Capítulo XXIX || Zuckerwasser

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ANDREAS


Reisser, el caballero ya estaba sobre su montura, mientras afinaba su el arpa de plata. A Andreas le parecía curioso, el muchacho había sacrificado gran parte de su parte del botín en el saqueo, solo por aquella arpa. La compañía de guerreros comenzó a marchar hacia el exterior de la ciudad de Geldbruck. La empalizada había comenzado a fortalecerse con un foso lleno picas de madera. Y ya en medio del camino Reisser comenzó a tocar una a una las cuerdas del arpa, pero no le gustaba el sonido.

—Mondsohn, dime que piensas de esta melodía. —Le preguntó Reisser a Andreas. Y luego comenzó a tocar su arpa.

—Suena bien...—Respondió Andreas.

—Ahí te equivocas, hermano. —Dijo Reisser. —El sonido es más estridente de lo que debería, las cuerdas de esta arpa ya están dañadas porque no ha sido tocada en mucho tiempo. —Dijo el caballero. —Hay que ajustar las clavijas. De lo contrario el sonido de las notas se corrompe.

—¿Por qué razón tocas el arpa? —Le preguntó Andreas. —No esperaría a un guerrero que supiese tocar música, mucho menos el arpa.

Reisser soltó una corta sonrisa.

—Mi madre era una "cortesana" en el burdel de Könn, y para divertir a sus clientes, tocaba el arpa. Ahí conoció a mi padre y los dos se casaron y vivieron en una pequeña casa a las orillas del río, justo en las afueras de Könn. Mi padre murió durante la temporada de saqueos en Norseriki. Y mi madre no sabía criar a un niño, por lo que decidió criarme como a una niña, me trenzaba el cabello y me obligaba a usar vestido. Y me enseñó a tocar el arpa. Y desde niño estaba metido en el interior de los burdeles. Sin embargo, un día Ser Bruno entró para sacar a Ronan, y pues le dije que quería que me entrenara para ser un guerrero Stahlander como él. ¿Y que hay de ti Andreas? ¿No sientes nada por los Esterreichii?, esta es tu gente después de todo. —Le preguntó Reisser.

—Cuando era niño mi madre me vendió a la Orden de Ahri. Crecí con ellos, aprendí con ellos, luché con ellos y sangré con ellos, pero...Todos los muchachos con los que crecí se ahogaron y Gálica mató a los otros. —Respondió Andreas. —Para mí, no hay nada aquí. Fue porque Gálica decidió venir que yo la acompañé, ustedes son mi familia.

Reisser sonrió. —¡Claro que lo somos! —Exclamó el caballero y meneó la cabeza de Andreas.

—Entonces está ciudad...¿Cómo dices que se llama?

—Zuckerwasser. —Respondió Andreas. —Esta justo en la frontera entre el condado de Oster-Verein y el condado de Nordenfeld.

—¿La ciudad será difícil de tomar?

—Lo dudo. Ferdinand Blauenblud es el comandante de las fuerzas armadas de Esterreich, y Su condado es Nordenfeld. Nadie en su sano juicio osaría atacarlo...y él lo sabe, por lo que no hay defensas.

—Épico. —Respondió Reisser. —Entonces esto será como un viaje por el campo.

—Sin embargo, deberíamos muchas muertes innecesarias. —Respondió Andreas. —Lo único que necesitamos es tener a todo el ejército real tras nosotros.

—Yo no tengo ningún problema con eso, pero...—Entonces Reisser miró sobre su hombro, tras ellos iba el conde Schwartzmarken junto con sus hombres. El hombre se veía enfadado y Andreas sospechó que tenía algo que ver, con que Gálica lo asignara con nosotros, en vez de ir a pelear en Möwenbucht. Andreas había aprendido que un guerrero Stahlander, vivía para las batallas y las más grandes, eran aquellas donde podían pelear y en caso de morir, poder ascender hacia Aurora. Por lo que conseguir suministros no era algo que consideraran digno de un guerrero.

Después de unos días marchando río arriba, encontraron al pueblo. A diferencia de Geldsbruck, Zuckerwasser no era de lo más impresionante, es más, la ciudad ni siquiera tenía una propia empalizada. Campos de cultivo se alzaban a las afueras del pueblo. El cual descansaba al lado de un gran lago. Reisser se acercó al lago y tomó un poco de agua.

—No sabe a agua azucarada. —Respondió el caballero. Y luego se levantó. —¿Entonces cual es el plan?

—Tienen un almacén repleto de comida en la plaza. —Dijo Andreas. —Repleto de grano, harina, tubérculos y carne en salazón.

—Bien, eso lo hace más simple. —Le interrumpió entonces el Conde Schwartzmarken. El conde entonces desenfundó su mandoble. La hoja de la espada era de un color negro profundo. —¡Hombres, destrúyanlo todo excepto el granero en medio del pueblo! —Gritó el conde.

Los hombres gritaron de felicidad y luego se fueron corriendo hacia el pueblo.

—Esto no fue lo que acordamos. —Le dijo Reisser al conde Schwartzmarken.

—Que importa, son Esterreichii; nuestros enemigos. No merece que les demos cuartel. —Dijo el conde y luego, Él y sus hombres comenzaron el saqueo. Mataron a todos los hombres que vieron en las calles. Y les prendieron fuego a las casas, la única resistencia del poblado, se dio frente al silo. Al menos una centena de hombres se enfrentaron a los Stahlander, mal armados y sin duda varios de ellos habrían sido hombres que nunca antes habían levantado una espada antes.

Uno de ellos era un granjero en sus treintas, el hombre trató de justar a Andreas con una lanza, pero Andreas bloqueó el golpe con su mandoble e inmediatamente le lanzó el tajo en el torso, la hoja cortó la camisola de lana del hombre y su pecho. El campesino cayó muerto. La sangre salpicó la cara de Andreas y le produjo escozor en los ojos, cuando esta cayó en su interior. Andreas se talló los ojos, y entonces pudo ver la horripilante escena, hombres siendo asesinados en las calles, las mujeres siendo deshonradas y los niños berreando tratando de reanimar los cuerpos de los muertos. Y entonces en un momento Andreas se dio cuenta... esta gente que sus hermanos estaban matando, eran Esterreichii, gente igual a él. Y era una cosa matar a comerciantes...y otra muy diferente, matar campesinos que solo habían conocido los bieldos y las hoces en toda su vida.

Después de una encarnizada batalla. Los Stahlander llenaron los carros con los suministros que pudieron saquear del gran granero y los colocaron en los carros. Entonces Andreas se dio cuenta que el conde Schwartzmarken estaba amarrando a los campesinos que habían logrado sobrevivir la masacre.

—¡Que es lo que está haciendo! —Exclamó Andreas indignado al conde.

—Lo que parece que estoy haciendo Mondesohn. Me llevo a estos prisioneros, hacen falta esclavos en Geldsbruck. —Respondió el conde Schwartzmarken.

—¡Que! ¡No puede hacer eso! —Exclamó Andreas.

—¿Y por qué no? ¿Acaso tú vas a detenerme? No eres más que un extranjero, la única razón por la que estás aquí, es porqué eres la mascota de la reina. —Gruñó el conde Schwartzmarken.

—No tenemos suficiente tiempo para transportar esclavos desde Zuckerwasser, hasta Geldsbruck. —Respondió Andreas. —Reisser, dile algo...

Pero Reisser se quedó en silencio, era como si el caballero de cabello platinado no lograse entender cuál era el problema.

—Andreas, nos hace falta servidumbre. Necesitamos gente. —Respondió Reisser. Andreas se sintió engañado. 

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Onde histórias criam vida. Descubra agora