Capítulo XLIV: El Sitio de Könn

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DANA

"Hombres marchando a la guerra, era algo que yo ya había visto antes, cuando mi padre Dors, se enfrentó por primera vez a los Romalios que habían arribado a Stahland, cuando Gálica había ido a la guerra contra Karlo, ya debería de estar acostumbrada a verlos marchar, pero era muy diferente, estar viendo a los hombres marchar a sus espaldas y otra estar frente a ellos." Pensó Dana, mientras desde las almenas de las imponentes murallas de Könn, miraba las filas de hombres con los estandartes de serpientes, osos, ballenas, tiburones, lobos y tigres. Estandartes rudimentarios hechos por los Norses, pero también podía sentir el miedo, el enojo y la tristeza de los estandartes de pinos rojos, pertenecientes a los Rottembaum.

—Sabía que era un error dejar a ese bastardo de Friedrich Rottembaum libre. —Maldijo Gunnhild. Sin embargo, no lanzó ni una sola acusación contra Dana, y por eso le estaba agradecida.

Al otro lado del río, habían empezado a construir un campamento. Habían estado levantando las tiendas y cortando madera para las empalizadas. Dana se sentía insegura sobre qué hacer, era la primera vez que veía la guerra.

—¿Ganaremos? —Le preguntó Dana a Gunnhild.

—Tenemos comida suficiente hasta el verano, después... —Respondió Gunnhild.

"Nada" Pensó rápidamente Dana, más no dijo nada.

Entonces vieron un jinete cabalgar hacia los muros de Könn, un hombre alto que llevaba un yelmo con cornamenta. El hombre estaba inexpresivo, y no parecía sentir miedo alguno. Había solicitado una audiencia con la princesa Dana. Y que llevaba un mensaje importante. Dana accedió a recibirlo. Dana se sentó en el trono de piedra. A su lado estaba Gunnhild y del lado derecho en una línea estaban los consejeros de la princesa. El hombre entró al salón del trono.

—Se encuentra ante Dana Kreuz, princesa regente de Stahland. —Dijo la exgrisvidente.

—Mi nombre es Dimitri Jarovich de Varengrad. Soy parte de la guardia real del Rey Ornolú Jurgensson, El Rey de la Sal, Señor de Norserikki. He venido a usted con un mensaje de su parte. —La voz del Varenger era profunda y cavernosa, Dana sentía miedo por aquel hombre cuyo rostro se escondía por debajo del yelmo con cuernos de cabra cimarrón.

—¿Qué mensaje has venido a traer? —Preguntó entonces Dana.

—Mi rey ha reconsiderado su guerra contra Stahland, y a cambio busca hacer la paz con ustedes. Princesa Dana, rinda su castillo y la ciudad de Könn, y a cambio, el rey Ornolú aceptará su mano en matrimonio. —Respondió el Varenger.

—¡Está loco! —Exclamó Gunnhild, enfurecida con aquella declaración del varenger. Sin embargo, el mensajero no reaccionó. —Cómo se atreve su rey invasor a pedirnos eso, cuando invadieron nuestras tierras, saquearon nuestros pueblos y masacraron a nuestra gente.

—Solo estoy siguiendo órdenes. —Respondió el Varenger.

—Pues no aceptaré. —Dijo finalmente Dana. El mensajero entonces dejó la ciudad en marcha hacia su campamento.

Entonces se comenzaron a escuchar estruendos y temblores. Cuando Dana y el resto del consejo, miraron sobre las almenas pudieron ver las grandes piedras voladoras llameantes que dejaban una cola de humo en su camino al estrellarse contra los sólidos muros de Könn. La gente comenzó a gritar en las calles cuando estas piedras reducían a escombros sus casas y edificios.

Nunca en su vida, Dana había visto algo como eso. Los mismos guardias en la muralla comenzaron a temblar cuando vieron las enormes máquinas que arrojaban las piedras.

—¡Por los dioses, pero qué demonios es eso! —Exclamó la mujer.

—Trabuquetes. —Dijo Dana. —Los recuerdo muy bien en uno de los libros que Andreas tenía. Gunnhild entonces ordenó a los hombres formarse sobre la muralla y esperar lo peor. Y el patio de armas del castillo comenzó a recibir a los ciudadanos de Könn para resguardarlos del peligro.

Durante toda la noche se escuchó el estruendo provocado por las piedras. Y durante la mañana empezó el asalto. Dana observó con el catalejo de Andreas a Gunnhild y sus tropas en la muralla. Dispararon sus arcos contra los Norses que cargaban pesadas escaleras para escalar los muros y habían construido un ariete para abrir las puertas de Könn.

Cuando el ariete comenzó a golpear la puerta, desde las almenas arrojaron el aceite hirviendo y le prendieron fuego...el ariete quedó en llamas y los hombres huyeron. Sin embargo, durante las noches, los Norse, volvían a disparar las enormes catapultas contra la ciudad.

—Está situación es complicada. —Dijo Alesbrimm, la grisvidente entonces tomó las runas que estaban talladas en pequeños huesos de aves y las colocó nuevamente en el interior del vaso, para luego lanzarlas sobre la superficie de la mesa. —No veo una salida a este lugar. mi mejor opción sería pedir ayuda a la casa Bremen.

—Conozco a Erlendur Bremen, es un buen guerrero y leal a la casa Kreuz, pero él no es su padre, Ulrich. Los Bremen nos defenderán, pero no se atreverán a sacar a sus guerreros de su condado, no con los Rottembaum de lado de los Norse. —Respondió el Elbreich, el contador real.

—Si la retirada no es opción, entonces tenemos que obligarlos a pelear o retirarse. —Respondió Gunnhild, la caballera de Dana entonces barrió con las runas de la grisvidente de la mesa. Y colocó un nuevo mapa de cuero de la ciudad sobre el de abajo. —Puedo movilizar la guardia ciudadana y enfrentarlos a las afueras de las murallas. Aeger nos protegerá.

—No...—Dijo entonces Dana. —Muchos morirán.

—Tenemos que encargarnos de sus catapultas, y la única forma de llegar a ellas, es abriéndonos paso entre las líneas enemigas. —Respondió Gunnhild.

—Si hubiera una forma de burlar a nuestros enemigos y acabar con las catapultas, ¿aceptarían ese plan? —Preguntó Dana.

—Por supuesto. —Respondió Gunnhild.

—Conozco un túnel que inicia aquí en el castillo y termina por fuera de las murallas de la ciudad. —Respondió Dana. —Podemos usarlo...

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin