Capítulo VI || El sol en el Este

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HANNES


Despertar contemplando un cielo pintado sobre su recamara, no era lo mismo que tener un tragaluz. Sin embargo, a su padre le encantaba aquel mural. Aun después de mucho, Hannes no se sentía cómoda durmiendo en aquella habitación donde su padre en algún momento durmió. Aún podía escuchar sus tosidos, haciendo eco en el de su mente. La joven reina se levantó y abrió las cortinas, al otro lado podía ver a los jardineros trabajando; podando árboles y arreglando los arbustos de flores.

       A su recamara entró Elke. —Oh alteza, hoy ha madrugado. —Respondió Elke. La sirvienta Entonces abrió la puerta por completo, para permitirle la entrada al resto de las mucamas. Todas ellas dieron una reverencia ante la reina cuando entraron. Todas menos Elke. Mientras las mucamas retiraban las sabanas de la cama real. La jefa de mucamas se acercó a Hannes

       —Los días empiezan más temprano en el reino y por lo tanto también su reina debe levantarse también. —Respondió Hannes.

       —Tiene suerte alteza, nosotras las mucamas madrugamos para trabajar, ya le tenemos su baño listo alteza. —Respondió Elke con su tono solemne. Hannes sonrió.

      —Eres mucho más que una simple mucama Elke. Eres en quien puedo confiar. —Respondió Hannes. —Sin Callum, y mi padre, todo este palacio se siente vacío. A pesar de estar rodeada de tanta gente, me siento como si fuese la única viviendo aquí.

      —Bueno, siendo sinceros alteza, usted es la única Blauenblud que continua viviendo aquí. —Respondió la mucama.

      Ambas salieron de la alcoba, caminaron por los suntuososo pasillos decorados con finas pinturas en las paredes, estatuas de mármol y urnas llenas de flores. Hannes se dirigió al gran baño, en el interior había una gran tina donde Hannes se metió, el agua estaba un poco más caliente de lo normal, pero no le importo. Las sirvientas comenzaron a lavar su cabello y su cuerpo. 

      Le tallaban los jabones finos con esponjas y jabones finos, Elke también se aseguró de verter un aceite aromático en el agua, para que este desprendiese un aroma a lavanda. Hannes meditaba. La primavera había llegado y a pesar de toda la paz que sentía en ese momento, no podía darse el lujo de disfrutarla, todavía quedaba el problema de alimentar al reino. El gremio de comerciantes había elevado los precios del grano en toda Weisstadt, ya que Hannes había desterrado a Callum a Weinland. Y por lo tanto, los comerciantes ya no podían transportar el grano desde ese condado. Hasta que nuevos acuerdos comerciales fueran acordados.

      —¿Qué le ocurre alteza? Se le ve preocupada. —Le preguntó Elke a Hannes.

      —Es solo que...hoy es el día, que llegan los Vilaneses para firmar los acuerdos de grano. —Respondió Hannes. Elke lanzó una risita tímida. —¿Qué es lo gracioso Elke?

       —Nada alteza, es solo que me resulta gracioso, el rey Reinhard invitó a los romalios, tú hermano Callum también y ahora te toca a ti invitarlos. —Respondió Elke. —¿Por qué los Blauenblud tienen esa manía de invitar romalios a intrigar en su palacio?

       —Me gustaría tener una respuesta simple para eso. —Respondió Hannes. —Las cosas han dejado de ser sencillas. Pero como reina debo dejar de lado mí orgullo y asegurarme de la supervivencia de Esterreich. ¿O caso tienes una mejor idea Elke? Estoy abierta a nuevas ideas.

      —Oh, jamás. —Replicó Elke, su voz titubeó por un instante. — Yo jamás podría...solo soy una mucama, nada más. Es usted quien fue criada para gobernar. —Elke le pidió a su reina que cerrará los ojos mientras enjuagaba su cabello. Después de que la espuma cayese le pidió a Hannes que se levantase y saliese de la tina para secarla. Hannes se miró en el espejo del baño, ella era menuda, de caderas estrechas y pecho pequeño, de vientre plano, parecía más una jovencita que una reina. Por supuesto, era de buen ver, de rostro acorazonado y grandes ojos cerúleos. Era una mujer agraciada, pero no era la más bella, al menos no más que Katrin quien era la verdadera belleza de Blauenblud.

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Where stories live. Discover now