<•> Capítulo ochenta y dos <•>

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Sus palabras me dejaron helado. Comencé a temblar de una manera terrible. De inmediato, cosas malas comenzaron a pasar por mi cabeza.

—Dios mío Caleb, ¿qué les ha sucedido?

—Pues... Ven, ¿sí? —su voz sonaba un tanto indecisa. No sabía si me estaba ocultando algo grave, o algo demasiado grave—. Quiero que vengas primero antes de llamar a la policía, no sé qué hacer.

—¿Cómo que no sabes que hacer? ¡Llama a la policía si es necesario! Envíame tu ubicación, rápido.

Se terminó la llamada, mas no la angustia. No podía pensar en que algo le pasaba a mi mejor amigo, y para variar... A Yui y a su hermana.

—¿To-Todo bien? —Ivo se puso de pie, con Vincent entre sus brazos. Ambos me regalaron miradas desconcertadas—. Ellos...

—No sé qué pasó, Ivo. Sólo me dijo que fuera a recogerlo.

Corrí rápidamente a mi habitación para ponerme zapatos y bajé de nuevo.

—Ya vuelvo, quédate aquí.

Dejé un beso en la frente de ambos y salí despavorido a sacar el auto del garaje, revisando el mensaje que Caleb me había mandado.

—Joder... —tardaría cerca de una hora en estar ahí. Afortunadamente, era tarde, y el tráfico no debía estar en perfectas condiciones para hacerme fastidiar.

Un día cualquier persona cercana a mí, me iba a provocar un jodido infarto.

—Sólo espero que les haya pasado nada —susurré contra el volante.

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Había pasado una estación de servicio hacía unos diez minutos. Era una carreta solitaria, y al cabo de un kilómetro, me encontré con los tres chicos en medio del pavimento, en un estado que podía asustar a cualquiera.

—¡¿Qué demonios les pasó?! —grité bajándome del auto y azotando la puerta—. ¡¿Se encuentran bien?!

Caleb cargaba con Yui en su espalda, el chico estaba dormido... O inconsciente.

—¿Estar bien no incluye que me hayan robado tu auto? —dijo con una sonrisa preocupada.

Miré a mi alrededor. Hasta ahora lo notaba. El auto no estaba por ninguna parte.

Suspiré largo y tendido, llevándome dos dedos al puente de la nariz.

—Caleb... —negué ligeramente y rodé los ojos al cielo.

—Oye, de verdad lo siento, soy un maldito irrespon...

—¿Están bien? —miré la mano derecha de mi mejor amigo y me di cuenta que no. Un trozo de tela de su camisa, cubría su mano inútilmente para detener un sangrado que, si lo hubiera tenido yo, seguramente ya me habría desmayado.

Además, Yui parecía un saco de patatas.

—¿Qué?

—¡¿Qué demonios te pasó ahí, y a él?! —no podía evitar elevar mi voz, al punto de hacer resonar un ligero eco—. ¡¿Tú crees que lo que me importa es el vehículo?!

—Derek...

—¿Tú estás bien? —me acerqué a la chica, quien estaba tratando de calmar sus nervios por un poco de sus propias caricias.

—Sí, pero Yui... Tuvo una crisis nerviosa, ya sabes, ¿no? Por su condición —torcí un poco los labios en una ligera sonrisa. Se preocupaba más por su hermano, que por ella misma.

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now