<•> Capítulo ochenta y seis <•>

6.6K 657 434
                                    


°

°

¡Hola, mis amores!🌺 

Esta vez no me tardé, jajjaja.
Espero que les guste el capítulo.😂

¡Muchísimas gracias por todos esos bellos comentarios y mensajes que han estado mandando últimamente! 🌈😻

¡Los amooo!❤️

°

°

Comencé a mover mi pierna con impaciencia. Estaba nervioso, como cuando presentaba un examen. Llevaba quince minutos sentado a la mesa de una cafetería.

Había aceptado hablar con John Kellerman. Tenía un miedo increíble, pero también necesitaba saber qué tenía que decir, a parte de reprender mi orientación sexual.

No quería meterme en problemas, pero le había mentido a Derek sobre adónde me dirigía. Fue una condición exclusiva de su padre, justamente cuando terminó de hablar conmigo hacía dos días. John me había enviado la ubicación la noche anterior.

Le había dicho a Derek que vería a Adalia primero, y que luego tomaría un café con Andrew, mi ex. Él no replicó al respecto, me dijo que saludara a ambos.
Y con respecto a los chicos que me vigilaban, les pedí que me dejaran sólo por al menos una hora, que necesitaba un poco de privacidad.

Me pasé la mano por el cabello por milésima vez. Acomodé mis guantes, pues sus costuras están un poco chuecas de posición. Estaba tan concentrado en arreglarlos, que pegué un ligero brinco cuando se sentaron al frente mío.

—El diablo —susurré.

Y vaya que ahí estaba. John Kellerman estaba tan pulcro como acostumbraba. Llevaba un traje entero, de color gris, combinado con una corbata azul rey. Era la primera vez que lo veía un poco despeinado, y ciertamente el look no le quedaba mal. Era un viejo guapo, pero a la vez detestable.

—Qué gracioso —contestó serio, para que luego una sonrisa se dibujara en su rostro—. ¿Cómo estás? —preguntó.

Su tono de voz me pareció sarcástico e hipócrita. Sabía bien que debía tener cuidado con mis palabras. No quería burlas de ningún tipo, y menos provenientes de alguien que escupía veneno por la boca.

—Bien, gra-gracias —fue lo más que contesté. Ni siquiera tomé la decencia de preguntarle lo mismo a él.

Qué le dieran por el trasero.

—Veo que no has ordenado nada —dijo, mientras su vista viajaba por la mesa vacía que nos separaba. Simplemente negué y él continuó—: ¿Quieres algo? Sé que te gusta el chocolate, ¿se te apetece en algún tipo?

Abrí la boca, mas la volví a cerrar. Realmente tenía ganas de satisfacer mi antojo, pero el nerviosismo no me lo permitía, y recibir algo de ese señor no me convenía mucho.

—Relájate, muchacho —alcé la vista y me encontré con sus ojos verdes mirándome fijamente—. Acá no puedo hacerte nada malo.

—¿Eh? ¿Por qué dicir eso? —exclamé asustado. «Acá». O sea que en otro lugar si llegaría a hacerme daño.

—A ver, tranquilízate Ivo. No voy a hacerte nada malo —movió sus manos de izquierda a derecha—, sólo quiero conversar un poco, ¿okey?

Lo miré con desconfianza, y luego de chasquear la lengua, asentí ligeramente.

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now