<•> Capítulo treinta y uno <•>

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[Ivo]

Ingresé a la empresa cumplidas las semanas de incapacidad. Ya me aburría en casa, no podía jugar a gusto por estar usando el cabestrillo y con las películas... ¡Que Netflix sacara algo nuevo! Además, pasé comiendo cuanta cosa me llevaba mi madre, seguramente había subido unas cuantas libras.

Ah, ah, no quería que otra imperfección se añadiera a la lista.

Sophie Kellerman fue la primera en salir corriendo hacia mí. Se me tiró encima y me regaló un abrazo.

—¡Qué bueno que estás bien, corazón! Casi nos matas de un susto. ¿Ya estás mejor?

—Ah, du-duele poco —me señalé el brazo—. Pero, yo bi-bien.

—¡Genial! Pero, supongo que venías con ganas de ver a tu Sugar Daddy, ¿no es así?

—¿Eh? —mis mejillas se pusieron calientes—. No, no...

—Ay, no mientas, mira nada más; luces como un tomate de mercado, ¡todo madurito! —me llevé las manos al rostro para ocultarlo. Ella se carcajeó.

—¿Él es-está?

—No —se cruzó de brazos—. Aún no llega y me preocupa que los negocios se hayan estropeado, hace días no avisa nada.

A mí ni siquiera me había envíado un mensaje, y vaya que no lo culpaba, no era su responsabilidad avisarme dónde estaba y qué hacía. Pero, como iba con todos los ánimos del mundo a trabajar de nuevo, estos cayeron en cuestión de segundos.

—Oh.

—¡Ay, tranquilo! —me palmeó la espalda—. ¡Romy y Tamara lo están cuidando muy bien!

—¿Eh?

—Eh... —se  golpeó la frente y arrugó el rostro—. Eso fue indiscreto, ¿verdad?

—Demasiado, estúpida —me volteé  y James apareció, perfectamente arreglado, vestido con un traje de color azul oscuro—. ¿Tú qué? —enrolló su brazo en mi cuello— ¿Cómo te sientes?

¿En qué momento ambos habían cogido tanta confianza?

—Bi-bien, gacias...

Estaba tratando de sacar de la mente lo que dijo la castaña. De verdad había sido un terrible comentario, porque él no me dijo de que iría con ellas. Además, ambas eran preciosas y tenían un cuerpo de envidia.

Y yo, me veía espantoso con la mejilla aún lastimada.

—Es una lástima que mi primo no haya llegado todavía —dijo el joven, sonriendo—. Pero, no te preocupes, tuvo que ir con ellas porque una, es su secretaria y la otra, conoce muy bien todos los negocios allá.

—Ah...

—¡Qué vivan los celos, carajo! —gritó Sophie, como si fueran tan bonitos.

—No le hagas caso —añadió James, rodando los ojos—, una cabra está más cuerda que ella.

Eso ya lo sabía.

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De repente, las dos chicas que lo acompañaron, entraron como alma que se las llevaba el diablo. Dejaron las maletas a mitad de camino y corrieron a sus puestos, de inmediato, a encender sus computadoras.

¿Eso quería decir que ya lo vería?
Ah, mi corazón comenzó a ir más rápido, completamente emocionado por ver mi jirafa de ojos verdes.

—Al parecer no pudieron terminar el trabajo en el avión —me comentó una chica que trabajaba a mi lado, viendo con atención el alboroto—. Imagínate si hubieran ido en un avión comercial...

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now