XX.

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—¿Sabes algo? Soy una mujer de palabra

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—¿Sabes algo? Soy una mujer de palabra.—Susurré acercándome a él.—Te dije que no soy tu juguete, ni tampoco seré tu diversión de la semana.—Mi sonrisa no vaciló.—Así que demuéstrame que eres merecedor de mis labios, y tendrás muchos más besos de los que puedas contar.—Besé castamente su barbilla.

Leer demasiado libros de romance, me ha enseñado a nunca ser como la protagonista, y no dejarme llevar siempre del momento, y menos con alguien como Jace.

—¿Qué me haría merecedor de tus besos, Diosa Brooke?—Preguntó con una sonrisa de burla y su vista al frente.

—Ingéniatelas.

—Te vi besando a Mason ayer, ¿Te gustó?

Fruncí el ceño.—¿Para qué quieres saber eso?

—Curiosidad, supongo que él no sabe como se te escapan gemidos solo con besarme ¿O sí?

Genial, era un cerdo y no estaba celoso.

—¿Estás celoso?—Enarqué una ceja mirándolo fijamente.

—Para nada, soy muy seguro de mi mismo, y te juro....—tamborileó sus dedos en mi rodilla desnuda.—Que a la única persona que besarás un día será a mí.

—Te tienes mucha confianza la verdad, pero yo también me tengo y te juro...—imité su acción burlesca en su rodilla.—Que te costará mucho ser la única persona a la que bese.

Reí y salí del auto una vez que me dejó frente al compartimiento de tenis.

—¡Entrenador!

Mi entrenador Kai era de esos típicos hombres que te hacían suspirar, era alto, su pelo era rubio y sus ojos azules, tenía 26, sí, el sueño mojado de cualquier adolescente de 17 años.

Admito que la primera vez que lo conocí, cuando tenía 14, me costaba mucho concentrarme porque era mucho más bonito que todos los entrenadores, calvos que había tenido.

Pero me acostumbré a sus lindos ojos azules, y a su pelo rubio, incluso me acostumbré a ver a su novia Mercedes, era una castaña muy bonita.

—Señorita Henderson, la extrañé por aquí, sabes que eres mi mejor alumna.—Sonríe y me hace un ademán para que me adentrara.—Vamos a calentar un poco.

Yo odiaba calentar, pero si no lo hacia Kai me iba a matar.

—¿Cómo está Mercedes?—pregunté estirando mis brazos.

—Está embarazada.—sonrió y sus ojos brillaban de emoción.

Yo chillé de felicidad y corrí abrazarlo.

—¡Eso es genial, Kai!—lo abracé más fuerte y luego lo solté.

—Estoy verdaderamente feliz de poder tener un hijo con Mercedes.

¿Te quedas conmigo? ©️ (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now