<•> Capítulo diez <•>

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Se me fue gran parte de la cordura que pensé que tenía almacenada, en el fondo, muuuy en el fondo. Escuchar a Romy, me provocó un espantoso tic en la ceja derecha; que temblaba con cierta... ¿rabia? Además, pude escuchar con mucha claridad un grito interno:

«¿¡Qué!?»

«¿Será que ya te lo ganaron?»

Maldita conciencia, siempre hablándome en los momentos menos adecuados.

—¿Estás segura? —la cuestioné, arrugando un poco el entrecejo. Y con un pequeño asentimiento, me contestó que sí.

Traté de mantener la calma.

«¿Qué diablos me pasa? ¿Cómo es posible que esté celoso por nada?»

«¿¡Por nada!? ¿¡Por nada!?», me gritó mi conciencia.

Era imposible.

Dejé de apoyarme en el escritorio y con la mirada algo disimulada, comencé a caminar. Sin embargo, me detuve en seco al saber que estaba comportándome de manera poco racional.

«Esto no tiene sentido. Es obvio que lo mandaron a llamar por trabajo y no por otro asunto. Además apenas he hablado con él...»

Debatiendo conmigo mismo, me percaté que ya me encontraba presionando el botón del ascensor; dirigiéndome hacia dicho sector. Estaba ansioso y nervioso a la vez. Me mordía el pulgar, y mientras recargaba mi peso en la pierna derecha; movía el otro pie a un ritmo rápido.

Sabía a la perfección que me estaba dejando llevar por mis emociones; sólo por que me gustaba ese hombre en muy poco tiempo. Pero juraba que no era mi culpa, él era tan jodidamente lindo —esa era mi excusa—; que no podía evitar que me gustara.

El ascesor abrió sus puertas y no dudé en salir de inmediato. Apenas dirigí mi mirada al frente, tuve que regalar unas cuantas sonrisas a las chicas que ya iban de salida.

Al fondo del lugar, pude verlos a los dos hablando animadamente, como si se conocieran de toda la vida. Sentí mi sangre hervir al ver como Burke le tocaba el hombro con total confianza.

Así, que me estalló el apellido y caminé hacia ellos.

—Vaya, Lane —dije mirándolo con ferocidad—, ¿acaso no sabe que no debe abandonar su puesto? —él, levantando las cejas, y abría la boca en un intento inútil de hablar conmigo—. Está bien que este sea su primer empleo, pero hay que tener responsabilidad, haga algo productivo —lo estaba ustedeando

—No, es que yo... —no lo dejé continuar.

—Burke, quiero más atención en su trabajo, recuerde lo que pasó el lunes.

El jefe de redacción no dijo nada; pero en su lugar, Ivo añadió:

—Se-señor, epe-pere; yo...

—Limítece a realizar su trabajo de la manera correcta, Lane.

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Entré a mi hogar por la puerta trasera, después de haber guardado el auto en el garaje. Saludé a Ilse y a Sylvio, quienes me esperaban. Él me contó cómo le había ido en el taller. También me avisaron que todos ya habían cenado. Posteriormente, les pedí que fueran a descansar; ya hacían mucho cuidando de dos niños y un adolescente rebelde.

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now