<•> Capítulo ochenta y ocho <•>

3.8K 495 84
                                    

°

°

Era lo único que me faltaba.
Que la voz de aquella detestable mujer resonara al otro lado del teléfono.

Hice el intento de incorporarme, pero el dolor en la espalda no me lo permitió. Solté un quejido de rabia. Rabia por su llamada, y por lo inútil que era en ese momento.

—Estaba bien hasta que llamaste, arruinas todo, como es tu costumbre. Deja de molestar, maldita sea.

—Quiero saber cómo está mi adorado esposo. Supe que no te fue muy bien con semejante caída. Te hubieras quebrado el cuello, y así no tendría que hacerlo yo.

—Uy, tus amenazas me dan mucho miedo —dije desbordando sarcasmo y rodando los ojos al cielo—. Frieda, ¿es que acaso tenemos diez años? Si tienes que decirme algo, no lo hagas con estúpidas notas anónimas.

—¿Quieres saber si fui yo?

—No hace falta —respondí—. Estoy seguro de eso.

—Quizás no hace falta decir que soy yo, pero al fin y al cabo la nota cumple su objetivo. Mantenerte advertido y causarte miedo.

—Al diablo contigo. ¿Quieres arreglar las cosas? Habla con mi abogado, y punto. Acabamos con esta mierda de una buena vez.

—Mi pregunta es... ¿Qué tan inútil y débil eres para que te hayas caído y hayas parado en el hospital? ¿Cómo es una resonancia magnética, se siente extraño?

Fuera de enojarme sus palabras, realmente me daban miedo. ¿Cómo demonios sabía todo aquello? No podía hacer nada más que fruncir el ceño con temor.

—¿Para qué llamas? —dije resignado, soltando un gran suspiro—. ¿Acaso es pasatiempo tuyo joderle la vida a los demás?

Escuché a varios hombres hablar a sus espaldas, le habían susurrado algo y ella los silenció de inmediato.

—¡Yo sé lo que hago, no me estés presionando! —exclamó. Claramente, aquella frase no era para mí, y mi intuición me llevó a saber, que llamaba para chantajearme un poco.

—Habla ya. No tengo todo el tiempo del mundo para escucharte, malnacida.

Ivo por fin llegó y su presencia me puso aún más nervioso. Traía varias carpetas en el brazo, y cuando me miró, alzó las cejas; curioso por saber qué me tenía tan inquieto.

—¿Quieres hablar con un abogado y toda la cosa?

—Claro que sí, ¿piensas que soy imbécil como para dejarme manipular tan fácilmente?

—Mira, si te soy sincera... —calló un momento y suspiró largo y tendido—. Las cosas se me han complicado como el infierno mismo, ¡maldición!

Era mi momento de alzar las cejas. Aquello era raro, porque la primera vez que se contactó conmigo, había dicho que haría todo lo posible por quitarme a Vincent. Pero... ¿Por qué ahora parecía que quería negociar de otra manera?

—Iré a verte, y espero que esos guapos sujetos que te están cuidando la espalda, me dejen pasar al edificio.

—Estás loca. Yo no tengo porqué hablar contigo cara a cara —era consciente de mis palabras, pero el encuentro entre ella y yo, era completamente inevitable, es solo que no quería que se diera.

—¡Ja, ja, ja! ¡Ya sé por qué! —dijo como si estuviera convencida—. ¡Sabes que estoy guapísima y tienes miedo de enamorarte de mí otra vez!

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now