<•> Capítulo cuarenta y dos <•>

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Capítulo dedicado a:

💕  dany_antony

¡Hola, hola, corazones!😊❤
Espero que se encuentren súper bien.😄 Hoy vengo a dejarles dos capítulos, como siempre, pero...

¿Por qué ya nadie pide dedicatorias?😭 ¡Me hace tan feliz poder mencionarlos!😢💔

En fin, si no lo haces por penita, ¡no importaaa!🙆🙈 Lo haré con todo el gustazo del mundo, porque es mi manera de agradecerles todo ese inmeso apoyo que me dan.❤😍

¡Los amo, beshiitooos!❤

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[Derek]

Ya no podía negar que me estaba matando la curiosidad poco a poco y aún así, nunca quise preguntárselo. Ni siquiera fui capaz de quitarle los guantes —porque sí traté— mientras dormía, pues tenía la cabeza apoyada en ambas manos y nunca se quitaba de encima. Además, cuando terminó de darme la mejor mamada de mi vida —en serio—, sacó unos guantes de su maletín y se encerró en el baño para cambiárselos.

En su momento, no quise decirle nada, no quería arruinar aquel lindo momento cuando se acostó a mi lado para acurrucarse como si fuera un cachorrito con frío.

Ivo no respondía, ya llevaba ciertos minutos sin decir nada, sólo le sonreía a Vin de tanto en tanto, mientras mi pequeño estaba en su mundo.

—No puedo evitar pensar en algo, malo, precioso. ¿Por qué?

—Ya. No, no quero ha-hablar eso...

Corrió el rostro, evitándome poder verlo, pero me acerqué a él y enrollé mi brazo en su cuello.

—Mírame —no obedecía—. Mírame, Ivo. ¿Qué pasa? ¿Tan difícil es decirme? —asintió.

—Ya. Lu-luego, ¿sí? —por fin me miró a los ojos y acarició mi mejilla—. Es que...

—Bien —suspiré y lo besé en los labios—. Descuida, dímelo cuando lo creas necesario.

Asintió y se puso a jugar de nuevo con Vin, aunque ahora, no sonreía como antes, lucía decaído y era obvio que tenía en mente otra cosa.

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Me llamó la atención que comenzara a estornudar como si fuera un ratoncito. Sí, en cierto modo era afeminado, pero ¡me encantaba así!

—¿Estás bien? —no pudo contestar porque segundos después, volvió a estornudar.

Negó. Me incorporé y con el dorso de mi mano, toqué su frente. Estaba helada y una fina capa de sudor comenzaba a perlar su piel.

—¿Qué pasa? —me miró con unas cuantas lágrimas apunto de salir, por el esfuerzo aguantarse las ganas de estornudar. Sus mejillas estaban rojas y tenía la boca entreabierta, completamente apetecible a la vista de cualquiera—. Creo que.... —recordé el error que cometí, aún sabiendo que ya había llegado el otoño— Que fue mi culpa, por dejar la ventana abierta toda la noche —lo sujeté de las mejillas y acaricié su nariz con la mía—. Lo siento. ¿Quie...

No me dejó terminar, pues de inmediato y cómo si necesitara de mí, me besó, provocando de toda mi piel y sentidos, se crisparan. Estaba extasiado por tenerlo a mi lado.

Perfecta ImperFecciÓnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora