Capítulo XXXVI: El Mandamás

2 0 0
                                    


RHEINE

Los prisioneros estaban siendo tratados como se esperaba de ellos, con nada de delicadeza o dignidad, siendo empujados y tirados al suelo, uno de ellos no peleó el otro se veía como una bestia que hacía todo lo posible para no perder el control pues sabían que lo matarían. Los hermanos, los pateaban y golpeaban, para cuando terminaron con ellos parecían más perros enlodados que hombres. De hecho porque ambos estaban encadenados con grilletes en el cuello y encadenados a un poste, bien podrían ser perros.

Rheine reía, la avena le brotó por la comisura de los labios y la chica rápidamente se la limpió. Tomó una segunda cucharada de avena. Entonces se acercó Aksel, el muchacho se sentó al lado de su "amigo".

—¿Por qué razón los dejaste vivir? —Le preguntó Aksel a Rheine.

—¿Qué no dice Ahri y Nerelmutter que tenemos que ser piadosos con nuestros enemigos? Eso es exactamente lo que estamos haciendo, estamos siendo piadosos con ellos.

—Estoy seguro que los dioses tenían en mente, otorgarles el perdón a los hombres, no a barbaros salvajes. —Respondió Aksel.

—Se han rendido, tal vez podamos preguntarle, que es lo que hacen aquí. ¿Por qué motivo vinieron a Esterreich? Y aún mejor, podremos probarle al Gran Maestre Engelbert que estamos listos para tomar los votos. ¿No estás de acuerdo Aksel?

—Digo que los matemos, no me fío de ellos. —Respondió Aksel.

—Están encadenados y no tienen sus armas. —Dijo Rheine, pero aquella respuesta, no parecía haber satisfecho a Aksel. —Si quieres, podemos preguntarles. —Aksel se quedó sin pronunciar palabra.

Rheine se levantó del barril sobre la que estaba sentada y caminó hacia el centro del campamento. En el interior de una tienda que era vigilada los cinco hermanos, se encontraban los dos reclusos. Uno de ellos, delgado con cabello castaño y ojos marrones cansados, se le veía decepcionado y triste. Y el otro un hombre de finas facciones, de cabellera platinada y ojos azules. Por la mirada de odio, Rheine pudo comprobar que aún tenía ganas de luchar.

Entonces Rheine y Aksel intercambiaron una mirada de incertidumbre, ninguno de ellos sabía quién tenía que comenzar con el interrogatorio. Rheine estaba convencida de que tenía que ser Aksel, era lo que se esperaba de él. Después de todo él era el líder que habían elegido, el resto de los hermanos.

—¡Claro! yo soy quien tiene que hablar. —Respondió Aksel rápidamente. El muchacho podía ser muy denso a veces. Entonces el joven guerrero se acercó a los dos prisioneros y se aclaró la garganta. —¿Quiénes son ustedes y que hacen aquí, que hacen los Stahalander en Esterreich? Y les recuerdo que sus vidas dependen de su respuesta.

—En ese caso, termina con esto de una vez Esterreichii. —Respondió el hombre de cabello plateado y escupió en la bota del hombre. Aksel inmediatamente alzó su pie y le propinó una patada en la cara con su bota, haciéndole un corte en la mejilla.

—¡Alto! —Exclamó el otro hombre mientras retenía la mirada en Rheine. —Su nombre es Sir Reisser Silverhare. Y yo soy Andreas Mondesohn.

—¡Por qué lo ves a él! —Gritó Aksel y pateó al hombre llamado Andreas en las costillas. El prisionero jadeó, porqué le sacaron el aire.

—Porque él es el que está al mando. —Respondió Andreas.

Rheine quedó impactada con aquella osada declaración. No es como si ella no tuviese la iniciativa en sus ideas, pero que alguien más lo viese así, y aún más un enemigo...aquello podría traerles problemas.

—Aksel...

—¿Qué quieres Rheine?

—Mátalos. —Respondió Rheine.

—¿Qué? Pero si tú habías dicho...

—Se lo que dije, pero me equivoqué. Ellos no tienen nada que ofrecernos. —Respondió Rheine. Aksel sonrío y desenfundó de su cinturón el cuchillo de caza que traía colgando. El prisionero de cabellera plateada comenzó a reír mientras cerraba los ojos y realizaba un impío rezo hacia alguna de sus deidades paganas.

—Esperen no pueden matarnos. Ambos somos hombres importantes para Gálica Kreuz...somos caballeros. —Pronunció el prisionero que se hacía llamar Andreas, más ni Aksel ni Rheine parecían tener interés en lo que el joven guerrero tenía que decir. —¡Yo era uno de ustedes! —Entonces gritó Andreas. —Al igual que vosotros, yo era parte de la Orden de Ahri.

Entonces Aksel alejó la hoja de su cuchillo de la garganta del prisionero de cabellera plateada. Y lo guardó en su funda.

—¿Que mierda has dicho? —Preguntó Aksel, el caballero se agachó y tomó a Andreas por los cabellos. —¡Cómo te atreves a decir tal blasfemia! ¡Cómo te atreves a insultar a Ahri en nuestra presencia con tus mentiras desidiosas!

—No es mentira. —Dijo Andreas temeroso, Fui enviado hace un año de Mondhaffen junto a otros 200 caballeros hacia Stahland, fuimos comprados por el aquel entonces rey Enrico Casteglio...

Entonces Rheine interrumpió a Andreas y comenzó a hablar. —Si lo que dices es cierto, entonces eso te convierte en un traidor y por lo tanto sabes que nuestras leyes son claras al respecto, debemos acabarte.

—Sé que podrían hacerlo, pero también sé que son reclutas, se les nota en los uniformes, ninguno de ustedes tiene una armadura de hierro ennegrecido, Y la mayor parte de ustedes son muy jóvenes. Sé que la razón por la que nos atacaron, fue para hacerse caballeros oficiales. —Respondió Andreas. El muchacho miró directamente a los ojos de Rheine, casi como si fuese capaz de leer su mente. La chica se sintió cohibida y nerviosa. Algo en su interior decía que tenía que matarlo, que era una mala idea dejarlo vivo.

Rheine quedó impresionada, el guerrero Andreas parecía ser más astuto de lo que parecía. —Si quieren convertirse en caballeros de la Orden de Ahri, tienen que llevarnos a Geldsbruck...

—No, no tenemos. —Respondió Rheine. —Con lo que ya hemos hecho es suficiente para ser ascendidos al rango de caballero.

—Somos caballeros de la Orden del Roble, la orden bajo el mando directo de Gálica Kreuz, quien es una gran...amiga mía. Ella estará dispuesta a pagar por nuestro rescate.

—Andreas deja de hablar. —Respondió el otro prisionero enojado.

—Con nosotros en su poder, podrán hacer que ella se retire de Esterreich. Habrán acabado con la guerra en un abrir y cerrar de ojos.

—¡Andreas! —Gritó el prisionero de cabello plateado y pateó a Andreas en la pierna, lo que hizo que recibiera otro golpe de Aksel.

Después Aksel regresó con Rheine, y el muchacho le comentó con su cálido aliento en el oído de Rheine. —¿Y qué hacemos con ellos?

"Era un buen plan, un muy buen plan de hecho, ojalá se me hubiese ocurrido a mí, y eso es lo que lo hacía más peligroso, algo estaban tramando aquellos dos, de lo contrario no serían tan cooperativos, y además el prisionero Andreas había sido uno de nosotros, sabe cómo pensamos, sabe cómo actuamos... Es un buen plan, me gusta. Pero al mismo tiempo tengo este presentimiento que tengo que acabar con ellos antes de que sea demasiado tarde".

—No lo sé...¿Tú que dices Aksel?

—Digo que nos arriesguemos con ellos. El condado de West-Verein no queda lejos. Ya estamos en muchos problemas por haber desobedecido la orden del Gran Maestre al salir de Mondhaffen.

"No podía contrarrestar aquella lógica, habían muerto más hermanos de los que contaba en Suckerwasser. En el mejor de los escenarios se les daba un reconocimiento, y en el peor, Rheine era expulsada de la orden por lo que hizo".

—Estoy de acuerdo, hay que arriesgarnos e ir a Geldbruck. 

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora