<•> Capítulo cincuenta y tres <•>

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—Alguien que me traiga una Coca porque se me bajó el azúcar —me recosté a la pared fingiendo que era verdad—. Nah, mejor una cerveza.

—Estás en un hospital, Derek —habló mi hermana—. Compórtate.

—Perdón. Es que ya se habían tardado, ¿no?

—¿Disculpe? —dijo con inocencia.

—¿Creyeron que me iba a creer ese cuento de «Es sólo un amigo que viene a comer»? O el «Iremos al cine» Ay, por favor, sí yo hacía lo mismo cuando estaba en el cole...gio.

Ivo de inmediato volteó la cabeza, y anteriormente había cruzado la pierna de la manera más femenina posible. Para luego, hacer lo mismo con sus brazos, y dejar salir un simple:

—¡Ja!

—Ves —recibí un golpe de parte de Kay—, cierra la bocota.

—Creo que Dustin mejorará mucho a su lado —añadió el chico—. A pesar de lo que pasa con su padre, son una familia muy linda.

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Lo primero que hizo Dustin al despertar, fue preguntar por su novio. Joey. Vale, admitía que quería pasar yo primero a hablar con él, pero el mocoso ese me ganó. ¿Quién se creía?

—A ver, Derek —habló mi hermana, tocándose uno de los muchos moretones del rostro—. Deja de estar haciendo pucheros de tío celoso.

—¡Nadie está celoso, mujer!

—¿No? —Ivo pinchó mis mejillas con la punta de su dedo índice—. Sí. Ce-celoso.

—Sssh, no me ayudes, mi amor —hice lo mismo que él: pincharle las mejillas.

Luego de un largo rato esperando a que Joey saliera, Kay entró, quien era un mar de lágrimas completo, mientras se echaba la culpa de lo sucedido. No lo pensé dos veces y le marqué a George. ¡Si hubiera hecho bien los trámites, Horst no hubiera salido!

—Nece...

—Ni me diga lo que tengo que hacer, Kellerman —me quedé con la boca abierta al escuchar esa falta de respeto de no dejarme hablar—. Ya me di cuenta de todo y le juro que esta vez, ese tipo se va a arrepentir.

—¡Lo mismo dijiste antes! —respiré profundo. No debía gritar en el hospital—. Mira, Kay...

—Deme unos minutos, ¿sí? Yo ya voy para allá.

—Tú lo único que quieres es seguir metiéndole ideas raras en la cabeza a Kay.

—Bueno, es problema de ella si quiere creer esas ideas raras, y no de su hermano que parece idiota cuidándola como si fuera una niña.

—Bien. Esperaré a que vengas y me digas eso en la cara, hijo de...

Pi, pi, pi, pi...

—¡Uuusssh! Este mald-

—Deja de pelear con él —se acercó ella por detrás de mí y puso manos en mis hombros.

—No me digas nada. Mira nada más todo esto, si yo hubiera sido más cuidadoso contigo desde un principio, no te hubieras casado con Horst. ¿Cómo está? —mi sobrino sí que era importante y no ponerme a discutir cuando Kay defendía a ese abogaducho.

—Parece que ver a Joey le alegró la situación. Dice que tiene muchas ganas de vomitar, seguramente por todos los medicamentos...

—Bien, iré a verlo. Es mi turno.

—Ni se te ocurra, Iván.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Está teniendo ideas raras.

—¿Ideas raras?

—Dice que quiere matarlo.

—Oh, ¡qué genial! —exclamé sin sarcasmo y con felicidad—. Así tengo a un cómplice que quiera ayudarme en arrancarle la cabeza.

—Señor, le pido que por favor baje la voz —se acercó una enfermera de lentes grandísimos—. Está molestando a las demás personas con su vocabulario tan irrespetuoso.

—Ah... Lo siento.

Ver a Ivo riéndose y tapándose la boca para que no me diera cuenta, me provocó más vergüenza de la que ya sentía.

—No te rías.

—¡Ja, ja, ja! —fingió reír.

—Uush, espérate nada más cuando lleguemos a la casa —sentencié y me mostró su lengua—. ¿Cómo por qué no puedo verlo?

—¿Aún preguntas? Lo que harás lavarle el cerebro para que siga teniendo esas ideas raras —comenzó a negar.

Ese día, todos estaban en mi contra.

Al pasar unos treinta minutos, el abogado preponte se apareció por la sala de espera y corrió a abrazar a mi hermana. Esperé a que al menos disfrutara ese momento, porque cuando se separaron, le dije:

—Ahora, sí. ¿Parezco idiota defendiendo a mi hermana?

—No haga el ridículo, Kellerman.

—Apo-Apoyo —dijo Ivo, levantando la mano, haciendo eso, precisamente, apoyándolo.

—Ivo... ¡Te estás ganando que te agarre y te amarre a la cama para castigarte!

—Señor, por última vez... —era la misma enfermera—. Haga silencio, sino, tendré que proceder a escoltarlo a la salida.

Me disculpé de  nuevo, y Lane volvió a reír.

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Dustin debía quedarse en observación unos días. Afortudamente saldría el domingo, así que con aquella reunión con Caleb y Yui, sería celebrada su bienvenida.

Pidió que nos fueramos todos a descansar y lo vistáramos el día siguiente. Sí, definitivamente era un chico valiente, que no se dejaba doblegar por sus sentimientos cuando estaba enfrente de su madre, o de cualquiera.

—Vayan. Estaré bien, por lo visto dan una buena gelatina aquí —levantó el pulgar, sonriendo.

—Si Ilse te escuchara, no te daría más hamburguesas nocturnas.

Recordé cuando era adolescente. Al dar la madrugada, bajaba a la cocina para comer algo. Y mi madre me decía lo mismo todos esos días: «A mí no me vengas a llorar porque te duele la panza y no puedes dormir».

Dustin era igual.

A fin de cuentas, invité a Ivo a cenar. Además, tenía ganas de ver a Dietlinde y a Vin. Ese simple gesto de compasión me conmovía muchísímo, verlo preocuparse por mi familia, era muy importante para mí.

Al menos el susto ya había pasado y Sylvio se disculpó conmigo como unas mil veces, diciéndose a sí mismo poco hombre por no poder impedir nada. Pero, al contrario. Él se había aferrado a Vin y a la pequeña niña, protegiéndolos.

Ahora, a modo de desestrés, nada mejor que unos sabrosos besos del chico que me había cautivado por completo. Estábamos en mi habitación y él se encontraba a horcadas sobre mí, mientras jugueteaba con mi cabello y me mordía los labios.

Hasta que...
Mi celular comenzó a sonar.

Ivo se separó de mí para que pudiera atender. Pero me negaba rotundamente. Sin embargo, me vi obligado a soltar una maldición cuando ese sonido, se volvió más y más insistente.

—¿Hola? —dije, pasándome los dedos por los labios—. ¿Quién es?

Al otro lado, no se escuchaba nada más que unos papeles siendo hojeados de un lado a otro. Luego, una respiración suave y un aclaramiento de garganta femenina.

—Tanto tiempo, esposo mío.

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Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now