<•> Capítulo setenta y seis <•>

13.7K 1K 381
                                    


°

°

—¡Cucú! ¡Cucú! ¡Cucú! —ahora Ivo, no paraba de decir eso mientras hacía el ademán de locura, moviendo sus dedos en círculo.

—¡Etán locos! ¡Yo no po-poder eso! Lo mío, es borradores de propuestas, no.

—¡Pero eres perfecto para ella! —insistí.

—¡Pero yo así!

—¿Así cómo? —estaba apunto de continuar, pero se lo impedí—. No me vaya salir con la estúpidez de que es feo, Lane, porque soy capaz de llenar esta casa de espejos para que se vea lo lindo, hermoso y precioso que es —él se sonrojó cómo de costumbre—. La campaña sólo será fotográfica, nada de comerciales...

—¿Po' qué?

—¡Gastos, mi vida, gastos! —le contestó Fiorella—. ¿Para qué gastar tanto dinero en grabación, edición y montaje, cuando estaría al aire sólo por un mes? Y reutilizarlo para el año siguiente, es completamente anticuado. Claro que no, en esta vida hay que ahorrar.

"Lo dice la tipa que es más millonaria que yo".

—Fotos, mi amor —lo tomé del mentón y lo obligué a mirarme—, sólo es eso. Te prometo, que no pasaremos de las diez tomas —le enseñé mis diez dedos y toqué su rostro con ellos.

—¿Poedo pensar? —contestó al cabo de un rato—. Yo re-responderé manana.

—Mañana —dije.

—Sí, eso.

—Claro que sí —dichas mis palabras, procedí a abrazarlo y llenarlo de besos.

<•>

La mañana siguiente, cuando Ivo me dijo que sí, no podía caber más en mi felicidad. De inmediato, lo levanté, agarrándolo por la cintura y giré hasta no poder más, ni él; ni yo. Porque bastaron segundos para que nos fuéramos al suelo por el mareo.

—Nos estamos haciendo viejos —dije, tratando de poner mi cuerpo en orden de otra vez.

—Tú, yo no —respondió, tratando de no reírse.

—Lo único que tienes a favor, que es luces como un adolescente porque eres enano.

Ya no le molestaba que le dijera así, porque se las cobraba ofendiéndome muchísimo más y peor.

Amaba cuánto había mejorado nuestra relación.

—¿Qué dices si vamos a caminar por ahí? —me puse de pie, y extendí mis manos para ayudarlo a levantarse—. De paso, buscamos un lugar para desayunar.

—Bueno —me abrazó por la cintura, y como la diferencia de estatura era obvia, debía inclinar mucho la cabeza para poder mirarme a los ojos—, pero yo, qui-quiero pastel de cocholate.

Ignoré su error, y rondando los ojos, respondí:

—Dime cuando no lo quieras...

Durante el camino, el pelinegro no dejaba de tomarnos fotos. Si hubiera sido otra de mis parejas, en algún punto me hubiera resultado molesto, pero con él, todo era completamente distinto.

Pasamos a un cafetería de lo más pintoresca, mesas de madera rústica y las sillas estaban decoradas con colores primarios muy brillantes. No había tanta gente y eso me agradaba. Una chica rubia y bastante sonriente, se acercó de inmediato, con una libreta y bolígrafo en mano, y un trapo blanco en su hombro. Ivo pidió su dichosa porción de pastel y un Capuccino.

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now