Capítulo X || Juego de Jarls

13 1 0
                                    


 ORNOLÚ


El terror era palpable, la pintura escarlata brillaba como si fuera sangre que emanaba en fauces de las serpientes esculpidas en las proas de los barcolongos. Sus ojos tallados habían sido ennegrecidos con el alquitrán. El Rey de la Sal, había mandado a construir cientos de ellos. Sus hombres trabajaban día y noche, alimentados solo por el odio y la sed de venganza contra los nefastos Kreuz. A lo largo de toda la playa, los carpinteros se encargaban de dar los toques finales a las macabras naves que infundirían el terror en los corazones del pueblo Stahlander.

      Ornolú yacía sentado en el muelle, sus pies desnudos hundidos en el agua. Sin ninguna preocupación, mascando carne seca de uro y contemplando su creciente flota anclada en el fiordo, unos pasos delicados se escucharon tras él. El Rey de la Sal sonrió.

     —Pronto estarán listos los barcos para invadir Stahland. —Dijo el regente y subió la cabeza, en sus ojos grises, Killi pudo ver su reflejo.

     —Alguien ha venido a verle alteza. —Respondió la mujer en tono solemne.

     —Oh, ya veo, dígale a quien sea, que estoy ocupado, y que iré cuando esté disponible. —Respondió Ornolú.

     —¿Ocupado? ¿Con qué? Estás sentado regodeándote en tu orgullo. —Respondió Killi, Ornolú le notó enfadada, pero sinceramente, todo le enfadaba a la pequeña grisvidente. "Debes asegurar tu trono" "Debes procrear un heredero" Una y otra vez las palabras de su consejera espiritual, le martillaban la cabeza. —Esto es importante Ornolú, muy importante. —La chica caminó al lado del rey y tomó la corona de madera del suelo. —Sabes bien que esto no es un juguete.

       —Oh no te preocupes Killi, lo sé muy bien. —Respondió Ornolú.

     —Eso dices, pero igual dejas la corona sobre el piso como si fuera un tarro común y corriente, esta corona es tu marca como rey. Y debes tratarla con el respeto que se merece, después de todo esta corona representa a Norserikki...

     —¡He oído que los Kreuz tienen por corona un aro de hierro con incrustaciones de rubí! —Exclamó de pronto Ornolú. Tenía que callar a Killi, simplemente no quería escucharle, la muchacha era tres años menor que él y lo trataba como si fuese un niñato. —Al final usaré la corona de los Kreuz en mi cabeza...

      Ornolú retó a Killi con la mirada, la chica presionó sus labios, tratando de evitar sacar algún obvio y doloroso insulto, probablemente referente a la inmadurez y la irresponsabilidad de Ornolú Jurgensson. Y levantando el mentón hacia el cielo con una indignada expresión, pronunció.

      —Como tú quieras, por mi puedes usar el cráneo de un ciervo en la cabeza si quieres, pero mientras tanto, esta es tu corona. —Killi levantó la corona del piso y se la aventó a Ornolú. el rey la atrapó y se la puso en la cabeza. —El conde de Hvalbukta ha venido a verte. Trae noticias muy interesantes.

      Ornolú arrugó la cara. —Si se trata de otra proposición de matrimonio, con una hija, sobrina, prima o nieta, te juro que...

      —No lo es. —Respondió rápidamente Killi. —Pero es muy serio, una gran oportunidad para ti y para nuestro reino.

       Ornolú sacó los pies del agua y se levantó del piso, tomó un pañuelo y se secó los pies. Se colocó las botas negras.

      —Vamos pues. —Respondió el rey.

      Los dos caminaron hacia el castro del rey, el cual yacía erigido sobre un peñasco, justo al lado del centenar de casas que era el pueblo. Al llegar a los muros, los guardias Varanger se hicieron a un lado y solo dieron una reverencia. Ellos jamás hablaban y sus armaduras estaban hechas con cuero y cota de malla, sus cascos con cornamentas de hierro, latón y bronce, que los hacían parecer monstruos sacados de la estepa Rusalka. Después de todo tenían que serlo, pues para sobrevivir en la nieve eterna y los desiertos helados, tenían que ser hombres barbudos de dos metros que infundieran temor en el corazón de sus atacantes.

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Where stories live. Discover now