Capítulo XXXVII: La Batalla de Rottenbaum

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ORNOLÚ


Siete líneas de guerreros uno al lado del otro sobre la loma, con un hacha, espada o lanza en la mano derecha y un escudo en la mano izquierda. Hombres vestidos en armaduras de cuero y cotas de malla. Con las largas barbas brotando por debajo de sus yelmos. Una mezcolanza de colores de escudos con diversos símbolos, runas, serpientes, osos, tiburones, ballenas, lobos, halcones, cuervos, entre otros. Y mientras los hombres esperaban impacientes, la batalla, Ornolú avanzó entre las filas de sus hombres, acompañado de los condes más cercanos a él. Olaf Jabalí de Hierro, Skorpa el Monstruoso, Frisia Cabello de Sol, Sigurd ojos de estrella y Yaroslav el tuerto...y por supuesto, la guardia Varanger personal de Ornolú. Al frente del ejército le esperaba Killi. Quien estaba realizando una danza ante el cielo rojo matinal. Moviendo los brazos y dando vueltas mientras entraba en trance.

Al otro lado del campo de tulipanes estaban las tropas de los Stahlander. Los estandartes de la casa Kreuz ondeaban y los hombres se movían haciendo sonar sus armaduras. El continuo choque de las láminas, sonaba como si fueran truenos. Más el Rey de la Sal, no sentía miedo alguno. Sí Jurgamungander lo llevaría a su muerte Ornolú iría encantado. Pero no sería aquel día.

—Si los dejamos continuar avanzando, perderemos la ventaja de la ofensiva. —Dijo el conde Olaf.

—No los atacaremos. —Dijo Ornolú mirando hacia el otro lado del campo. Y luego movió la vista hacia el castillo donde en la colina se habían alineado filas de jinetes. —En el momento de que avancemos, seremos barridos por la caballería. Aquí sobre esta colina es donde nos haremos fuerte. Llevaremos una guerra de desgaste hasta que podamos avanzar.

Entonces los Stahlander comenzaron a correr hacia Ornolú y los suyos,

—¡No los dejen vencer! ¡Muralla de escudos! —Gritó Ornolú y se reincorporó en la primera línea de ataque. Sus guerreros levantaron los escudos y esperaron a que el enemigo fuese hacia ellos. Y entonces como una ola contra las rocas, los Stahlander chocaron contra el muro de escudos. Incapaces de romper la primera fila. Ornolú desenfundó su espada y comenzó a apuñalar a sus enemigos. Daba estocadas precisas en los puntos donde la armadura no alcanzaba a cubrir el cuerpo; En las axilas, en la garganta, la cara y por detrás de las rodillas.

Sin embargo, los escudos de roble no eran rivales contra los mandobles Stahlander. Entonces Ornolú, dio una respiración.

—¡Ahora! —Gritó Ornolú, Entonces del bosque tras ellos salió una segunda ola de refuerzos Norses, y chocaron contra el flanco derecho enemigo. Y desde el centro de la formación aliada y de la derecha comenzaron a pinzar a sus oponentes. Tenían que romper el centro de la formación enemiga...si tan solo lograban separar el grupo para entrar en frenesí. Habrían ganado.

—¡Peleen! ¡Peleen! ¡Estos son Stahlanders! ¡Los malditos que han saqueado nuestras tierras durante años! ¡Mátenlos! ¡Mátenlos a todos! —Gritó Ornolú y mató a otro guerrero.

Continuaron peleando. Parecía estar funcionando. A diferencia de los Norse, los Stahlander usaban con armadura completa, lo que los hacía más lentos y subir la loma, era más difícil para ellos. Lograron acabar con la primera ola. Ornolú estaba inspirado. Los Stahlander que habían sobrevivido, habían comenzado a replegarse, a la segunda ola. Un aire de victoria se alzó entre las tropas de Ornolú. Podían ganar, definitivamente iban a ganar. Entonces Ornolú levantó la espada... ya no se quedarían en la colina, irían a confrontarlos en campo abierto.

