Capítulo LII: La Caida de Könn

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DANA

Últimamente Dana tenía muchos problemas para despegarse del retrete...Su piel se había puesto pálida; casi blanca con ojeras grandes debajo de sus cansados ojos verdes. Parecía más un espectro de los cuentos que Ronan usaba para asustarle en las noches de tormenta. Dana era más; una princesa muerta, que una niña viva. Todos se habían enfermado y todavía no sabían cuál había sido la razón. Alesbrimm había abandonado la ciudad, y con ella se fue la poca de cordura que quedó. Ahora todos decían que habían sido los Norse, quienes habían lanzado una maldición a la Ciudad de Könn. Y que Aeger y el Semental de Fuego, habían abandonado a Könn a su suerte.

La niña se levantó de la mesa, frente a ella tenía otro de los libros que Enrico Casteglio había dejado atrás. Era un libro sobre enfermedades raras...pero era incapaz de entender casi todas las palabras que leían. Dana caminó hacia la ventana cuyos rayos del sol caían sobre la mesa y reflejaban la luz al caer en las páginas del libro. Columnas de humo se levantaban por toda la ciudad. Y en el mismo patio de armas del castillo, los sirvientes y los guardias arrojaban a las piras, los cuerpos de los esclavos que habían muerto por la maldición. Habían muerto ya más de mil personas por la peste, que por las armas de los Norse.

"Si yo muero, ¿Qué sería de mí? ¿Acaso sería enterrada en el mausoleo familiar? ¿O también sería arrojada al fuego, como esos esclavos?" Se preguntó Dana. Luego miró al horizonte, preguntándose si volvería a ver a su hermana Gálica. Pues la niña sabía que eventualmente le tocaría a ella también sucumbir ante la enfermedad.

De pronto se escuchó un golpeteo en la puerta de la biblioteca.

—Adelante. —Anunció Dana sin quitar la vista de la agonizante ciudad.

—Alteza, necesitamos su ayuda. —Respondió Gunnhild. Dana se volteó, su caballera, se veía peor que todos. La que alguna vez fue una mujer muscular, ahora se había vuelto flácida...Sus redondas mejillas, se habían consumido. Su rosada piel, había empalidecido a tal extremo que parecía ser mortal. La mujer ya ni siquiera portaba su armadura, pues había quedado tan débil que no podía cargarla.

—¿Qué ocurre Gunnhild? —Le preguntó Dana.

—Ha llegado un mensajero Norse, dice que quiere parlamentar con usted. —Respondió Dana.

—¿Sabes que es lo que quiere? —Preguntó Dana.

—Dice saber cómo terminar con la maldición. —Respondió Gunnhild. —¿Qué hacemos alteza?

—Podría ser una trampa. —Respondió Dana. —Tal vez deberíamos matarlo.

—No creo que sea una trampa...—Respondió Gunnhild. La mujer inmediatamente se sujetó el estómago cuando sintió los espasmos musculares.

—Déjenlo pasar, después de todo ¿Qué perdemos con intentarlo? —Respondió Dana, la niña adolorida se alejó de la ventana y caminó al lado de su caballera hacia la sala del trono. A Dana no le gustaba sentarse en el trono de piedra. Era un asiento muy frío y duro. Además, tampoco entendía el porqué, Karlo y Gálica fueron a la guerra...si el premio era una silla dura y fea.

Dana trepó al trono y trató de fingir una cara sin emociones y estoica, a pesar de que se sintiese tan cansada que se caía de sueño.

—¡Déjenle pasar! —Ordenó Gunnhild a los guardias.

Inmediatamente las puertas del salón se abrieron y un hombre con un yelmo de cornamenta entró, El hombre era muy alto, probablemente más que Ronan, parecía un gigante. Entonces el hombre se quitó el yelmo revelando su cabellera dorada y sus azules ojos. El hombre alzó la mirada hacia la joven princesa.

—Yo soy Stanislav, varanger al servició de Ornolú Jurgensson, El Rey de la Sal. —Respondió aquel hombre, con su profunda y grave voz.

