Capítulo XVII || La danza de espadas

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GÁLICA


Los hombres se habían estado repartiendo todo el botín que habían conseguido del saqueo de Geldbruck. Los hombres y las mujeres festejaban en las casas que alguna vez pertenecieron a los campesinos de aquella ciudad. Bebiendo, comiendo y follando. Gálica yacía sentada en el marco de la ventana, en el segundo piso del oratorio. Y mientras ella observaba a la ciudad llenarse de gritos alegres y canciones, tras ella estaba la improvisada recamara que sus doncellas de guerra le habían construido. En sus manos tenía un cáliz de oro lleno de vino dulce romalio. 

      Aquel lugar no era tan diferente a Stahland, cierto que el clima era menos frío, pero era una tierra boscosa, llena de árboles de los cuales cortar madera y abundantes con ciervos, jabalíes y patos para comer. Una tierra rica, tal como Andreas lo había dicho, pero lo que más le gustaba a Gálica; era el clima. 

      En Esterreich Podía usar una camisola sin necesidad de usar una capa o una chaqueta de cuero para el frío, como en la ventosa primavera Stahlander. Con su otra mano, Gálica comía queso y uvas que habían guardado en la alacena de aquel templo por los difuntos sacerdotes. E Incluso la comida tenía más sabor que en Stahland.

      "A Dana le gustaría este lugar". Pensó Gálica. La joven reina bebió otro sorbo. "Hay muchos bosques donde ella puede correr. y los ríos de aguas templadas son perfectas para un chapuzón." Y por un momento, Gálica se quedó pensando en lo que estaría haciendo su hermanita en este momento. Probablemente molestando a Gunnhild, o tomando un baño en las aguas termales, tal vez estaría estudiando, o leyendo...desde que Andreas le enseñó a leer y escribir, se la pasaba leyendo todo lo que le cayera en las manos. No era fanática de las clases que Andreas le daba, pero definitivamente tenía una afición por lectura...O tal vez se la pasaría jugando con el resto de los niños en Könn.

       Entonces los vio, un par de jinetes llegaron corriendo hacia la puerta de la ciudad. Por sus armaduras, Gálica supo al instante que se trataban de Stahlander al servicio del conde Bremen. Los dos jinetes cruzaron a galope las puertas y la avenida principal, los guerreros miraron extrañados a los jinetes que no frenaron hasta llegar al oratorio donde se encontraba Gálica. Desmontaron y se entrevistaron con el caballero que estaba haciendo guardia en la escalinata, Aunque desde la ventana Gálica no podía escuchar lo que decían, los hombres movían frenéticamente las manos de un lado al otro y apuntaban hacia el sur. El caballero en la entrada al escuchar esto entró rápidamente al interior del oratorio y pronto abrió de golpe la puerta de la reina, Reisser entró.

       —¡Alteza tenemos un problema! —Exclamó el caballero. Las perlas negras en los ojos de Reisser se retrajeron, y comenzó a sudar. Gálica supo que algo andaba mal.

       —¿Qué pasó? —Le preguntó la reina, quien se levantó del marco de la ventana y caminó hacia su caballero.

        —Los exploradores nos informan que se acerca un ejército Esterreichii hacia aquí. —Respondió el joven caballero.

      —¿De cuántos hombres estamos hablando? —Le preguntó Gálica a Reisser.

     —¿Unos 500 tal vez?

      Gálica sonrió aliviada —Bien, vamos por ellos. Hagámosles pagar el haber traído tan pocos hombres a enfrentarnos. —Gálica entonces tomó su peto que yacía montando en la pared y tomó su mandoble que estaba recargado ante el pie de la cama. En el fondo se podía escuchar los cuernos de guerra ser tocados.

      —Como ordene alteza. —Respondió Reisser dando una ligera reverencia. El muchacho se veía ansioso por volver a entrar a la batalla, pues se fue corriendo felizmente casi como un niño que sale a jugar con sus amigos.

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora