dijo en un hilo de voz.
POCHE: ¿Qué sientes?
DANIELA: Que te hayas enamorado de mí.
POCHE: Yo no. DANIELA: ¿Por... Por qué? ─preguntó confusa ─
No lo comprendo. No soy más que una... anoréxica. Lo único que he hecho desde que llegue a tu vida, ha sido hacerte sufrir, llorar... No mereces esto.
POCHE: Te equivocas. Pero ya hablaremos en otro momento. Ahora tienes que recuperarte.
DANIELA: No. ─insistió ─Necesito saberlo. Necesito entenderlo.
POCHE: Si fueras capaz de verte con mis ojos, lo entenderías ─aseguré mientras secaba sus mejillas con mi pulgar ─
Tienes anorexia, sí. Pero no eres "una anoréxica". Ni esta enfermedad, ni ninguna otra, definen lo que eres, DANIELA.
DANIELA: ¿Y qué se supone que soy?
POCHE:Lo mejor que me ha pasado en la vida. ─sentencié ─
Te equivocas al pensar que sólo me has hecho sufrir o llorar. Porque aunque me haya pasado años, creando y disfrutando momentos de soledad, para nunca necesitar a nadie, lo cierto, es que no conocí el auténtico significado de felicidad, hasta que tú apareciste y me lo enseñaste. Me hiciste entender que el amor, da un sentido diferente a cualquier cosa que hagas en la vida. Y siempre te voy a agradecer que hayas cambiado por completo el sentido de la mía. ─me levanté de la silla y me incliné ligeramente sobre ella, dejando nuestros rostros a centímetros. Acaricié su mejilla, consiguiendo sonreír por fin ─
Siempre... te lo voy a agradecer, ¿lo entiendes? Pase lo que pase.
Se creó un momento de silencio tras mis palabras. Ella simplemente me miraba. Me observaba como nadie lo había hecho jamás. Como si yo fuera lo más alucinante que había visto en la vida.
DANIELA: ¿Vas a irte? ─preguntó asustada después de un instante.
POCHE: No pienses en eso. Ya habrá tiempo para hablar con calma. Lo importante ahora, es que te pongas bien, ¿vale?

REGRESA A MI.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora