Capítulo XLVI: El contraataque

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 ORNOLÚ

En su sueño no era más que un crio, no tendría más de ocho o nueve años cuando recibió su primer golpe con el hacha de guerra, por suerte era un entrenamiento y solo le dejó una ligera cortada en la mejilla.

—¡Débil! —Había gritado el guerrero. Ornolú comenzó a gimotear de dolor, inmediatamente Roman de Alkasha lo levantó del suelo y le propinó un puñetazo en el estómago. Y el niño volvió a caer en el suelo. —Si vas a llorar, entonces no eres apto para ser un guerrero, ni apto para ser parte de mi ejército.

—Yo soy apto...—Gimió Ornolú en voz baja pues no tenía suficiente aire en sus pulmones.

—¡No puedo escucharte! —Gritó Roman de Alkasha.

—¡Yo soy apto! ­—Gritó Ornolú. Entonces el hombre con el que entrenaba le lanzó nuevamente el hacha de guerra, esta vez a las rodillas.

—Entonces demuéstralo mocoso. —Esta vez Roman de Alkasha no utilizó el hacha de guerra, sino que utilizó su espada, un mandoble largo. Ornolú entonces se levantó inmediatamente y sujetando con fuerza el hacha de guerra, se lanzó al combate.

Nuevamente Ornolú despertó. Se dio cuenta que su brazo estaba levantado hacia el techo de su pabellón privado. El joven se sentó en su cama y recargó su cabeza contra el respaldo de su cama.

—Te escuché gritar. —Dijo Killi, la grisvidente estaba en la entrada del pabellón. La chica entonces se sentó a un lado de la cama del rey Ornolú. —¿Quieres hablar sobre tu sueño?

—No hay mucho de qué hablar sobre eso. —Respondió el rey. —Nuevamente era un crio que peleaba al servicio de Roman de Alkasha durante la guerra civil de Wakure. El bastardo me había propinado una paliza de la que casi no salgo con vida.

—Debió ser muy fuerte para un niño...

—Lo fue, pero había sido mi debilidad, por la que perdí a mi madre. Roman de Alkasha me enseñó a pelear, me enseñó la dureza del combate...No sería el hombre que soy, si no hubiese sido por él.

—Debe ser un gran hombre...

—Él está muerto, así como su sueño y en lo que creía. Entonces se escucharon gritos en el campamento y los cuernos de guerra comenzaron a sonar.

Killi entonces se levantó de pronto, estaba asustada pues nunca antes había estado al frente de la batalla. —¿Nos están atacando? —Preguntó sumamente preocupada.

—No creo, no queda nadie en kilómetros que pueda ayudar a los Kreuz ahora. —Respondió Ornolú. Entonces el joven rey se levantó de la cama y se colocó sus pantalones y la camisa. Después tomó su hacha de guerra y se la colgó en el cinturón. El Rey de la Sal salió del pabellón y entonces encontró que era el origen de la conmoción. Los trabuquetes yacían en llamas.

Los demás guerreros se juntaron entorno a su rey. —¡Conmigo y matemos a esos bastardos! —Gritó Ornolú y se fue corriendo hacia las armas de asedio en llamas. Los hombres corrieron junto a su rey, con hachas, lanzas, espadas desenfundadas, con escudo en mano fueron al encuentro de sus enemigos.

Los Stahlander los vieron llegar y al instante dejaron caer sus antorchas y desenfundaron sus mandobles. Fueron al encuentro con los Norse. Ornolú corrió hacia uno de ellos que levantó la espada para dar un golpe descendente, pero el rey norse le golpeó con la hoja del hacha en el cuello matándole al instante. La espada era estable y rápida, pero el hacha era salvaje y veloz.

Entonces escuchó un rugido, y una inmensa mujer en armadura corrió hacia Ornolú, de cabello castaño y toscas facciones, de cara pecosa, peleaba con la fiereza de una osa, se lanzó contra el joven rey y lo embistió arrojándolo al suelo. La mujer en completa armadura alzó su mandoble y trató de clavárselo a Ornolú. Pero el muchacho simplemente rodó a un lado y se levantó de pronto. Por el peso de la armadura la mujer Stahlander hacía los movimientos más pesados. Entonces el Rey de la Sal alzó el hacha y lanzó el tajo, sabía que su oponente no podría protegerse con la espada a tiempo. Pero no contó que la mujer Stahlander levantaría su inmenso guantelete y bloquearía el golpe del hacha de Ornolú. La mujer entonces sujetó el hacha y de un movimiento alzó al Norse en el aire, entonces él soltó el hacha y tomó un escudo de roble que encontró en el suelo y golpeó a la mujer caballero con él. rompiéndolo en dos... entonces algo impensable, la mujer comenzó a caminar. La sangre de Ornolú se heló.

—Imposible... —Susurró Ornolú

—No es imposible, ustedes Norses están hechos de sal, pero la sal se quiebra y se la lleva el mar, pero nosotros somos Stahlander, por nuestras venas corre fuego y nuestros cuerpos son de hierro. Entonces la caballera tomó el mandoble que se había caído y lanzó un grito de guerra que hizo entrar al resto en furor.

Ornolú entonces se dio cuenta que ya no había más personas a su alrededor, más que él. Y había quedado completamente solo. Entonces la mujer caballera comenzó a caminar hacia Ornolú...y entonces pasó. Un dardo de ballesta cruzó el campo y se clavó en el hombro de la imponente mujer. La mujer se tambaleó por unos momentos. Un grupo de ballesteros aparecieron, por sus armaduras, tenían que ser Stahlander de Friedrich Rottembaum. Pronto los guerreros de los Kreuz comenzaron a sucumbir ante los dardos.

—¡Retirada! —Gritó la mujer y luego ella y sus Stahlander se fueron corriendo hacia la arboleda. De entre el grupo de ballesteros salió el mismísimo conde Friedrich Rottembaum.

—¿Se encuentra bien alteza? —Le preguntó el conde.

—Rottembaum, llegó justo a tiempo. Unos segundos más y ya no estaría vivo, jamás había visto a una mujer que luchara con tal monstruosidad como ella.

—Gunnhild Brulenhanden, es una de las caballeras de la Orden del Roble. —Respondió Friedrich Rottembaum. —No volverán a pillarnos por sorpresa.

—¿De dónde sacaron las ballestas? —Le preguntó Ornolú.

—Las conseguí del exesposo de Gálica, Pienso que serán un buen adquisitivo para nuestra coalición. —Respondió el conde Friedrich.

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Where stories live. Discover now