Capítulo XXXIX: La Reina bondadosa

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   HANNES


El conde Rosenklaus llegó cabalgando junto con el resto de sus tropas, aún cansadas. Hannes ya suponía lo que había pasado, y se esforzó por no mostrar una satisfactoria sonrisa. En cambio, se mostró "preocupada por la salud del conde. El pobre hombre había llegado cabalgando, su brillante armadura romalia yacía sucia por la sangre y la mugre. Sus hombres no lucían mejor que él. Harapientos, sudados, heridos y cansados después de haber corrido a través del bosque hacia el campamento principal. Los caballerangos fueron los primeros que llegaron a encuentro del conde Rosenklaus y le ayudaron a descender de su montura.

—Conde Rosenklaus, ¿Qué fue lo que le pasó? —Le preguntó Hannes, fingiendo interés.

—Alteza...fuimos atacados por los barbaros. Estos Stahlanders nos atacaron durante las ofrendas a Krieger y nos desalojaron del campamento. Fue una masacre, de no haberme retirado a tiempo, hubiese terminado muerto.

"Una retirada no es lo mismo que una huida conde Rosenklaus, pero al menos has hecho exactamente lo que esperaba de ti y has sido humillado por subestimar a tu adversario. Bien, ahora que todas las piezas están en su lugar, es momento de comenzar con la contraofensiva". Pensó Hannes.

—Mi lord, me alegra saber que logró escapar con vida, que sea una valiosa lección para todos nosotros. —Respondió Hannes. Y luego se dirigió hacia todos los oficiales y hombres por igual en el campamento. —Nuestros enemigos son salvajes que no descansarán hasta vernos derrotados, pero juntos todos nosotros, podemos ganar. En la unión está la fuerza, Un Esterreich unido, jamás será vencido. —Exclamó la reina Hannes Blauenblud. —Creo que ya jugamos con ellos el tiempo suficiente.

—¿Qué tiene pensado hacer? —le preguntó el Gran Maestre Engelbert a la reina.

—Qué no es obvio...los sacamos de Geldbruck.

—¿Cómo?

—Obligándolos a presentar batalla en nuestros términos. —Respondió Hannes. —Gran Maestre...quiero que decapiten a cada uno de los Stahlander muertos que hayan quedado en el campo de batalla...Si ellos creen que nos atemorizarán, les demostraré en persona cuanto terror puede provocar el rugido de una leona dorada de Blauenblud.

—¡Gran maestre! —Gritó entonces uno de los caballeros de la orden de Ahri.

—¿Erlendur que ocurre? —Le preguntó el Gran Maestre al caballero. El muchacho dio una reverencia ante la Reina Hannes y Engelbert y después comenzó a hablar.

—Ha llegado una partida de reclutas...

—¿Otra más? —Le preguntó Hannes al hombre. Entonces el caballero giró la cabeza hacia la reina. —¿De dónde son?

—Reclutas de la Orden de Ahri. —Respondió el soldado. —El recluta a cargo es un muchacho llamado Aksiel.

—¿Aksiel? Maldita sea. —Respondió El Maestre Engelbert. —Dejadlos pasar, y que esperen a fuera de mi carpa. —Respondió el gran Maestre. Luego giró la cabeza hacia la reina Hannes y dio una reverencia. —Si me disculpa alteza, tengo que ir a resolver algunos problemas de desobediencia.

Hannes miró entonces hacia el horizonte donde se veían las columnas de humo de las hogueras que habían hecho sus oponentes resguardados tras las paredes de Geldsbruck. Se le tenía que ocurrir una estrategia y pronto. Antes de que sus primos bajaran desde Nordenfeld y echaran a perder todo el plan de Hannes. Fue entonces cuando el conde Rosenklaus carraspeó y comenzó a hablar.

—Alteza, le pido humildemente que me ponga al mando de dos contingentes de tropas, para reconquistar el camino norte y retomar nuestro campamento. —Dijo el Conde Rosenklaus.

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Where stories live. Discover now