Capítulo IV || En nombre de la fama

17 1 0
                                    


GÁLICA


En su sueño Gálica se veía a ella como una niña, mirando hacia el encrespado mar donde una vez su exesposo Enrico llegó cruzando el cabo de Grimmler. Podía ver una tormenta acercándose por el norte, donde los rugidos de las olas al chocar con las rocas en la playa eran ensordecedores y la resaca en un perturbador siseo de vuelta a las profundidades del mar. Luego giró la mirada hacia el oriente, hacia el mar de Jurgamungander, donde podía escuchar el choque de las espadas, los gritos y el furor de la guerra llamándole. Pudo ver las costas de una tierra que no había visto antes. Entonces la pequeña Gálica hizo el error de mirar hacia atrás, desde la bruma le observaban los cadáveres de su padre Dors, de su madre Illyasbrida, de su hermano Karlo y de su hermano Frolo. Sus ojos no eran más que cuencas vacías de donde brotaba niebla negra. y entre todos ellos pudo verlo...Aeger, El Dios de la Guerra en persona, en su cabeza llevaba un yelmo con una cola de fuego, sus ojos eran carbones encendidos y vestía con una armadura de hierro. 

      Gálica sintió miedo nuevamente y comenzó a huir. Aeger caminaba tras ella, por cada 10 pasos que Gálica daba, Aeger solo tenía que dar uno. De la arena brotaron las manos de todos los guerreros que Gálica había matado, todos ellos tirando de sus pies, hasta que la hicieron caer. Aeger iba hacia ella, pero antes de que pudiera hacerlo la luz de luna cayó sobre ella, escudándole de Aeger. Y ante la luz de luna Gálica se sintió tranquila y en paz. Nuevamente podía sentir felicidad e incluso Gálica comenzó a reír.

      La reina despertó y salió de los cobertores de su cama, Gálica se colocó la capa sobre sus hombros y miró hacia las montañas y el río fuera de los muros de Könn. Luego la joven monarca miró hacia la luna llena. Algo no iba bien, la reina mandó a llamar a dos de sus guardias para que la escoltaran para ver a los grisvidentes.

      Ante la mirada fría y muerta de las gárgolas que custodiaban la guarida de los grisvidentes, Gálica entró. Los hombres y mujeres calvos con pieles pintadas de azul, rojo, blanco y negro yacían viendo las paredes con el musgo verde creciendo en ellas. Tratando de descifrar lo que significaban las formas del musgo.

      —Alteza. —Dijo entonces la grisvidente principal.

     —Sabes por lo que he venido ¿no es así...? —Preguntó Gálica.

     —Lo sé Gálica Kreuz, reina de Stahland.

     —Quiero ir al Este, a Esterreich. —Dijo Gálica.

     —Esterreich: Donde los dioses del tiempo, la naturaleza y la luna viven...Dices también que vas allá en busca de gloria, oro y conquista. Pero la verdad es mucho más complicada, ¿No es así alteza?

      —Supongo que eres la única a quien no se le puede guardar un secreto. —Dijo la joven reina y se sentó en la silla frente a la grisvidente, ella sonrió, sus ojos eran grises, sus dientes blancos y negros por comer todo ese musgo.

      —Todo lo contrario, alteza, usted tiene muchos secretos que nadie puede descifrar, algunos ni siquiera usted misma. —Respondió la grisvidente. —Pero este secreto que usted quiere que rebele, es la verdadera razón por la cual quiere ir a Esterreich.

      Gálica sonrió.

      —Desde ese momento...en el que fui "elegida" por Aeger, supe que mi destino era grande, todo pareció de la noche a la mañana, Mi padre al instante me hizo su heredera, mi madre nunca más volvió a decirme como debía comportarme, me gané el respeto de todos los hombres y mujeres que peleaban en el ejército. Me convertí en la reina de Stahland, pero...me asusta saber que tal vez todo lo que soy, no lo he conseguido por mí, sino por la voluntad de Aeger.

      La grisvidente comenzó a reír, su risa se volvía más gruesa y cavernosa con cada exhalación. Gálica se asustó un poco, era la primera vez que veía a una grisvidente hacer eso.

      —Tú crees que todas las decisiones en tu vida, han sido destinadas por Aeger. No, él pone las cartas en el camino, pero tú decides como tomarlas y como jugarlas. Nadie más. Si crees que Aeger te dejará cuando cruces el mar y te asientes en Esterreich, estarás equivocada, porque Aeger vive en todos nosotros, especialmente en ti Gálica Kreuz.

      —No lo quiero dentro de mi...—Respondió Gálica.

      —¿Ah no? Y como piensas cambiar eso, ¿cómo piensas obligar a un dios a hacer tu voluntad?

      —No puedo obligarlo. Pero pronto el nombre Aeger el Dios de la Guerra, será perdido y olvidado pero nadie olvidará a Gálica Kreuz reina de Stahland.

      —Cuidado alteza, las grandes ambiciones traen consigo grandes caídas. —Respondió la grisvidente.

      —Sé muy bien lo que conllevan mis decisiones.

      —Si tú vas a Esterreich, el peso de tus ambiciones, traerá caos y calamidad. La Gran Serpiente espera pacientemente el tiempo para actuar y con ella la tormenta que se avecina. Si vas a Esterreich, Stahland no volverá a ser la misma. Los stahlander no volverán a ser los mismos. Tú ni a todos los que lleves contigo serán los mismos otra vez. Gálica Kreuz.

       —Ya veo. Sin embargo, no puedo seguir ignorando las señales, si Stahland perdurará en el tiempo, será cuando exploremos lo que hay más allá de nuestras fronteras, este es un mundo muy grande y pronto aprenderá a temer y a respetar a Stahland. 

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora