Capitulo XLVIII: La Enfermedad

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DANA

En su sueño Dana yacía sentada en el trono de piedra. Solo que no era una niña sino una mujer. Ella se levantó y miró su reflejo en la ventana, podía ver el reflejo de Gálica. Dana vivía en el cuerpo de su hermana. En su cabeza tenía la corona de rubís que Gálica usaba en la guerra, e incluso estaba vestida con la armadura de ella. Más se sentía olvidada, se dio cuenta que no había nadie a su alrededor, y que se había quedado completamente sola. Entonces escuchó los golpes en el portón de la entrada a la torre de homenaje. Dana tragó salida, se dio cuenta que no tenía ningún arma ahí. Aun sí, ella se armó de valor y caminó por el salón del trono hacia la puerta. Con cada paso que daba, escuchaba el relinche agonizante de los caballos y de los hombres. Cuando llegó a la puerta y la abrió, pudo olfatear una fetidez que emanaba al otro lado, pero no había nada más que negrura. Entonces cayó al lado de ella un cráneo de un hombre, luego otro y otro. Una avalancha interminable de cráneos, cayó sobre la princesa.

Dana despertó, lo primero que hizo asustada fue tocarse la cara, inmediatamente se levantó de la cama y corrió hacia su espejo, se dio cuenta que seguía siendo la misma niña. "Uf, solo fue una pesadilla". Se dijo la niña, pero inmediatamente recordó que Stahland estaba en guerra, que su hermana estaba al otro lado del mar y que había un ejército invasor sitiando la ciudad de Könn.

Dana caminó hacia su balcón y miró al horizonte, un ambiente turbio podía sentirse. Los hombres y mujeres caminaban con paso presuroso por las calles solo para resguardarse en sus casas de piedra, los cuerpos de los muertos eran retirado por los guardias, después de que enormes rocas habían sido lanzadas desde los trabuquetes hacia el interior de la ciudad. Los guardias estaban muy fatigados, pues en las noches tenían que vigilar los muros y en la mañana retirar los escombros del asedio enemigo.

Detrás de una arboleda más allá de los muros de la ciudad, se alzaban columnas de humo...eran demasiado grandes como para poder ser las hogueras de los Norse. Entonces la puerta de la recamará de Dana se abrió. Dana quedó asustada por un momento. Pero entonces la vio a ella. Gunnhild con una sonrisa de oreja a oreja, cubierta de sangre y con el cabello castaño enmarañado. La caballera entonces pronunció con alegría.

—¡La operación fue todo un éxito princesa!

—¡Oh gracias a Aeger! —El agitado corazón de Dana comenzó a tranquilizarse. Aun contra todo pronóstico lo había conseguido, había logrado mantener el castillo y la ciudad en pie. —¿Y los Norse?, ¿Se han ido al fin? —Preguntó la princesa con premura, los ojos de la niña estaban abiertos como platos, esperando oír el "Sí" de los labios de Gunnhild. Más ella se quedó en silencio por un momento y luego comenzó a hablar.

—Ellos no se han ido. —Respondió Gunnhild. —Pero al menos ahora sabemos que podemos atacarlos sin que sospechen nada.

Los días pasaron y los Norse habían dejado de atacar, más no se habían ido, desde las arboledas y al otro lado del río se mantenían los campamentos. Muchos de ellos habían mandado a traer sus barcolongos con cabezas de serpientes y dragones a ocupar la rivera. En el salón del trono todos estaban exhaustos.

—15 más murieron anoche. —Respondió Alesbrimm. Mientras marcaba más rayitas con el carboncillo en el pergamino. Dana cambió la mirada hacia el otro hombre, Albreich quien estaba limpiándose el sudor de la frente.

—¿Las cosas están tan mal? —Les preguntó Dana a sus asesores.

—Está enfermedad que se ha soltado de la nada, es muy peligrosa. —Le respondió Gunnhild.

—Jurgamungander nos está maldiciendo. —Respondió Alesbrimm. —Aeger nos ha abandonado porque no hemos sido capaces de repeler el ataque de los Norse.

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora