Capítulo LIII: Diplomacia con la Espada

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ANDREAS

"Oh Andreas has caído muy bajo esta vez, de un guerrero a un esclavo a un caballero a un prisionero otra vez." Se decía a si mismo mientras las gotas de agua caían directamente sobre su cara, sin poder moverse pues estaba esposado de los talones y de las muñecas, tanto él como Reisser habían sido acostados en un carro de carga. Como si fueran lastre.

—Debo decir que, comparado con el trato que te dimos en Stahland, esto no está tan mal. —Respondió Reisser. —¿Qué crees que nos vayan a hacer, ahora?

—Bueno, no nos han matado. Así que debemos tener alguna utilidad para ellos. —Respondió Andreas. —Pero ¿cuál? No tengo ni la menor idea.

Habían perdido el pasar del tiempo. Andreas había olvidado lo lluvioso que se tornaba el verano Esterrechii. "¿Qué esperarían de mí? Sin Gálica Kreuz no tenemos ninguna utilidad aquí."

Entonces la carreta en la que iban, frenó. Dos soldados esterrechii subieron a la carreta y los tomaron con fuerza de sus ataduras y fueron obligados a levantarse. La lluvia comenzó a dejar de caer y el cielo comenzó a despejarse.

—¡Andreas mira! —Exclamó Reisser. Andreas giró la cabeza hacia el valle donde se levantaba la ciudad.

Frente a ellos se alzaba el valle, donde dos ríos cristalinos partían en dos la ciudad. Una ciudad hecha de edificios blancos y divididos en 25 cuadrantes hexagonales. En medio de la ciudad se alzaba una gran plaza con grandes piscinas de agua cristalina y fuentes. Y la joya era el palacio, donde los techos brillaban como si fueran de oro.

—¿Estamos en otro mundo Andreas? —Le preguntó Reisser al muchacho. Pero Andreas negó con la cabeza.

—No, estamos en Weisstadt. —Respondió Andreas Mondesohn. Ambos fueron obligados a caminar, por las empedradas calles de la ciudad, los hombres y mujeres miraban indignados a Andreas y a Reisser. Sin embargo, a pesar de la indignación en sus ojos, Andreas notó que Reisser estaba impresionado con la ciudad.

—¿Acaso sus dioses construyeron esta ciudad? —Preguntó el caballero.

—No. —Respondió Andreas. —No, los dioses no tienen nada que ver en esto.

—No teníamos ninguna oportunidad de vencer, ¿Cierto Andreas? —Le preguntó Reisser a su compañero encadenado.

Andreas había comenzado a entender, lo equivocado que estaba, él había visto la valentía y fuerza de los guerreros Stahlander, pero estaban a años de distancia de la tecnología que había en Esterreich.

Andreas y Reisser fueron transportados a las mazmorras debajo del palacio. Desde donde esperarían a que sus destinos fueran dictados por la reina.

A los tres días fueron sacados de las mazmorras para hablar con la reina Hannes. Los guardias los encadenaron del cuello, los talones y los brazos. Andreas consideró que eran demasiadas restricciones para tan escuálidos prisioneros. Cuando se abrió las puertas del salón del trono, Reisser quedó embobado con el trono de oro. Para un Stahlander no existía símbolo de más orgullo, que el trono de piedra de los Kreuz. Pero en Esterreich, era un imponente trono hecho de oro macizo. Y sentado en él, estaba la reina Hannes. Andreas quedó cautivado por la feminidad que la reina Hannes desprendida, su vestido cerúleo contrastaba con su nívea piel, su rostro acorazonado y sobre su cabeza su corona de oro se fundía entre sus rizos dorados, solo diferenciándose por los destellos que los diamantes incrustados en el metal. Haciendo creer que lo que coronaba a Hannes no eran diamantes sino estrellas.

Alrededor de ellos se escuchaban muchos murmullos y susurros, la nobleza de Esterreich se había reunido. Las nobles esterreichii se cubrían la nariz y la boca con pañuelos humedecidos en perfume, mientras que los hombres les maldecían. Sin embargo, de todos los presentes, la única persona que vestía con ropas más sobrias y modestas, era la mujer que yacía al lado derecho de la reina Hannes, ella los miraba con indignación.

Entonces la reina Hannes alzó la mano, y al instante todos en la corte callaron.

—¿Saben por qué están aquí? —Les preguntó Hannes.

Andreas y Reisser intercambiaron la mirada. Reisser no dijo nada, pero Andreas no tuvo la fortaleza estoica de su compañero.

—No.

—Están aquí, porque yo los dejé vivir. Pueden agradecerme por largar sus vidas, al menos por ahora. —Respondió Hannes. Andreas entonces iba a comenzar a hablar, pero Reisser comenzó a hablar.

—Para un guerrero stahlander no existe mayor regalo, que la muerte por un enemigo en el campo de batalla. —Dijo el muchacho.

—Bueno, eso puede arreglarse. —Replicó Hannes y luego chasqueó los dedos, dos guardias desenvainaron sus espadas y colocaron sus hojas contra las gargantas de Andreas y Reisser. Andreas sintió el frío de la hoja de metal y peor aún, sintió miedo por el filo de la espada contra su tersa piel.

—Quiere saber la razón porque razón los Stahlander invadieron. —Replicó Andreas.

—De la orden alteza. —Anunció uno de los soldados, pero la reina simplemente hizo otro gesto con la mano y los dos guardias dejaron a los prisioneros.

—Así es, porque razón los Stahlander llegaron a nuestras costas, ¿qué es lo que esperaban conseguir aquí? —Preguntó Hannes.

—Porque nos dijeron que había grandes guerreros en Esterreich, porque había riquezas y porque había gloria. —Respondió Reisser. Sin embargo, no parecía que la reina Hannes tuviese mucho interés en lo que el muchacho de cabello cenizo decía, y en cambió la reina se le quedó mirando a Andreas.

—La guerra civil en Stahland terminó, la reina Gálica Kreuz ganó, ella tenía interés de conocer el reino de Esterreich. Nuestros acercamientos diplomáticos no fueron los más acertados. —Respondió Andreas.

La reina Hannes comenzó a reír. —Diplomacia con la espada, como veo yo, solo que esa espada estaba mellada y oxidada. —Respondió la reina Hannes, los nobles se unieron a ella en sus risas.

—Puedes burlarte de nosotros todo lo que quieras, somos tus prisioneros y perdimos. Es tu derecho, pero mi reina, ella no ha hecho nada para causar semejante burla. —Replicó Reisser, sin duda estaba enojado, Andreas lo entendía. Para los Stahlander el orgullo era algo preciado que tenía que defenderse y para los caballeros de la Orden del Roble, Era Gálica Kreuz su orgullo.

—¿Acaso es aceptable venir a mi reino sin invitación, masacrar a mi gente, robar mis tesoros y huir como un perro con el rabo entre las patas? —Preguntó Hannes, la joven reina se levantó de su trono y caminó hacia los prisioneros.

Andreas miró de reojo a Reisser quien se tensaba cada vez más, quien insultaba a Gálica no vivía para contarlo, y si Reisser le hacía daño a la reina Hannes, entonces todo sería el fin para ellos. Entonces Andreas escuchó un relinche y el trotar de unas pezuñas en el empedrado, Andreas giró la cabeza por un instante y por detrás de los nobles, justo en el fondo donde no había nadie, pudo ver al Semental de Fuego. El equino de crines llameantes trotaba felizmente en el fondo de la escena mientras movía su cabeza de arriba hacia abajo, casi como si el caballo tratase de levantarse en sus patas traseras. Andreas entonces supo lo que tenía que hacer, Antes de que tan siquiera Reisser intentara hacerle algo a la reina Hannes, Andreas se levantó del piso.

La reina Hannes, se pausó y se fue caminando hacia Andreas, en ese momento Andreas sabía que no podía desviarle la mirada. Así que la mantuvo fija en la reina Hannes.

—Eres sabia reina Hannes, ves por el futuro de tu pueblo. Quieres saber quién es Gálica Kreuz, quieres saber porque estamos dispuestos a morir por ella. Y quieres saber, porque todos le somos leales a ella.

Entonces Hannes se acercó a Andreas y le tomó de las mejillas. El tacto de la reina era delicado, pero al mismo tiempo firme.

—¿Quiero lo mejor para mi pueblo? Sí. ¿quiero saber si los Stahlander regresarán? También, pero lo que no me queda del todo claro es si ustedes de verdad están dispuestos a morir por Gálica Kreuz. Supongo que lo averiguaré. Tal como yo veo, ahora tengo en mi control, dos guerreros Stahlander, dos guerreros que pienso poner a prueba.

—No pelearíamos por nuestro enemigo. —Respondió Reisser.

—Yo creo que lo harán, peleen por mí, sírvanme como servirían a Gálica Kreuz, y les prometo liberarlos y regresarlos de vuelta a Stahland. Sanos y salvos. 

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Where stories live. Discover now