<•> Capítulo sesenta y cuatro<•>

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Al día siguiente, lo único que podía percibir era un leve viento y la claridad de la mañana que se colaban por alguna parte de la habitación.

Pero al rato, unos besos húmedos comenzaron a satisfacer mi cuello, erizándome la piel y obligándome a abrir los ojos lentamente.

—Despierta, precioso...

Apreciaba muchísimo que tomara la iniciativa de ser tan lindo a primera hora de la mañana. Sonreí para mí adentros, y renegué.

—Noo, déjame mimir —coloqué la almohada en mi cabeza, tapándola por completo.

—¿Mimir?

—Shi...

—No. No quiero —agarró la almohada y la tiró al otro lado de la habitación.

—¡Ey!

—¡Quiero que me pongas atención! —exclamó, haciéndome unas cuantas cosquillas —. Ya dormiste mucho, Ivo. ¿Sabes qué hora es?

—Nop.

—Las diez.

Me incorporé y giré mi rostro para tenerlo cara a cara. Sonrió, a medida que sus hermosos ojos verdes brillaban en demasía. Torcí los labios y junté nuestras narices. Estaba distraído y aprovechando que había cerrado los ojos, le dí un pequeño golpe en la frente con la mía.

—¡Mierda! —rápidamente, tomé las sábanas y volví a cubrirme con ellas hasta la cabeza—. ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Por qué estás tan grosero?!

—¡¿Po'qué?! —grité, aún oculto—. ¡¿Po'qué?!

Todavía tenía la osadía de preguntarme el por qué. ¿En serio? ¿Después de que me sometiera a dos rondas más?

—Me dele mucho —lleve mi mano al trasero y lo froté varias veces—. ¡Tú el gro-grosero!

—¿Huh? ¿Yo?

—¡Ah! —volví a gritar cuando me quitó las sábanas, dejando mi cuerpo descubierto ante sus ojos—. Síp, tú. ¡Dame!

Ahora, estábamos en una batalla para que me diera la sábana de nuevo. Sólo que a él, se le olvidó el gran detalle de estar a la orilla de la cama, así que cuando jaló una vez más, lo solté y cayó de espaldas al suelo.

—¡Ivo! —se quejó y me apresuré a tapar mi cuerpo desnudo—. Claro —se asomó, poniendo los brazos en la cama y así apoyarse para volver a subir—. Fue mi culpa, pero bien que gritabas que te diera más, ¿no?

No tenía por qué decirlo, yo era completamente consciente de lo que hice la noche anterior, y me daba mucha pena recordarlo.

—¡La, la, la, la! ¡No eschucho!

Otro error. ¡Maldición!

—Ven aquí, precioso —extendió sus brazos—. Dame un beso de buenos días.

Sonreí y acomodé la sábana para que  Me acerqué a él y le dí un simple beso en los labios.

Esa, era una manera demasiado extraña de comenzar el día luego de haber hecho lo que hicimos la noche anterior. No íbamos a hacer lo mismo de siempre, que yo despertara en su pecho y todas esas cosas...

Ahí me di cuenta que nuestra relación no era convencional.

Pero... Tal vez me comportaba así para maquillar esa vergüenza ocasionada por aquellas dos simples, pero fuertes palabras.

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now