—Di lo que tengas que decir y luego vete de aquí Norse. —Dijo Gunnhild enfadada con el hombre.

El varenger no se inmutó ante la a amenaza de Gunnhild, Pero sinceramente la mujer caballera ya no inspiraba el mismo temor de antes, la enfermedad la había dejado muy debilitada.

—El Rey Ornolú, considera que este sitio a durado mucho. —Respondió el extranjero. —Sabemos que su defensa de la ciudad no durará mucho tiempo más, sabemos que están enfermos y sabemos que sin importar lo que hagan morirán.

—Si vamos a morir, entonces ¿por qué los Norse hablarían con nosotros? —Preguntó Dana, para ella no hacía sentido nada de lo que estaba pasando, sabía que no viviría mucho más, había visto hombres y mujeres mucho más fuertes que ella morir a la semana de haber contraído la enfermedad.

—El Rey Ornolú, no quiere que mueran. Entonces el norse sacó del interior de la bolsa de cuero un pequeño vial. —Nosotros no nos hemos enfermado, y he aquí la razón del porqué. El Rey de la Sal, es un hombre generoso que está dispuesto a salvarles la vida y curarles, si rinden la ciudad. Él promete que ningún hombre o mujer morirá.

Entonces Gunnhild escupió en el piso de piedra. —Mentiras de los norse, está es una maldición, ustedes los Norse, nos han maldecido, ustedes trajeron la ira de Jurgamungander contra nosotros.

—Le puedo asegurar que ninguno de nosotros ha lanzado una maldición, se desató una plaga en la ciudad, y ni ninguno se salvará. Solo con la ayuda del Rey Ornolú podrán salvarse.

—¿Cómo es que tu rey nos podrá salvar? —Gruñó Gunnhild otra vez, está vez la joven guerrera se retorció de dolor.

El norse entonces sacó del interior de una bolsa de cuero un vial de cristal con liquido ambarino. Aquí está la cura, el ejercito del rey está haciendo más medicina, pero depende de ustedes aceptarla.

—Ustedes los Norse, veneran a Jurgamungander, cualquier regalo que venga de ustedes, está envenenado. —Respondió Gunnhild.

Entonces Stannislav sacó a relucir la cadena de oro que colgaba en su cuello, una pequeña figura de un hombre dorado colgado resplandeció por un momento. Dana supo en ese entonces que aquel Norse no era un seguidor de Jurgamungander. Pues Enrico también solía usar una cadena similar.

—Eres un seguidor de Edum. —Respondió Dana.

—Así es alteza, Los Varanger somos de Rusalka, donde el dios que nos gobierna es Edum.

—¿Un seguidor del dios Romalio?

—Entonces...júralo por tu dios. Tengo entendido que tu Dios le niega la entrada al firmamento a quien hace mal en su nombre. —Respondió Dana. —Jura que ese vial es medicina, y que esa medicina puede salvar a mi gente.

—Por supuesto que puede salvar a vuestra gente. Y por supuesto que puedo jurar por Edum. —Respondió Stanislav.

Entonces cuando Stannislav se acercó hacia Dana para darle el vial, fue detenido por Gunnhild quien le retiró el vial de las manos y se bebió el contenido.

—Si yo muero, no tengo menor duda que Aeger y El Semental de Fuego serán testigos de mi ascenso a la aurora. Pero tú, Norse, tú morirás aquí si es que has mentido.

—Lleven al Norse a una habitación y manténganlo en custodia hasta que veamos si la medicina que dice, funciona. —Ordenó Dana.

A la mañana siguiente Gunnhild se había curado.

Dana no supo que hacer, ahora tenía que pensar que era lo mejor para su pueblo, La enfermedad cambiaba todo, ya no podían esperar al festival del Doppelhandler, y tampoco sabía cuándo regresaría Gálica. Dana era solo una niña. Pero sabía que no podría resistir sin la cura, y no podía llevar a miles de personas a morir. Por lo que Dana tomó su decisión y aceptó la rendición.

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Where stories live. Discover now