—¡Adelante! No los dejen salir, ¡ACABEN CON ELLOS! —Ornolú. Entonces los Norse rompieron su formación y comenzaron a avanzar hacia el campo abierto. La segunda oleada de los Stahlanders marchó hacia el encuentro de los norses. Y colisionaron en medio del campo de batalla. El canto de la espada y el grito de odio de los hombres llenó el campo. Una mujer en armadura fue al encuentro de Ornolú, y él chocó espadas con ella en dos ocasiones, la primera vez para bloquear su golpe alto y la segunda vez por el lado derecho, Ornolú dio una voltereta y dando un grito de guerra le cortó profundamente en el cuello. El joven rey Norse miró a sus hombres. Y lo sintió en él, algo iba mal. La primera línea de hombres estaba tambaleándose. Desde esa posición habían perdido la ventaja, pero no podía retirarse más, sabía que en el momento que le diera la espalda a los Stahlander, morirían el doble de sus tropas. Un enemigo le logró quitar la espada a Ornolú con el peso del mandoble que él portaba. El Rey de la Sal entonces levantó del piso una pesada hacha de guerra, y con ella, golpeó al hombre por un costado, la hoja del hacha traspasó la armadura y se clavó en entre las costillas de su enemigo, luego con un fluido movimiento la sacó del cadáver.

Tras las líneas de los Stahlander, se hallaba un hombre, carente de un brazo, de cabello negro, al lado de él los estandartes de la casa Kreuz. Ornolú supo al instante que aquel hombre, tenía que ser el comandante de aquel ejército Stahlander, y sabía también que si lo mataba, su ejército no sabría qué hacer. Ornolú entonces dio una larga y pausada respiración, pues él tenía que correr. El rey Norse, tendría que cruzar el campo de batalla con gran velocidad y agilidad para evitar las espadas de sus enemigos. Para poder estar lo suficientemente cerca de su contrincante y poder matarle.

Pero también sabía que si lo hacía su destino quedaría a manos de La Gran Serpiente. Pues como humano, no podría regresar con sus tropas, quedaría a merced del camino que su monstruoso dios de las profundidades quisiese... Y entonces pasó.

La caballería que yacía en la colina adyacente comenzó su estampida. Los caballos relincharon al unísono, conforme a las espuelas de sus jinetes se enterraban en sus vientres ordenándoles aumentar la velocidad. Los jinetes Stahlander desenfundaron sus mandobles...aquel sería el fin.

No había forma que los Norse pudiesen hacerles frente a ellos. Ornolú se había dejado llevar por el frenesí, la sed de sangre y la venganza, como para prestarles atención. Y entonces quedó impresionado cuando la caballería embistió a las tropas de los Stahlander, Ornolú rio frenéticamente, mientras el comandante enemigo era embestido por las monturas de sus "aliados" Y fulminado por los cascos de los caballos, que rompían sus huesos. Sus enemigos entonces partieron la retirada al ver a su comandante muerto. Ornolú entonces les ordenó a sus tropas, reagruparse. Y que armaran un muro de escudos, no se fiaba de aquellos jinetes, entonces de los rangos de los jinetes, apareció una mujer, cabellera nívea platinada, ojos azules, rostro acorazonado y ruborizado.

Entonces uno de los jinetes aclamó con voz gruesa.

—¡Presentando a la condesa Nadja de Rottembaum! —Respondió el militar. Ornolú observó a la mujer.

—Usted debe ser el Rey de la Sal. —Dijo la condesa Rottembaum desde los lomos de su corcel. —He de confesar que me ha dejado sorprendido. Su gran valentía y gallardía por atreverse a atacar Stahland.

—Es una extraña manera de dar un cumplido. Usted también me ha dejado sorprendido, una traición como esas es un gran tema de discusión. —Respondió Ornolú.

—Pienso igual, ¿tal vez podamos continuar con nuestras discusiones en el interior de mi castillo?

—Tal vez... ¿Cómo sé que no es una trampa? —Le preguntó el joven rey a La condesa Nadja.

—Si lo quisiera ver muerto, hubiese ordenado a mi caballería atacarle, no salvarle. Pienso que Entre Rottembaum y Norserikki puede haber una relación de fructífera amistad...

Ornolú sonrió. —Tal vez...

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Where stories live. Discover now