<•> Capítulo once <•>

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—¡Aarrgh! —me revolví el cabello con desesperación— ¡Ya lo sé, ya lo sé! ¡El pobre no tiene la culpa de lo estúpido que soy!

—Ya te lo he dicho: deja de ser tan impulsivo con tus emociones; contrólate aunque sea un poco. Por que sino, ¿qué harás si llegan a ser pareja? ¿Te comportarías igual de celoso? —sus preguntas me tomaron por sopresa.

—¿Qué qué haré? —dije sonriendo de lado—. Si llegamos a ser pareja —me incorporé, y poniendo mis manos en mi cadera, tomé pose de superhéroe—; es obvio que no voy a dejar que ni lo volteen a ver.

De hecho, me pareció lindo y a la vez emocionante; imaginarme al lado del pelinegro, en una relación. Aunque asimilé que era pronto para estar pensando en esas cosas, mas no pude evitar tener esas bonitas situaciones en mente.

—¡Ush! ¿De qué estamos hablando, Kellerman? Cero impulsividad, cero celos, hombre.

Me regañó durante un rato. Pero, cambié de tema preguntándole acerca de su primer día como profesor, y lo que me dijo fue:

—Bueno, lo normal: confundí a un chico con mujer.

—¿Qué? ¿En serio? —asintió y no pude evitar estallar en carcajadas—. ¡Qué idiota eres por el amor de Dios! ¿Cómo no te diste cuenta de que era hombre?

—Si te digo que es igual a Yui, ¿me creerías?

Aquello me lo preguntó completamente serio. Guardé silencio y sentí mi corazón estrujarse al escuchar el nombre de su esposa... de mi mejor amiga.

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Debía disculparme. Así que vigilaba con fervor la llegada del pelinegro. En serio había hecho el máximo esfuerzo para llegar temprano y que no me estancara en las calles principales de la cuidad. Incluso, apenas llegué, le pedí a Romy un café; puesto que ni desayunar quise, para no retrasarme.

Estaba un poco nervioso, sentía unas molestas mariposas en el estómago que no me dejaban en paz. Por eso, tomé todo el café, para ver si se ahogaban las hijas de puta.

—Me estoy comportando como un maldito adolescente —comenté, mirando el techo fijamente.

«En realidad, un adolescente se comportaría mejor que tú», me respondió mi conciencia.

¿Debería ponerle un nombre? Después de todo, llevaba siendo partícipe de mi vida todos los benditos días.

Entonces, las mariposas insistentes, volvieron cuando lo vi llegar; tan lindo como los días anteriores. Sin embargo, no levantó la vista en mi dirección; aunque la puerta estaba abierta, sólo se dedicó a saludar a Romy con un simple gesto de mano; tomó asiento, y encendió la computadora de su pequeño y ordenado escritorio.

Bien, ya había llegado y eso me alegró la mañana. Pero, habían pasado unos veinte minutos y nada que volvía a ver hacia mi oficina. ¿Era a propósito? Porque si era así, tenía razón de comportarse de manera indiferente conmigo; luego de que yo hiciera lo mismo.

Debía hablar con él, por lo que me puse de pie. No obstante, volví a sentarme cuando observé como se pasaba la mano izquierda por su cabello, para acomodarlo. ¿Qué podía hacer? Se vio increíblemente sexy cuando lo hizo. Me provocó hacerme viento con la mano.

Sin embargo, me levanté otra vez con más determinación. Caminé hasta la puerta y me apoyé en la marco de la misma.

—Lane —dije, llamando la atención de todos. Él alzó la mirada, confundido—, pase a mi oficina; si es tan amable —acomodé mi corbata, con la intención de lucir dominante.

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now