<•> Capítulo setenta y cuatro <•>

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Me deshice de su agarre mientras temblaba. Sus palabras fueron demasiado serias, como para que el enojo se me baja en cuestión de instantes y se reemplazara por miedo. Era la primera vez que se comportaba así conmigo.

—Vete a la habitación.

Había sido un completo idiota.
No medí las consecuencias de ponerme a tomar alcohol como si fuera agua al frente de Karim. ¿Se podría decir que estaba bien? Derek se fue a una "fiesta" con esa tipa y ni siquiera quiso decirme.

¿Estaba mal ser así de vengativo?
No me gustaba que él se enojara, pues siempre decía cosas hirientes.

Obedecí a sus exigencias, con la cabeza hecha un embrollo, al punto que ni mantenerme en pie lograba, mientras que una náuseas tremendas amenazaban con que vomitara en plenas escaleras.

Logré percibir una risa burlona por parte de mi medio cuñado, cosa que me detuvo.

—¿Destruí su relación? ¡Ja, ja, ja! —se carcajeó aún con más ganas.

Ya veía por qué Derek lo odiaba desde el principio. Era un tipo desagradable y repugnante al mostrar su verdadera cara.

—¿Qué espera, Lane? —comenzó a chasquear los dedos para que me apresurara—. Quiero que esté en la habitación ahora.

La actitud que estaba tomando, no me gustaba para nada, así que para fastidiarlo más, le mostré mi dedo del medio y subí las escaleras como si hubiera tomado un Red Bull.
Y apenas entré a la habitación que estábamos compartiendo, cerré la puerta.

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—Lane, ábrame —la voz del castaño hizo que los pelos se me pusieran de punta.

—No.

Estaba terminado de secar mi cabello luego de haberme dado una ducha, a ver si así se me quitaba un poco el mal humor y el malestar generado por la cerveza.

—¿No? Perfecto.

Escuché sus pasos alejarse y luego de un rato, regresar de nuevo y el sonido de las llaves entrando a la cerradura. Acto seguido, abrió la puerta, dejándome y ver que venía con una taza humeante de café, la cual me entregó.

—Tómatelo —¿quién lo comprendía? Primero estaba enojado, y después se trataba de portarse amable.

—Gr-Gracias...

Quería hablar con él y explicarle todo. Pero no tenía fundamentos. Estaba casi borracho y fuera de mis sentidos.

Excusas...
No existían ahora.

Acerqué mi nariz a la bebida y dejé que el rico aroma me dejara ansioso por probarlo. Me supo delicioso, estaba bastante amargo, pero así era como lo necesitaba.

—El bastardo aún está abajo —levanté una ceja ante ese comentario que cero me interesaba.

—¿Y?

Hasta dejar la taza casi vacía, seguí degustando del café y de ver como mi castaño de quitaba el saco y lo tiraba al suelo, dejando ver lo marcado de sus músculos con aquella camiseta blanca entallada.

En cualquier momento podía revelarse y quitarme la bata que era lo único que llevaba puesto. Sentí mis mejillas arder, pero tenía la excusa que era causado por lo caliente de la bebida.

—Que tú le vas a dar un espectáculo, cariño.

¿Espectáculo? No tenía la más remota idea de que estaba hablando.

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now